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El rector impone a Carlos Álvarez un birrete bicolor que representa la unión de la Facultad de Filosofía y de Medicina. Salvador Salas

Carlos Álvarez: «Mi objetivo vital está más cerca del compromiso que de la gloria»

El barítono malagueño se convierte en el primer músico investido doctor honoris causa por la UMA con un discurso en torno al honor en la ópera y la vida

Miércoles, 23 de mayo 2018, 22:36

Fue Falstaff, Don Giovanni, Rigoletto, Yago, Giacomo... Fue todos ellos en una misma tarde y sobre un mismo estrado. Carlos Álvarez trazó un recorrido por el honor en la lírica y en la vida a través de los personajes de su extensa trayectoria. Con su voz grave y sus dotes actorales, el barítono leyó, solemne y cómplice a la vez, el discurso que este miércoles le convirtió en el primer músico investido doctor honoris causa por la Universidad de Málaga. Y lo hizo tras serle impuesto, también por primera vez en la historia de la UMA, un birrete bicolor (celeste y amarillo) en un guiño hacia la Facultad de Filosofía y Letras que propuso su nombramiento y la de Medicina, donde cursó hasta cuarto de carrera.

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'El honor como causa dramatúrgica en la ópera' fue el eje de un texto plagado de lírica declamada y de referencias a los temas que a él le preocupan más allá del canto, como las igualdades sociales. Hacía así honor, nunca mejor dicho, a la frase que pronunciaría más adelante: «Mi objetivo vital está siempre más cerca del compromiso que de la gloria».

El barítono entendió esta distinción como «un reconocimiento a la música como el producto más genuinamente humano de esta civilización y, por ende, cultural». Un arte que le alejó de la UMA y que ahora le devuelve a ella por la puerta grande. «Yo tomo mi trabajo como si fuera un regalo. Estaría dispuesto a pagar por ello, pero no lo diré con la voz muy alta para que no me tomen la palabra los directores de los teatros», dijo entre las risas del público del Paraninfo, en el que se encontraban autoridades, gestores culturales, compañeros de profesión y, por supuesto, su familia.

Através de extractos de libretos que reprodujo frente al atril, Álvarez repasó las diferentes formas de honor que le ha tocado representar. «Los libretistas y compositores han hecho de los intérpretes de mi cuerda un baluarte, no siempre comprensible, del sentido del honor», manifestó. Y aclaró: «A diferencia de mis personajes, a los que he aprendido a no juzgar, porque sería entonces difícil justificar éticamente sus acciones, he intentado comportarme, aunque con fallos, de modo honesto en mi vida, en mis estudios y en mi profesión».

La honra (como en 'Luisa Miller' y 'Stiffelio' de Verdi) es, por ejemplo, un clásico en los dramas operísticos de los siglos XVIII y XIX. «¿Cómo se resolvían estos dramas familiares en los que estaba envuelto el honor de la familia a través de la honra femenina, puesta en entredicho? La muerte física o social de la mujer, fundamentalmente. ¿Creen ustedes que hemos cambiado mucho? Hoy día, en la India, cientos de mujeres son atacadas con ácido ¡por sus propios parientes!, para limpiar la supuesta deshonra», reflexionó.

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«Tomo mi trabajo como si fuera un regalo. Estaría dispuesto a pagar por ello»

carlos álvarez, Barítono y Doctor Honoris Causa

«La formación musical en la universidad es una necesidad que no se puede, ni se debe, demorar»

José Ángel Narváez, Rector de la UMA

«No es fácil que en una persona se aúnen tanto talento profesional y tantos valores humanos»

maría josé de la torre, Dpto. Ciencias Históricas

Porque la ópera «está, desgraciadamente, de plena actualidad». «Seguimos repitiendo los mismos estándares de comportamiento que hace 400 años», aseguró. Como ejemplo, 'Samson et Dalila' que estos días interpreta en Viena. «Vean en el núcleo de esta historia, la confrontación por el poder del territorio entre hebreos y filisteos, la semilla de un conflicto actual que se localiza, aún, en el mismo mapa geopolítico: la franja de Gaza», argumentó.

Habló del honor en su profesión y de la causa de la misma. Honoris causa. «Nuestra labor profesional, un acto estético sobre todas las cosas, debería servir como índice y ejemplo ético en la búsqueda de propuestas ante la sociedad de la que formamos parte. Solo a través de la interpretación somos capaces de hacer más evidentes las ideas que subyacen en los textos operísticos», indicó. Después lanzaría al aire la siguiente pregunta: «¿El trabajo de los artistas consiste sólo en entretener o, también, en inducir a un pensamiento crítico en el público?».

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Él aprovecha el altavoz que le da su posición para reclamar lo que cree justo. «Si de verdad queremos tratar con igualdad a todas las personas y proporcionar una auténtica igualdad de oportunidades, la sociedad tendrá que dar mayor atención a quienes tienen menos dotes naturales y a quienes han nacido en las posiciones sociales menos favorecidas», exigió tras ser Carlo Gerard en 'Andrea Chenier'.

Reconoció que su profesión requiere «de un alto grado de honestidad», y no solo en su ejecución: «Yo, para no sentirme un Yago cualquiera ('Otello'), en la vida real dejé, por honor, una incipiente fundación que se llamaba como yo...». Y, como despedida, hizo un ofrecimiento a la universidad: ejercer, a través de su experiencia, «un 'magisterio' artístico-vital» para el que admitió sentirse «ya» preparado.

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Vídeo. Álvarez, junto a su madrina, María José de la Torre. Foto: Salvador Salas | Vídeo: Pedro J. Quero

De momento, su reconocimiento dio pie a una reivindicación. «Es necesario que la música esté en la formación universitaria. La formación musical en la universidad es una necesidad que no se puede, ni se debe, demorar», declaró el rector de la UMA, José Ángel Narváez, tras alabar las virtudes del nuevo doctor. «Vemos a través de él que la música es talento, es esfuerzo, es resultado de la pasión y del trabajo firme», dijo. La encargada de defender su nombramiento, la profesora del Departamento de Ciencias Históricas María José de la Torre, se refirió a «la necesidad que la Universidad siente de integrar a los conservatorios superiores en su estructura» y a los «beneficios mutuos que se obtendrían de dicha integración».

De la Torre glosó los méritos de Carlos Álvarez, pero ante todo destacó su «enorme talento», su «formación sólida y continuada» y esa «humildad que es el sello de los muy grandes». Como prueba, su gesto final: se colocó el birrete y acercándose al coro y a los músicos cantó con ellos el 'Gaudeamus Igitur'. Como uno más.

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