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Al otro de la entrada por la calle Andrés Pérez, bajo el arco de medio punto que da acceso al patio interior, una pequeña señal blanca con letras negras anuncia que el aforo del recinto es de 95 personas. Claro que aquí la audiencia va camino de duplicar esa cifra. Un miércoles de julio a las seis de la tarde, con 30 grados a la sombra que se agradece, La Casa Invisible reunía a dos centenares de personas en una nueva demostración de fuerza en un momento delicado de su historia.
El centro sociocultural instalado desde hace 11 años en un inmueble municipal ocupado de manera irregular repitió con similar éxito la fórmula aplicada a finales de noviembre de 2015. Entonces, pesaba sobre el patio de su sede una orden municipal de cierre cautelar y La Casa Invisible llenó ese patio en unas jornadas donde participaron, entre otros, el director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, y el artista malagueño Rogelio López Cuenca.
Ambos volvieron ayer a la mesa de ponentes en La Invisible para dar la cara por el proyecto en otro trance espinoso de su trayectoria. No en vano, los responsables de La Invisible recibían este lunes la primera notificación para el desalojo del inmueble. Todo hace pensar que pasarán los 15 días de ese primer plazo sin novedades y entonces se abrirá un segundo periodo de ocho días. Así las cosas, la salida forzosa de La Invisible se produciría a mediados del mes de agosto.
Como ya sucediera en noviembre de 2015, la cita de ayer puede considerarse un éxito de La Invisible tanto en lo cualitativo como en lo cuantitativo. Del primer lado, un plantel donde los citados Manuel Borja-Villel y Rogelio López Cuenca compartían mesa con el director del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), Ferran Barenblit –aunque un problema con los vuelos hizo que participara en la cita por vídeo conferencia–; la profesora de la Universidad de Málaga (UMA), Blanca Montalvo y el profesor de la Universidad de Zúrich, Gerald Raunig.
Todos ellos mostraron su apoyo expreso al proyecto de La Invisible y ofrecieron una visión poco complaciente de la oferta cultural de la capital malagueña. Así, Borja-Villel, «viejo amigo y conocido» de La Invisible, sostuvo: «Málaga es una ciudad donde (…) hay una serie de museos, un centro de arte, un Museo Ruso, un Pompidou, un Museo Picasso que forman parte de este elemento donde la marca, el nombre de un artista es más importante que los contenidos».
En su charla, el director del Reina Sofía volvió a criticar la «turistificación de la cultura» y el «vaciado de las instituciones culturales». Eso sí, para Borja-Villel «la crítica sólo tiene sentido si tiene un proceso instituyente, eso es lo que está haciendo La Casa Invisible».
Una línea similar siguió el director del MACBA, si bien Ferran Barenblit ofreció un planteamiento general un poco más optimista. «Formamos parte de la crisis de la democracia representativa. Nos establecemos como un espacio para la crítica, aunque sabemos que la crítica no es suficiente», reflexionó el gestor cultural antes de reivindicar: «Tenemos la oportunidad de ser una piedra en el zapato». Por ello, Barenblit abogó por «poner a trabajar el turismo y ponerlo a trabajar para nuestro lado (…) sólo así podremos seguir avanzando y seguir siendo espacios de resistencia».
Una resistencia intelectual que constituye la piedra angular del discurso artístico de Rogelio López Cuenca. El creador malagueño comenzó su intervención con una reflexión sobre el «cambio de paradigma del modo en que se ha ido ejerciendo la censura» para poner después el acento en el «síndrome colonial de la cultura local» que, según su relato, excluye las propuestas de los artistas para después volver a importarlos cuando han sido validados en el exterior.
Y algunos de esos artistas ya han salido de la Facultad de Bellas Artes de la UMA, representada ayer en La Invisible por la profesora y creadora Blanca Montalvo. La docente destacó el afán de la facultad por ser «permeable a la ciudad, a la provincia y al país» y defendió: «El proceso de educación no acaba en la Universidad, sino en cualquier parte». También desde el ámbito académico, Gerald Rauni, lamentó la ausencia de instituciones culturales locales con «signos de invención o reinvención». Y ese modelo novedoso lo ejemplifica, según Rauni y el resto de los ponentes reunidos ayer, La Casa Invisible.
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