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Un «Hola, ¿qué tal? Buenos días» basta para reconocerle al instante. Al otro lado del teléfono la voz de Carmelo Gómez resulta inconfundible, forma parte ... de los sonidos de tres décadas de cine español. 'Bajarse al moro', 'El perro del hortelano', 'La noche de los girasoles', 'Tierra', 'El método' y 'Días contados', entre otros títulos. Dos Goya y Premio Nacional de Cinematografía, entre otros galardones. Pero eso se acabó. El que fuera uno de los actores más valorados del panorama nacional no se siente hoy parte de esa familia. Algo se «fracturó» entre ellos hace unos años, el cine le «expulsó» y la lucha por seguir arriba era demasiado dura. Así que se alejó de la pantalla y se volcó en las tablas. «Y estoy muy bien, pero no quiero que me digan nunca más que soy actor de cine». Lo que se pierde por un lado, se gana por otro. Con su imponente presencia de metro ochenta, Carmelo Gómez llena los escenarios con 'A vueltas con Lorca', el homenaje a un poeta «inmenso» que estará el 18 de agosto en Marenostrum Fuengirola, dentro del festival Anfitrión.
–Son 80 minutos, usted y un pianista 'A vueltas con Lorca'. Es un reto interesante.
–Y fascinante. Cada día es una historia diferente. Aunque los poemas son siempre los mismos, yo les doy un enfoque distinto cada vez y juego con toda la imaginería que tiene ese poeta inmenso.
–No hace un teatro fácil, ni para usted ni para el público.
–Cada vez menos cómodo. La comodidad nos lleva a lo correcto, a agarrarnos a las seguridades, pero eso no trasciende. El público no va al teatro a sufrir, pero sí a ser sorprendido. Ya estamos hartos de que la rutina nos aplaste.
–Creemos que lo sabemos todo de Lorca. ¿Le ha sorprendido algo?
–Lo bonito de Lorca es que las certezas se quedan atrás cada día y vas aprendiendo cosas de todo. De todo es de ti, es tan universal el tío, tenía esa mirada tan cósmica, que no hablaba de una cosa sola. En cada texto o poema, encuentras que detrás subliman cosas que te habían pasado desapercibidas. Y sobre todo, está el gusto por lo pequeño y menudo. Él escribió a los insectos en su primera obra. Y ese mundo pequeño, de lo primoroso, es lo que me ha conmovido más de Federico.
–Se refiere a él como Federico. Ya es su colega.
–Sus amigos y su familia le llamaban Federico, y de tanto leer textos donde Federico ya no es Lorca, pues acabas tú también llamándole así (ríe).
–¿Qué le da el teatro que no le dé el cine?
–El teatro me da el público, eso es lo más importante y lo cambia todo. Pero claro, echo de menos el cine. Con amor-odio. Porque el cine me expulsó de una manera brutal, o yo lo sentí así, y sin embargo el teatro no. Para mí el teatro es volver a casa. Y el cine fue una aventura. Yo creí que había construido una familia, pero ya no queda casi nadie, con lo cual ya estás fuera, exiliado. El teatro nunca me exiliará, porque tú puedes hacer cualquier cosa, en cualquier sitio, en cualquier momento.
–¿Tiene la sensación de que ahora vive más tranquilo?
–Eso se gana con la edad (ríe). También Federico me ha enseñado a la calma. Él no la tenía, lo mataron con 38 años y no le dio tiempo, pero curiosamente escribe 'Diván del Tamarit' y 'Sonetos del amor oscuro' de una espiritualidad... Es que este hombre raya todo el rato con la pureza. Ahora mismo estoy tratando de buscar eso, yo personalmente, lo esencial.
–El teatro da prestigio, pero menos reconocimiento. Cuando se ha tenido tanto, ¿cómo se gestiona el estar fuera de los focos, pasar más inadvertido?
–No ha sido del todo así. Algo ha pasado con mi carrera en la que yo no he sido olvidado, y a mí me hace reflexionar sobre eso. No es solamente la prensa, la crítica o los grupos más o menos facciosos que te dicen 'fuera de aquí' o 'quédate', 'eres de los nuestros' o 'no lo eres'. Resulta que vas por la calle y la gente te reconoce con cariño, menos, pero es un público muy selecto el que te saluda ahora. Cuando estoy en una terraza y alguien me dice que me ha visto en 'Lorca', me pongo de pie emocionado.
–¿Entonces llevó bien el perder ese plus de atención?
–Fue un momento muy difícil, lo tengo que reconocer, y me quitó el sueño. Es que nosotros siempre queremos ser queridos. Y cuando eres la hostia y vas más allá de tu sueño y, de repente, eso se fractura y no entiendes nada, obviamente te miras hacia dentro otra vez con la autocensura que yo tenía de la infancia. Yo fui un niño muy censurado con malas notas y dificultades. Menos mal que tiene uno ya unos años y muchos libros de poesía en casa. Ahí es donde encuentro consuelo.
–¿Ya no se le puede llamar actor de cine?
–Así es. Entre el cine y yo hubo un momento de fractura y creo que, tanto por mis declaraciones como por la reacción que ha habido después, somos dos mundos muy diferentes e imposibles de reconciliar. Estoy cómodo y estoy muy bien, pero no quiero que me digan nunca más que soy actor de cine. Aunque fui Premio Nacional de Cine. ¡Qué decepción para quien me lo diera! (ríe) El cine tiene ese problema y lo tiene que revisar. ¿Cómo puede ser que de repente alguien entra en 45 o 50 años y ya no es el prototipo? ¿Estamos hablando de la gente de la calle o estamos haciendo un producto un poco 'lladró', muy decorativo?
–¿Cree que su actitud política y reivindicativa le ha penalizado?
–Puede ser. Estar comprometido, desgraciadamente, te ubica en una ideología política, en unas consignas de partidos, y yo de los partidos no me creo nada. Reivindicativo lo soy, creo que es un espíritu connatural al actor. La autocrítica que yo tengo conmigo la tengo también con mi entorno. Es parte de mi forma de ser, y de cualquier actor que se precie. No somos decorativos, somos reivindicativos y queremos comunicar. Pero en España uno no puede reivindicar nada porque todo tiene implicación política, y eso es un puto asco.
–¿Ahora se corta más?
–No me corto, pero sí mido las palabras.
–Por cierto, no le he encontrado en ninguna red social.
–Ah, es que no tengo.
–Está desaparecido del 'mundo escaparate'.
–Es que yo siempre he creído que eso no servía para nada pero todo el mundo me dice que estoy equivocado. He visto cómo se mueve la gente ahí y es la hostia. Lo que pasa es que yo creo que no tengo un discurso para la gente joven. No lo he hecho hasta ahora, y creo que no es el momento porque no encuentro la motivación. Pero si la encontrase me lanzaba a degüello.
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