![Beatriz Ifrán, Carlos Sanjuán, Florencio Cabello, Eduardo Serrano y José Manuel López Osorio.](https://s2.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202112/17/media/cortadas/casa-RnEo7D9Af4smd4XVk4lL4ZP-624x385@Diario%20Sur.jpg)
![Beatriz Ifrán, Carlos Sanjuán, Florencio Cabello, Eduardo Serrano y José Manuel López Osorio.](https://s2.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202112/17/media/cortadas/casa-RnEo7D9Af4smd4XVk4lL4ZP-624x385@Diario%20Sur.jpg)
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Eduardo Serrano lo recuerda como un día «glorioso». Por entonces aún no iba en silla de ruedas y podía subir los altos escalones de la casa con las muletas que le acompañan desde que la polio le atacó de niño. Ya era un arquitecto jubilado, ... pero nunca se ha retirado de aportar sus conocimientos al pensamiento de la ciudad. Carlos Sanjuán era en ese tiempo un joven librero de Proteo. Y Florencio Cabello acababa de leer su tesis doctoral en la UMA. Los tres estaban aquel 10 de marzo en la calle Nosquera cuando abrieron la puerta del número 11 para ocuparlo con un proyecto social y cultural. Allí nos reciben ahora, catorce años y cinco intentos de desalojo después.
La historia de la Casa Invisible es siempre un relato incompleto, una narración con dos versiones opuestas y vacíos sin cubrir que han dejado al proyecto en un limbo jurídico desde hace una década, cuando más cerca estuvo de su regularización. Mientras artistas como Rogelio López Cuenca y gigantes de la cultura como el Museo Reina Sofía simpatizan con esta resistencia cultural, otro sector de la sociedad y de la política no entiende que una iniciativa nacida de un acto ilegal permanezca en pleno centro de la ciudad. Pero para esclarecer cómo se ha llegado hasta aquí, hasta una nueva orden de desalojo que fuentes municipales señalan como «la definitiva», hay que volver atrás.
Sus inicios fueron un acto de «desobediencia civil», y lo manifiestan con orgullo. Experiencias previas como la Casa de Iniciativas, otro centro social ocupado en Postigo de Arance, habían generado un movimiento ciudadano que aglutinaba a vecinos del centro, trabajadores en precario, artistas, arquitectos e intelectuales preocupados por la deriva de la ciudad y de la «cultura espectacular». Reivindicaban un espacio gestionado por la calle para 'los invisibles', esos que no desfilan por la alfombra roja (lo hicieron coincidir con el Festival de Málaga) y que «piensan la ciudad» de otra forma. Hablamos de una Málaga aún sin Pompidou, Thyssen o Ruso, una política cultural que, a su juicio, les ha acabado dando la razón sobre la ausencia de proyectos para la ciudadanía. «Málaga es una ciudad donde hay una serie de museos (...) que forman parte de este elemento donde la marca, el nombre de un artista es más importante que los contenidos», decía precisamente en su última visita a La Invisible Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía.
Y aclaran: no hubo 'patada en la puerta' ni clandestinidad. Después de dos años de abandono, los vecinos sabían que el portón principal estaba abierto y se convocó a los medios esa mañana para que fueran testigos de la ocupación. Durante una semana se celebró en todas sus salas y el patio un Festival de Cultura Libre que congregó a cientos personas. Nacía la Casa Invisible con vocación de centro participativo, democrático y abierto a todas las propuestas que se quedaban fuera de la 'oficialidad'. «Quien quiera puede formar parte de este espacio», insiste Beatriz Ifrán, administrativa contable y una de las veteranas del proyecto.
Habían tomado una casa del XIX integrada por tres edificios que conectaban las calles Nosquera y Andrés Pérez a través de un patio central. Un lugar que había sido residencia unifamiliar, colegio religioso, piso de viviendas y, por último, una discoteca (Metropol) antes de ser expropiado por el Ayuntamiento. A las pocas semanas, ya recibieron el primer aviso de desalojo, pero el alcalde lo paralizó. En mayo de 2007 había elecciones municipales y no era el momento de abrir un nuevo frente.
Las negociaciones –forzadas por los apoyos que iba sumando la Casa– desembocarían en 2011 en un protocolo de intenciones para la cesión temporal del edificio que un año después no se ratificó. Según el Ayuntamiento por incumplimientos. «Pero que nos digan en qué no cumplimos», demanda Sanjuán, que recuerda que se constituyeron en Fundación de los Comunes y elaboraron un proyecto de reforma como les pidió el propio alcalde. Desde entonces, su situación es de «cesión en precario». «Así que ya no pueden decir que sea una ocupación sin permiso», apunta Cabello, hoy profesor de Comunicación Audiovisual de la UMA.
Son en total 1.800 metros cuadrados construidos en una casa con 150 años de antigüedad que exige unos cuidados y reparaciones constantes. Y ese es el principal punto de fricción con el propietario, el Ayuntamiento, y lo que ha motivado las sucesivas medidas cautelares y órdenes de desalojo. Para 'los invisibles' es solo la excusa para acabar con un centro cultural y social incómodo –por su carácter crítico con el poder– que se ha ganado el aval de instituciones internacionales y de la propia ciudadanía tras más de una década de actividades y eventos.
Así, tras detectar deficiencias en la red eléctrica en 2014, el Ayuntamiento prohibió celebrar actividades de libre concurrencia en el interior de La Invisible, solo (tras unos arreglos) se pueden hacer en el patio. En 2018, el Consistorio cortó el suministro de agua tras hallar bacterias fecales en un análisis. Los 'invisibles' dicen que tomaron la muestra de un aljibe que no se usaba como parte del «proceso de ahorcamiento» al que los someten, apostilla Ifrán. Desde entonces se abastecen con el agua que ellos mismos compran.
