Jamás se imaginó en esta situación: él solo en el escenario defendiendo un texto durante hora y media. Esa escena no entraba en sus planes tras haber sido un matrimonio «a tres» durante más de 40 años, cuatro décadas sin decir palabra en escena, solo ... gesto. «Desde luego me he sorprendido a mí mismo haciendo todo lo contrario a lo que hacía Tricicle», admite Carles Sans. Para que le ubiquen: «el guapo» de Tricicle. El actor reaccionó a la separación del grupo con un espectáculo propio, '¡Por fin solo!', en el que se revela como un gran contador de anécdotas. Todas suyas y reales. Con ellas hará reír al público de Málaga el 12 de enero en el Cervantes, dentro del Festival de Teatro (21.30 horas). Si el ritmo de venta continúa, abrirá una segunda función el mismo día.
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–Por lo que he visto y por lo que he leído del espectáculo, se le ve muy cómodo solo.
-Sí, sí, sí. Con este '¡Por fin solo!' con el que voy a Málaga ya llevo dos años y medio. El espectáculo llega en un momento en el que está perfecto, muy trabajado y elaborado, después de superar ese miedo que se tiene siempre cuando abandonas a tus compañeros y estás en solitario en un escenario con un texto de hora y media. Ahora ya es una gozada.
–¿Para usted también ha sido un descubrimiento personal? Está solo y además habla.
–Pues sinceramente sí, nunca me había imaginado que un día emprendería una aventura como esta. Cuando llevas 40 y pico años con Tricicle, con tus compañeros, te imaginas que un día te retirarás con ellos. No te planteas nada más, pero la vida siempre te reserva sorpresas. Y cuando mis compañeros pensaron que lo mejor era dar punto final a esta maravillosa historia que ha sido Tricicle, me di cuenta de que yo no tenía ganas todavía de retirarme, soy un enamorado del teatro. Desde luego me he sorprendido a mí mismo viéndome defendiendo un texto; es decir, todo lo contrario a lo que hacía Tricicle.
–¿Tuvo cierta sensación de vacío con la separación?
–Esto era un matrimonio, a tres pero era un matrimonio. Cuando te sientes vinculado, no únicamente profesional, sino también emocionalmente tantísimos años con alguien, cuando eso se acaba sientes un vacío, una cierta tristeza. Te sientes un poco extraño, pero hubo una pandemia de por medio y eso lo mitigó bastante. Esa separación forzosa para todos disimuló un poquito más esa disolución. Creo que fue una idea muy acertada. Cuando llevas tantísimos años hay un momento en el que hay fatiga, en el que uno quiere investigar otras cosas o simplemente descansar. Ahora, viendo como a mí realmente me ha salido esta aventura, estoy feliz.
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–Lo que cuenta ahora es la trastienda de Tricicle, lo que les pasaba y no veíamos.
–En realidad sí. Cuento anécdotas muy locas, muy divertidas, no únicamente de Tricicle, que sí que son muchas, pero también a título personal. Y, por cierto, todas son reales. Aunque parezca imposible, son cosas que han ocurrido. Y tiene la peculiaridad de que no es solamente lo que cuento, sino cómo lo cuento. Ahí se puede ver mucho de Tricicle, la gestualidad que a mí me caracteriza contando las historias.
–Imagino que ahora se ríe de situaciones que en su momento le hicieron pasar un mal rato.
–Claro, ahora el público se ríe conmigo de situaciones realmente insólitas que, lógicamente, en el momento en que las pasas no te reías tanto. Alguien dijo una vez que las anécdotas es una de las cosas que más nos gustan a los seres humanos, cuando uno llega a un grupo y dice «chicos, no sabéis lo que me ha ocurrido». Ya inmediatamente todo el mundo abre las orejas.
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–Ahora lo hace en un escenario, pero le imagino en cualquier sobremesa siendo el alma de la fiesta con estas historias.
–Claro, claro, de ahí viene eso. De hecho, cuando empecé a plantearme qué es lo que podía hacer en solitario, pensé muchas cosas. Y fue mi mujer quien me dijo 'pero bueno, ¿por qué buscas tanto? No te das cuenta de que cuando cuentas anécdotas con los amigos todos se desternillan de risa?'. Entonces me di cuenta de que, efectivamente, aquello que hacía en plan íntimo se podía hacer en un espectáculo. Y fue un acierto.
–¿Y cómo explica que le hayan pasado tantas cosas raras?
–Es curioso, pero es así. 40 años viajando dan para mucho. Luego también hay que tener la capacidad de observar que te están pasando cosas y que esas cosas no son normales. A lo mejor a mucha le pasa, pero no lo retiene como algo anecdótico. Yo sí.
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–¿No hablar de política sigue siendo parte de su política?
–Sí, sí. Esto lo tengo muy claro. Si tú quieres que un espectáculo perdure durante varios años y tener un público lo más variado posible, es mejor no hablar de política. En la política lo que hoy es un escándalo, de lo que hoy se habla, la semana que viene ya queda sustituido por otra cosa. El espectáculo tendría que ir cambiando cada día prácticamente. Y además no me interesa. Desde el escenario prefiero, como hacíamos con Tricicle, detenernos en observar al ser humano en lo más personal, no en lo ideológico ni político.
–Quizás eso haya sido clave en la supervivencia de Tricicle, el no meterse en muchos charcos.
–Siempre decíamos que hacíamos el humor que a nosotros nos hubiera apetecido ver como espectadores. No se trataba tampoco de una estrategia, simplemente nos salía de esa manera. Lo de la política, con los tiempos que corren, se ha tensado tanto que lo que hace reír a uno haría rabiar a otro.
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–Imagino que siendo catalanes mucha gente les demandaría un posicionamiento. Más de una vez, se habrán visto en algún que otro brete.
–Nosotros a lo largo de la historia hemos vivido situaciones muy tensas. Nosotros vivimos en Madrid el boicot al cava y la declaración unilateral de independencia. El referéndum fue el 1 de octubre de 2017 y nosotros estrenamos en Madrid el 17 de octubre. Imagínate, tuvimos que surfear y hacer unos eslálones impresionantes porque no queríamos sentirnos involucrados en eso, porque no teníamos nada que ver con la situación política que se vivía. Fue un momento delicado.
–A nivel personal, sí tendrá su propia postura.
–Claro. Tricicle como tal son tres individualidades inmersas en un grupo. No podíamos a nivel ideológico hablar como Tricicle porque cada uno piensa a su manera.
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–Cada uno a su manera. Y usted era el guapo.
–¡Amiga! ¡Has tardado en decirlo! Yo bromeo mucho con esto porque cuando el público trataba de definirnos, pero no se sabía nuestros nombres, pues lo hacía desde el punto de vista físico. El calvito, el gordito y el guapo. A mí me tocaba la mejor parte y ahora he aprovechado esto para que la gente me ubique. Yo era el único al que no le ponían diminutivo.
–Guapito suena con retintín.
-Claro, mejor así (risas).
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