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«Faltan 30 minutos para que comience el ensayo general», avisa una voz en off. El sonido de gargantas calentando se multiplica, los artistas ya caracterizados recorren el 'backstage' con la adrenalina de la última hora y en el interior de los camerinos se ... dan los retoques finales de vestuario, maquillaje y peluquería. Una voz potente, grave, atraviesa una de las puertas. Carlos Álvarez, convertido ya en el malvado Iago con partes del rostro oscurecidas para endurecer sus rasgos, canta. No hay nervios, su experiencia y su personalidad le hacen estar calmado, pero es inevitable la expectación por reencontrarse con un escenario que no pisa desde hace 12 años con una producción escenificada. 'Otello' le trae de vuelta a casa.
La ópera de Verdi desembarca en el Cervantes con un soberbio Carlos Álvarez, un magnífico elenco –desde el primer solista hasta el último miembro del Coro de Ópera de Málaga– y una escenografía funcional y efectiva. Ayer fue su puesta a punto para el estreno de mañana (con funciones el 3 y 5 de mayo).
«Voy a ensangrentarme un poco», decía con una sonrisa Jorge de León a quince minutos para el ensayo. En breve, el tenor arribará triunfal en el puerto chiprés del siglo XVI en el que se transforma el Cervantes. Lo hace en la piel de 'Otello', el general de la armada veneciana que regresa a tierra tras derrotar a la flota turca. Llega en medio de una impresionante tormenta, un temporal que este montaje resuelve con proyecciones de luces que envuelven el teatro.
El comienzo es una declaración de principios: sin demasiados elementos ni sorprendentes efectos, esta ópera cumple con las exigencias de espectacularidad que demanda la lírica. Un punto de partida que sobrecoge con el Coro de Ópera al completo cantando al unísono, copando cada rincón de la enorme estructura que domina la escena y que ellos mismos se encargarán de mover para transformarla en la nave en la que arriba 'Otello'.
En el puerto le espera Iago, un alférez con oscuras intenciones que borda Carlos Álvarez, capaz de llenar las tablas solo con su presencia. Imaginen cuando entona esas complejas partituras verdianas. Sobresalientes los dúos de ambos, tenor y barítono. E impecable la interpretación del malagueño en arias de gran fuerza como 'Credo in un Dio crudel'. Porque no solo es un cantante lírico de primer nivel, también es un buen actor que pone pasión en cada número que ejecuta. En casa, ayer, se dejó la piel y la garganta.
Nadie diría que De León debuta en el rol de 'Otello'; un reto que supera con soltura y elegancia. Al igual que la soprano Rocío Ignacio, que afronta aquí su primera 'Desdémona', una mujer a la que ella imprime carácter enfrentándose a su desdicha de forma más enérgica a lo que acostumbran otras versiones. Dos artistas de enorme talla que hacen uso de la complicidad ganada tras muchos escenarios juntos. El precioso dúo de 'Già nella notte densa...' lo demostró, una de las escenas de amor más bellas de Verdi a la que se entregaron con constantes gestos de cariño y amistad.
Se trataba de un ensayo general, los artistas no estaban obligados a cantar a voz, pero lo hicieron. El prurito profesional les podía frente a un Cervantes que se quedó en solo ocho minutos sin invitaciones disponibles para esta prueba. Salvo por el hecho de que el patio de butacas se mantenía vacío para que lo ocuparan la mesa técnica y el director de escena, el público vio 'Otello' en toda su grandeza. No se interrumpió la representación en ningún momento, tan solo se escuchó un grito de «silencio» antes de arrancar el segundo acto.
Marco Guidarini dirigía desde el foso a la Filarmónica de Málaga con decisión, buen conocedor del repertorio y también de los profesores de la OFM. Al frente de la escena estaba Alfonso Romero, que apostó por una simbólica escenografía, con un barco que se va escorando y despojando de sus elementos al mismo tiempo que calan en Otello los engaños de Iago. Tiene mérito el movimiento de los solistas mientras cantan sobre los tablones inclinados de la embarcación en el tercer acto.
Respaldan esta propuesta el tenor malagueño Luis Pacetti, como 'Cassio', siempre en su lugar y siempre acertado; la mezzosoprano Marifé Nogales, el tenor Manuel de Diego y el barítono Isaac Galán. Un equipo a la altura de la completa partitura que firma un Verdi ya maduro, en la cúspide de su proceso creativo, que no da respiro con momentos de gran intensidad. Este 'Otello', sin duda, llega a buen puerto en el Cervantes.
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