Pero eso no significa que la Casa de puertas para adentro no tenga vida: sus salas, sobre todo las de la primera planta, siguen siendo usadas para ensayos de danza y teatro (La Chachi, Premio Lorca a mejor intérprete de danza, prepara sus coreografías allí), para talleres (hubo uno hace poco de costura) y para reuniones de los colectivos que la 'habitan' (desde asociaciones feministas a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca). «La casa tiene ahora mejor aspecto que en 2007», afirma José Manuel López Osorio, el arquitecto que firma el proyecto de rehabilitación que la Invisible entregó al Ayuntamiento en 2016 en un nuevo intento de encauzar la situación. Unos 100.000 euros se han invertido, a través de 'crowdfunding', en obras de mejora en todo este tiempo. Junto a las emblemáticas cristaleras del edificio, López Osorio se reafirma en que el inmueble no tiene ningún problema estructural grave que justifique un desalojo urgente.
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Lo argumenta en un recorrido por el inmueble en el que hace hincapié en la importancia de una rehabilitación integral respetuosa con los elementos originales y por fases para que no haya que abandonar el lugar. Es el paradigma de la arquitectura actual, como demuestra el reciente Premio Pritzker a Lacaton & Vassal. «Máximo conocimiento, mínima intervención», mantiene López Osorio. Durante el paseo suenan baldosas que se mueven de un pavimento con décadas de historia (con un diseño diferente en cada estancia), se ven desconchones en las paredes y algunas grietas que cruzan los muros. «Pero ninguno es de carga», tranquiliza. La mayoría de las fisuras, explica, salieron tras las nuevas construcciones colindantes: «Y ya están estabilizadas». Solo se han apuntalado por precaución cuatro estancias de las casi cien que hay en La Invisible: «son 100 metros cuadrados clausurados de 1.800». Y añade: «Las armaduras de madera de hace 150 años están impecables».
Su proyecto –con un presupuesto de un millón de euros frente a los tres que estima el Ayuntamiento que costaría la obra– huye del vaciado del edificio y conserva todos sus elementos, resuelve cuestiones que preocupan como la accesibilidad y la normativa de incendios y, además, permite seguir habitando culturalmente la casa. «Porque La Invisible no puede concebirse fuera de este lugar», dice Serrano. La rehabilitación forma parte de la identidad del proyecto, de esa idea de que «hay que comprender el edificio para habitarlo». Tras años cuidándola y estudiándola (hasta 500 estudiantes de universidad de distintas disciplinas se han implicado en el proceso en este tiempo), hablan de la Casa como un miembro más.
«Basta de ningunear y decir que este es un gueto de cuatro locos. ¿Qué movimiento ciudadano convoca a tanta gente en la calle?», pregunta Sanjuán en referencia a las concurridas manifestaciones de apoyo. La última, el pasado noviembre tras el anuncio de un desalojo que ya se ha notificado. El Ayuntamiento quiere reformar el inmueble con su propio proyecto y sacar a concurso su uso cultural. «Pero no tienen nada», lamenta Cabello. El 4 de enero acaba el plazo para el abandono voluntario del edificio. Ellos lo tienen claro: no se moverán.
10 de marzo de 2007 Más de un centenar de personas entran en el edificio propiedad del Ayuntamiento (expropiado por más de 3 millones de euros) para darle uso social y cultural.
Junio de 2007 Tras un primer intento de desalojo, el Ayuntamiento inicia las negociaciones.
Julio de 2009 Tras varias reuniones, el Consistorio comunica el desalojo y ofrece en su lugar la Caja Blanca. El apoyo recabado por el proyecto lleva al Ayuntamiento a frenar el proceso.
Enero de 2011 Ayuntamiento, Junta y Diputación, con el apoyo del Reina Sofía, firman un protocolo de intenciones que plantea una hoja de ruta para legalizar el proyecto. Pasaba por hacer obras de mejora y constituir una fundación que asuma la gestión.
Noviembre de 2011 La Invisible crea la Fundación de los Comunes.
Enero de 2012 Se inicia el procedimiento para la cesión directa del edificio. Meses después el Ayuntamiento lo paraliza (argumenta incumplimientos que la Casa alega desconocer) y la Invisible entra en un limbo jurídico.
Diciembre de 2014 El Ayuntamiento decreta su cierre cautelar para actividades de libre concurrencia por deficiencias en la red eléctrica.
Enero de 2015 Más de 2.000 personas se manifiestan para exigir su continuidad. Días después, Ayuntamiento y Casa Invisible retoman el contacto.
Marzo de 2015 La Invisible reabre su patio tras una reforma financiada por 'crowdfunding'.
Marzo de 2016 La Invisible presenta su proyecto básico de rehabilitación del edificio, una de las condiciones para la cesión puesta por el propio alcalde.
Octubre de 2017 Tras la polémica por una exposición que incluía una bandera de España con forma de horca, el Ayuntamiento acuerda convocar un concurso público para la gestión del edificio.
Junio de 2018 El Ayuntamiento ordena el desalojo de La Invisible. Se paraliza tras una masiva protesta y el apoyo de artistas como Nacho Vegas y Rogelio López Cuenca, y de instituciones como el Museo Reina Sofía.
Julio de 2021 Técnicos de Urbanismo realizan una inspección técnica del edificio que recomienda «no posponer durante más tiempo la rehabilitación integral», según el Ayuntamiento.
Octubre de 2021 El pleno del Ayuntamiento aprueba iniciar el expediente para desalojar La Invisible, a petición de Ciudadanos.
Diciembre de 2021 El día 13 se notifica el desalojo. Empieza la cuenta atrás para la salida voluntaria del edificio, que culmina el 4 de enero.
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