![Carlos Álvarez: «La cultura tiene que elevar un 'ya está bien' porque esto no es lógico»](https://s1.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202009/11/media/cortadas/carlos%20alvarez-RN6o0v9abEkBtCrru4i5pjL-1248x770@Diario%20Sur.jpeg)
![Carlos Álvarez: «La cultura tiene que elevar un 'ya está bien' porque esto no es lógico»](https://s1.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202009/11/media/cortadas/carlos%20alvarez-RN6o0v9abEkBtCrru4i5pjL-1248x770@Diario%20Sur.jpeg)
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Carlos Álvarez acaba de finalizar un ensayo para su primera ópera escenificada desde la irrupción de la pandemia. Y lo ha hecho sin mascarilla y sin necesidad de guardar dos metros de distancia con la soprano que le da la réplica en 'La hija del ... regimiento'. El 20 de septiembre la representará ante 1.200 espectadores. Es evidente que no está en España. Carlos Álvarez habla desde la Ópera de Viena, la casa a la que regresa cada temporada. Y este curso, por mucho que hayan cambiado las cosas, no iba a ser diferente. Allí vive una realidad «más normalizada» que la que ha experimentado por aquí. De hecho, aterrizó en Viena justo después de ofrecer un concierto lírico en el Teatro Colón de La Coruña para solo 60 personas –en un recinto para 845 butacas– por orden de las autoridades sanitarias gallegas.
«No tiene sentido, no se están tomando medidas que estén avaladas por ningún tipo de estudio bien hecho», lamenta el barítono malagueño. Y añade: «Si hay un sitio donde la gente no se va a contagiar es dentro de un teatro». Sobre todo si se toman las medidas oportunas. En Viena, cada semana se somete a los solistas a pruebas PCR para garantizar que están libres del virus. De esa forma, se pueden acercar, tocar y cantar cara a cara como han hecho siempre. Todo está protocolizado: los trabajadores del teatro se dividen en cuatro grupos y cada uno tiene una identificación con una banda de color rojo, naranja, amarillo y blanco. Solo a los rojos, los artistas, se les permite no utilizar las mascarillas durante los ensayos. «En los sitios comunes nos las ponemos por una cuestión de respeto a todos», explica.
Antes de empezar la temporada, la Ópera de Viena había invertido 500.000 euros para diseñar un regreso seguro y permitir las PCR con regularidad para sus empleados. «Las medidas de seguridad no aparecen de manera espontánea. Hay que pensarlas y ponerlas en práctica. Conlleva organización y dinero. Y aquí lo están haciendo», declara.
Así por ejemplo, las entradas son ahora personalizadas para permitir una rápida trazabilidad en el hipotético caso de que se diera algún positivo y los asientos están distribuidos por grupos de personas conectadas entre sí. Las mascarillas son obligatorias dentro del teatro pero no durante la función. Y lanzan una recomendación que se ha convertido en noticia: «Por difícil que pueda parecer: Exprese su entusiasmo únicamente aplaudiendo fuerte y absténgase de gritar 'bravos'», se lee en la guía de seguridad.
Carlos Álvarez se sorprende al saber que el Cervantes ha limitado a 200 personas todos sus espectáculos de septiembre, o que la Orquesta Filarmónica ha tenido que actuar para solo 300 personas en una plaza de toros de La Malagueta casi vacía. «No se nos toma en serio, no creen en nuestra capacidad de hacer las cosas bien. Y nadie hay más interesado en que esto salga bien que nosotros, que no se nos pongan cortapisas», declara.
No todos los teatros tienen la capacidad económica suficiente para adaptar una ópera a las estrictas medidas de seguridad que impone el coronavirus. Y, ante eso, la única opción que queda para salvar la lírica es hacerla en formato concierto. Así se hará con la producción de 'Simon Boccanegra' que abrirá la 32 Temporada Lírica los días 14, 16 y 18 de octubre. El Cervantes sacrifica la versión escenificada de esta ópera –tal y como estaba prevista- para seguir manteniéndola en agenda. La propuesta cuenta con las voces de su elenco como principal aliciente: el barítono Carlos Álvarez y la soprano Rocío Ignacio. El teatro hará público en los próximos días el resto del curso lírico, que reubicará el montaje de 'La Casa de Bernarda Alba' (3 y 4 de julio) que tuvo que ser suspendido por la pandemia.
Hasta la fecha, no se ha informado de ningún brote asociado a un evento cultural, y este verano se han hecho muchos y diversos. Recientemente, el Festival de Salzburgo, uno de los encuentros de música y teatro más importantes del mundo, finalizó su edición con una ocupación del 96% y cero contagios tras 30 días de actividad, 110 representaciones y más de 76.000 espectadores (con un máximo de 1.000 por función). En total, el festival informó de que realizó unas 3.600 pruebas de COVID-19 entre sus empleados.
Por noticias como esta, Álvarez califica las restricciones que se están adoptando en España, y en concreto en Andalucía, como algo «absolutamente arbitrario». «Los que están tomando ese tipo de medidas lo único que hacen es curarse en salud y no querer sentirse señalados. Es el momento de demostrar que tienen capacidad de asumir sus responsabilidades. No puede ser que el más maltratado de todo esto sea la cultura, que pone tanto esfuerzo en que la gente esté a salvo del contagio», reflexiona el barítono malagueño.
