Soy un bicho raro que vive en un mundo mucho más raro todavía. Me pregunto si las catástrofes que asolan al planeta son las consecuencias de una venganza. El ser humano causa un daño irreparable a la naturaleza y ella se desquita. Hablo de esto ... por teléfono con una amiga belga que suscribe que la culpa es nuestra. Reflexiono sobre la naturaleza humana y la sabia naturaleza. Veo imágenes de terremotos, incendios, diluvios. La vida se detiene. Después las aguas vuelven a su cauce, las ciudades se reconstruyen y los bosques resurgen de las cenizas. Las víctimas mortales desaparecen para siempre. Me vienen recuerdos de grandes tragedias. Lugares que algún día me fascinaron y de repente dejaron de existir. El corazón roto de las ciudades. Qué rápido pasa todo: unos segundos, unos minutos, poco más. Pienso en esos periodos tan breves de tiempo que se hacen eternos.
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El diluvio de Centroeuropa ha arrasado pueblos enteros. Hay toneladas de recuerdos convertidos en basura. La memoria me traslada a otros lugares: Katmandú, Benarés, Lorca. Los templos y monumentos de Nepal que quedaron destruidos sólo dos meses después de que yo fuese a visitarlos. La última gran crecida del Ganges que cubrió de agua el ghat de las cremaciones en Benarés y los muertos se amontonaban por las calles de la ciudad sagrada. Yo había vuelto a la India después de casi treinta años y vi como el río sepultaba la vida. Vi también las cicatrices de la ciudad de Lorca. Las desgracias van dejando su huella, una herencia dolorosa. Hoy contemplo el futuro con temor e inquietud.
Cuando veo películas o releo novelas de ciencia-ficción descubro que la imaginación se queda corta. Me asomo a la realidad y tengo la sensación de estar viviendo una pesadilla. Supongo que a muchos nos sucede lo mismo, pero actualmente estamos tan habituados a las calamidades que ya nada nos sorprende. La realidad desborda la imaginación y por eso cada día cuesta más trabajo inventar historias. Estoy deseando viajar, pero está complicado volar a cualquier destino. Además cabe la posibilidad de que nos obliguen a pasar más tiempo de la cuenta en el lugar elegido. Qué contradicción oír decir esto a quien nunca le gustaron los billetes de vuelta. El mundo se ha transformado en algo sórdido y extraño. Lástima que no haya túneles del tiempo para volver atrás. Cuando la aventura era una tentación constante, una curiosidad inmensa, el fiel reflejo de la libertad. Las aventuras hay que ir a buscarlas, cuando vienen impuestas pierden la gracia. Vivir aventuras era el mayor de los placeres. El paso del tiempo tiene sus ventajas e inconvenientes, aunque ahora sólo veo lo segundo. No cabe duda de que con los años se gana experiencia, pero si a cambio perdemos inocencia y fantasía, ¿para qué sirve la experiencia?
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