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Su vida está llena de giros. Y no solo en el escenario. Un día en Madrid, otro en Barcelona, otro en Benidorm y, cada vez que puede, vuelta a casa. Borja Rueda, malagueño del año en que España se reinventó, 1992, anda todo el día ... en AVE, así que quedamos en la estación María Zambrano a punto de salir al siguiente bolo. Bailarín que tiene siempre claro su siguiente paso, es uno de los coreógrafos más solicitados del país. Del Benidorm Fest a 'Tu cara me suena', pasando por los musicales del Teatro del Soho desde que diseñó los números de 'Company'. Un montaje que impresionó a Glenn Close.
–Nació en el 92. ¿De Curro o de Cobi?
–Ja, ja. Me pilló pequeño, pero me quedo con Curro.
–¿Dónde estudió?
–En Esaem, en la Escuela de Artes Escénicas. Empecé tarde porque ya tenía 15 años.
–¿Bailar siempre fue lo suyo?
–En el instituto fui buen estudiante y dibujaba, por lo que iba para Bellas Artes. Pero una amiga se apuntó a danza y me animó porque yo bailaba bien. Un verano probé y, a la segunda clase, me dije: 'Esto es lo que voy a hacer el resto de mi vida'. Lo tuve clarinete.
–¿Y cómo fue ese momento de 'mamá, quiero ser artista'?
–Pues vio que me hacía feliz y me apoyó desde el principio. Eso sí, soy cabezón y si empiezo mis estudios los termino, así que hice el Bachillerato de Humanidades en el Instituto Jacaranda de Churriana y la selectividad. Terminaba las clases a las tres y a las cuatro y media ya estaba en la barra de ballet. Mi madre es mi fan número uno.
–¿Cómo decide que, más que el escenario, lo suyo es estar detrás?
–Eso también lo tuve claro desde que empecé. Cuando me enseñaban una coreografía, yo pensaba cómo lo haría yo. Obviamente hice carrera de bailarín y estuve muchos años, pero poco a poco empecé con proyectos personales. Fue entonces cuando la coreógrafa de 'Tu cara me suena' –Miryam Benedited– me ofreció la plaza de ayudante. Me siento un afortunado, porque somos pocos los coreógrafos que vivimos de esto que es un trabajo de pico pala, pico pala.
–¿Mejor creando que actuando?
–Lo que me gusta de mi carrera es que he pasado por todos los escalones. Hay que tener los cimientos y tengo la fortuna de haber tenido y seguir teniendo a gente muy buena a mi alrededor. Sigo trabajando con Miryam, que ya es como mi madrina, mi amiga y mi todo.
–¿Qué es el baile para usted?
–El lenguaje que mejor hablo. Y es literal. Es la forma más grande que tenemos los bailarines de expresarnos. Tendré 80 años y, a poco que me pueda mover, seguiré bailando.
–¿Existe el paso de la felicidad?
–Ay, pues nunca lo había pensado. El paso de la felicidad te lo da, sobre todo, la gente con la que trabajas. Y muchas veces está al final, cuando terminas de bailar y estás con una cerveza en la mano.
–¿Qué proyectos lo han hecho feliz?
–Un montón. Con Ana Mena todo es especial y la dirección artística que hicimos hace dos años en LOS40 Music Awards con su transformación en Cenicienta moderna fue muy viral. Fue una de esas noches perfectas en la que todo encajó en su sitio. Y también guardo el estreno de 'Company' en Málaga porque fue una obra arriesgada y con Antonio (Banderas) dirigiendo y protagonizando. Cuando el público hizo esa ovación larguísima, fue espectacular.
–¿Y Banderas que hace mejor, bailar o hablar?
-Ja, ja. Me flipa la capacidad de Antonio para hablar, pero es que todo lo que cuenta es apasionante, porque tiene una carrera increíble. Pero además baila muy bien. Como los grandes, tiene mucho respeto por todas las disciplinas y siempre dice: «Yo no bailo, yo no canto». Pero él tiene esa capacidad de que le gusta tanto lo que hace, que se mete y es el mejor.
