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Hay una anécdota de la televisión de EE UU que viene muy al caso estos días, a costa de la catástrofe acaecida en Valencia. Cuenta ... John Langer en su libro 'La televisión sensacionalista' que allá a mediados de los setenta, los directivos de un canal de Nueva York se pusieron a comparar la cobertura del incendio de un orfanato por parte de tres cadenas. Uno se lamentó porque la emisora rival tenía las mejores imágenes, pero otro compañero le replicó: «Sí, pero nuestra monja llora más fuerte». Ilustra bien este pasaje el poder que la televisión aún mantiene para hacer cebo de cualquier desgracia humana.
La información televisada, siempre esencial, aumenta su interés indudable con ocasión de grandes desastres, pero también incrementa la oportunidad maldita de explotar cruelmente el lado emocional del mensaje, ese que a todos nos pellizca el corazón o nos hiela la sangre. Saber combinar el rigor, la mesura, la calidez y la corrección lingüística y formal en un infernal barrizal es cosa harto complicada; encontrar historias elocuentes sin regodearse en el dolor es también muy delicado.
Los presentadores y presentadoras desplazados allí, in situ, junto al batallón de reporteros jóvenes repartidos con las botas puestas por doquier, no lo tienen fácil. Han de mantener su estilo, ay, pero se ven sobrepasados, como todos, con lágrimas y dramas inimaginables. Si al suceso humano, atroz, o a la gestión torpe y cuajada sumamos las protestas lógicas, desesperadas, y la interesada presencia de algunos voluntarios proclives a la polarización y a explotar el odio, el cóctel resulta peligroso. Por eso, para no resbalar, quienes presentan noticiarios o programas estos días deben esquivar los lodos del populismo si ansían mantener su profesionalidad; hay otros, claro, que persisten en abonarse a la carnaza. En medio del fango, Matías Prats dio otra clase de cachaza ayer dando paso a un incólume y atinado Rey: «No hagáis caso a todo lo que se publica porque hay mucha intoxicación informativa. Y muchos interesados en que haya caos». Pues eso.
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