Ante esta realidad, «cualquier iniciativa privada está dirigida al fracaso más absoluto, no tiene capacidad de supervivencia». Carlos Álvarez se suma a los trabajadores del sector del espectáculo que el próximo jueves 17 saldrán a la calle para reivindicar medidas urgentes (unidos en MUTE-AlertaRoja). «La cultura tiene que elevar un 'ya está bien' porque esto no es lógico», critica. Reclama un estatuto del trabajador del artista «que afronte estas situaciones, porque no nos podemos equiparar ni a los autónomos ni a las grandes empresas».
En Viena, donde la temporada ya ha empezado con éxito con 'Madama Butterfly', Carlos Álvarez se reencuentra con el rol del sargento Sulpice, un viejo conocido al que vuelve en Viena cada cierto tiempo en una producción en activo desde 2007. Nada de esta propuesta se ha alterado con motivo de la pandemia. Aquí, a diferencia de otros montajes que se preparan en España, no se cambia el movimiento de los intérpretes en escena para evitar el contacto. Es una obra que Álvarez tiene muy ensayada, pero siempre hay elementos nuevos. En esta ocasión, por ejemplo, el barítono da la alternativa al tenor Javier Camarena en la Ópera de Viena.
Por lo demás, su agenda sigue adelante para los próximos meses sin ninguna cancelación. Tras Viena regresa a casa para llevar 'Simon Boccanegra' a las tablas del Cervantes junto a Rocío Ignacio, Andeka Gorrotxategi, Rodrigo Esteve y Giacomo Prestia.
En noviembre, se cita de nuevo con la zarzuela en Madrid con una propuesta muy especial. Carlos Álvarez recupera la producción de Emilio Sagi de 'La del manojo de rosas', una obra que él estrenó en ese mismo escenario y que supuso su debut en el Teatro de la Zarzuela hace 30 años.
Aquí se reencontrará con quien también fuera su compañera de reparto tres décadas atrás, Milagros Martín. Con una diferencia: mientras él representa el mismo papel que entonces, ella ha pasado de ser su novia a su madre en las tablas. «Ahí se ve perfectamente que incluso encima de los escenarios, donde todo es virtual, hay determinadas cosas que siguen no funcionando igual para las mujeres que para los hombres», denuncia. En diciembre, vuelve a los teatros de Europa, con 'Aída' en Berlín primero y 'Un ballo in maschera' en Turín después.
Atrás quedan las fechas perdidas por el estado de alarma. Algunas especialmente dolorosas como su simbólico regreso al Metropolitan de Nueva York previsto en mayo, diez años después de que tuviera que abandonar los ensayos de 'Attila' a las órdenes de Riccardo Muti por una afección en las cuerdas vocales. La dirección artística del Metropolitan ya le ha comunicado por carta que buscarán una nueva fecha en cuanto vuelva la actividad. En EE UU, con un tejido teatral absolutamente privatizado y dependiente de los patrocinios, todas las salas se encuentran cerradas desde marzo y hasta, al menos, enero. «En este tipo de situaciones el dinero es muy miedoso y prefiere irse a otros sitios», analiza Álvarez.
El «descalabro» de marzo, sin funciones y con la incertidumbre de saber qué iba a pasar, se compensó con el pequeño colchón que le proporcionó en los momentos más duros de la pandemia 'Tierra de talento', el talent-show de Canal Sur, donde compartía labores de jurado con Jesús Reina, José Mercé e India Martínez. «Me permitió, dentro de la situación calamitosa del sector, salir adelante. No he tenido los ingresos que esperaba, pero no son pérdidas, como dirían algunos grandes empresarios cuando no cubren las expectativas», argumenta, con su visión siempre en positivo de la vida. Por eso no cae en la desesperanza. Propuestas como la de Viena le dan motivos para sonreír, aunque sea detrás de la mascarilla.
El mundo de la ópera en España sigue con atención cada paso que da el Teatro Real, la referencia de la lírica en tiempos de pandemia. El templo madrileño lideró el regreso a los escenarios el pasado julio con una 'Traviata' en versión concierto semiescenficada que, sin ser la mejor de las producciones, devolvió la esperanza de normalidad a un sector en horas bajas. Ahora el Real concentra de nuevo todas las miradas a pocos días del estreno de la temporada, esta vez sí, con una ópera en toda su dimensión, aunque pasada por el filtro del coronavirus.
De nuevo Verdi obra el milagro. 'Un ballo in maschera' inaugura el curso el 18 de septiembre –con un pase previo el 16 para el público joven– sin besos ni roces entre los protagonistas, con metro y medio de distancia entre los cantantes del coro, un aforo al 65% (1.200 butacas) y tres pantallas gigantes en el exterior para poder seguir la función con acceso limitado.
Los dieciséis bailarines, todos ellos procedentes del elenco de 'El Rey León', sin actividad desde marzo, llevarán mascarillas con sus rostros serigrafiados (como mostró el director de escena Gianmaria Aliverta en la presentación) para conseguir protección con sensación de realidad. Unas plataformas permitirán mantener la distancia obligada entre el coro, y los artistas estarán en continuo movimiento con una estudiada 'coreografía' que garantiza su seguridad.
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