–¿Y cómo fue lo de su foto con Glenn Close cuando asistió al musical 'Company'?
–Pues fue muy gracioso porque al terminar la función me fui, pero me di cuenta de que me había dejado una bolsa en la butaca. Al volver vi que Glenn Close se había subido al escenario y lo primero que hizo fue dar la enhorabuena a todos y preguntar quién había coreografiado el musical porque le había encantado. Entonces todo el elenco se volvió al patio de butacas y me señaló, así que subí y estuvimos hablando. La gracia es que la foto me la pidió ella. Y le dije: «No, no, por favor, el que se quiere hacer una foto contigo soy yo».
–En la disco o en un bareto, ¿cómo bailamos los españoles?
–España es de los países en los que mejor se mueve el cuerpo. Te lo puedo asegurar. Hasta el más arrítmico en España tiene ritmo.
–¿A usted qué se le da mejor en la pista?
–Como diría mi madre, lo que me echen. Empecé haciendo teatro musical, pero lo mío era la danza. Me siento más identificado con la moderna y comercial, y si suena un temazo de Ana Mena o de Becky G, lo doy todo.
–¿El pasodoble está en tu catálogo de movimientos?
–Lo llevo tatuado en el alma, porque he tenido que bailar muchos. Cuando empecé en Málaga, trabajé en la compañía Teatro Lírico Andaluz e hice zarzuela por toda España. Me he 'bailao' 'La verbena de la Paloma', 'La Revoltosa' o 'El manojo de rosas', aunque no lo sienta exactamente mío. Pero solo la gente que puede controlar su cuerpo y bailarlo todo es la que puede construir en un montón de colores.
–¿Y para el baile urbano es obligatorio tatuarse?
–Ja, ja, que va. Yo no tengo ni un tatuaje. La verdad es que cuando veo esos brazos tatuados me parecen superchulos, pero no te hacen mejor bailarín.
–¿Y cuál es su kriptonita?
–El caos. Cuando se presentan cosas un poco caóticas, que pasa mucho en televisión y el audiovisual, las gestiono porque estoy acostumbrado, pero dentro de mí tengo a un enanito chillando.
–¿Y lo pasa mal cuando alguien entra o sale mal en un número?
–Lo paso mal, entre comillas. Como bailarín nunca me he puesto nervioso, porque si sale algo mal lo arreglo. Pero cuando eres el coreógrafo, le das el material al artista y ya es suyo. Y cuando alguien se equivoca, el error es humano y no me importa. Aunque te tengo que decir que, cuando alguien comete un fallo, nadie se da cuenta, solo yo. Lo del bastón y la serie 'Fama' es muy antiguo y ya no se lleva.
–¿Qué es lo peor que te ha pasado en un escenario?
–De todo. Con un musical por Latinoamérica, iba el primero y se me cayó el sombrero al público y tuve que seguir, aunque con la cabeza muy alta. En 'Tu cara me suena' me pegué un día un auténtico zambombazo, pero menos mal que nadie lo vio por lo quitaron en edición. Si no habría salido en todos los 'zapping'. Después nos reímos, pero en el momento se pasa fatal porque lo vives a cámara lenta.
–Anda entre trenes y aviones. ¿Qué echa de menos de la tierra?
–El mar. Cuando voy al teatro de Antonio a trabajar y lo veo a través de la ventana, es maravilloso.
–Ya mismo empieza con los ensayos de 'Gipsy', el nuevo musical del Teatro del Soho, va a poder mirar y hasta bañarse.
–En septiembre tenemos los ensayos de 'Gypsy', que es el trabajo perfecto. Aunque no me deja mucho tiempo libre, me permite volver, ver a la familia, los amigos o ir al Muelle Uno y Pedregalejo.
–Bueno, las nuevas generaciones ahora dicen que van a 'Pedre'.
–¡No me digas! Ahí ya me he perdido.
–Y la playa de Pedre, ¿para tomar el sol o también para bailar?
–Soy un malagueño murciélago, porque no soy de tomar el sol y siempre voy a la playa con la sombrilla. Hombre, lo de bailar, mientras no haya 45 grados, puede ser, pero prefiero nadar.
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