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El 19 de agosto de 1954 Picasso conoció a un camarero malagueño en Le Grand Hôtel en la localidad francesa de Font-Romeu y le firmó una hoja de menú. No puso su nombre sin más. Justo encima de las opciones de 'diner' (cena), el ... pintor escribió con letra clara 'Picasso de Málaga'. Habían pasado más de cincuenta años desde su última visita a su tierra, pero el artista se reafirmaría en sus orígenes hasta el final de su vida. Un vínculo irremplazable que ahora refuerza la Casa Natal. El centro cultural de la plaza de La Merced renueva por completo su discurso museográfico con una presentación más visual y atractiva que hace constantes referencias al 'malagueñismo' del genio universal.
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A la entrada, una fotografía a gran formato capta el momento en el que Antonio 'el bailarín' entrega a Picasso una botella de vino de Málaga por su 80 cumpleaños. Empieza así un recorrido que va desde el taller de su infancia hasta sus temas referenciales, pasando por la recreación de la vida en esa segunda planta del número 36 (hoy 15) de Casas de Campos donde él nació. «Hemos querido dar respuesta a algo que el público pedía: más casa natal y más obras de Picasso (...) Usamos distintos efectos y recursos para explicar a la gente cómo vivía esta familia de Málaga en esta casa a finales del XIX y cómo este entorno, esta plaza, esta ciudad y el Mediterráneo influyen en la vida de Pablo Picasso», explica José María Luna, director de la agencia pública que gestiona los museos municipales.
Para ello se han incorporado a la exposición más de un centenar de obras del artista, entre ellas una serie del cuaderno número 7 de bocetos para 'Las señoritas de Aviñón', el único existente en España de los 16 que dedicó a estudios preparatorios de esta obra clave del arte moderno. Están en la planta baja, donde se recuerda la formación artística de Picasso bajo la orientación de su padre, José Ruiz Blasco, profesor de dibujo en la Escuela de Bellas Artes de Málaga. Junto al mobiliario de esa primera academia y a las escayolas que servían de modelos a los alumnos -cedidas por el Ateneo-, aparece uno de los primeros dibujos de Picasso: un 'Hércules', aquí en reproducción, que pintó con apenas 9 años copiando los moldes de la escuela de su padre. A su lado, cuadros de esa Málaga de finales del XIX de Denis Belgrano, Emilio Ocón, Joaquín Martínez de la Vega y José Ponce Puente, que firma un retrato al óleo de José Ruiz.
Subiendo las escaleras se descubre al Picasso niño. «Esta es la historia yo nací de un padre blanco y un vasito de aguardiente andaluz yo nací de una madre hija de una niña de quince años nacida en Málaga en los percheles el bello toro que me engendró la frente coronada de jazmines», se lee en un poema en prosa del artista impreso en la pared de la sala dedicada a la familia, con las llaves originales del portal en el XIX, una peineta de su madre o retratos que hizo de sus padres. En otra estancia estará su traje de cristianar, su fajín umbilical y una camisa de bebé. Entre uno y otro lugar se abre el que sería el salón de la casa con los balcones orientados a la plaza de la Merced. No existe información sobre cómo era su vivienda, por eso más que una «reproducción» esta es la «evocación» de una estancia de una familia de clase media en la Málaga del XIX. Sí son de la familia Ruiz Picasso muchos de los cuadros que decoran la habitación, incluso el maravilloso busto de una Dolorosa que hizo su padre a partir de un vaciado en yeso de una cabeza de diosa griega.
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La recta final del discurso es una demostración de la influencia que Málaga tuvo en Picasso. Primero, por esas palomas con las que jugaba de niño en La Merced, las mismas que su padre pintaba de forma recurrente y que él convirtió en símbolo de la paz. Hasta llamó Paloma a su hija. Después, por el Mediterráneo al que volvía una y otra vez desde que pintó un pequeño óleo de 'El puerto de Málaga' entre 1888 y 1890 (aquí se expone una reproducción). Cuenta su hija Maya que Picasso tuvo que pintar ese cuadro a escondidas con pintura cogida de la paleta de su padre. A través del Mediterráneo se acercó a la mitología grecolatina y junto a él moriría en Mougins en 1973.
Y por último, los toros. «También conocí a cara Ancha, aunque nunca le vi torear. Era muy pequeñito y mi padre, gran aficionado a los toros, me llevó un día a la habitación que ocupaba en un hotel de Málaga, no sé si antes o después de la corrida. Es uno de los recuerdos más impresionantes de mi infancia: yo, sentado en sus rodillas, mirándolo, deslumbrado», se lee sobre una de sus primeras obras infantiles titulada 'El picador amarillo'. Impresiona la serie 'El toro', un hito en la producción litográfica de Picasso en la que depura la figura del animal hasta dejarla en líneas limpias y sencillas, y de la que apenas existen ejemplares. El centro de la estancia es para una capa clásica española, una réplica exacta de la que le regaló Jacqueline de Casa Seseña y con la que fue enterrado. Con ella solía ir a los toros, como atestigua la enorme fotografía que corona la sala.
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En total son nueve secciones ('Pablo, crecer en el taller', 'La modelo', 'El artista y la modelo', 'La familia', 'Estilo de vida', 'Picasso de Málaga', 'Palomas', 'Mediterráneo', 'Toros') con 205 obras en la reestructuración más ambiciosa que ha acometido la Casa Natal desde su reinauguración en 1998. Una puesta a punto que ha mantenido el centro cerrado durante tres meses y que incluye también el cambio del ascensor y del sistema de climatización del edificio. El Octubre Picassiano se estrena con una nueva cara.
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