Bloqueo

Desde el pasado martes sufro confinamiento mental. Antes ya había notado ciertos síntomas sospechosos a los que no daba suficiente importancia. Me consolaba pensando que la imaginación también necesita descansar, pero pasaban los días y era incapaz de descubrir algo interesante que me llamara la atención para luego expresarlo por escrito. De hecho, desde hace cerca de un año sólo escribo estos cruces de vías todas las semanas. Cincuenta líneas, más o menos; cuatrocientas setenta palabras. Una página semanal sobre cuestiones personales o historias que suceden a mí alrededor. No invento nada, simplemente cuento anécdotas que me llaman la atención.

El bloqueo mental se extiende a otros aspectos personales, por motivos evidentes casi no me relaciono con nadie y cuando lo hago me quedo sin palabras. Yo había escrito sobre personajes ficticios que permanecían callados o dialogaban consigo mismos. Una voz interior que nadie escuchaba. Ahora me he convertido en uno de esos extraños personajes. No hablo, apenas escribo. Me desahogo una vez por semana en este periódico. No sé lo que usted pensará, si opina que he perdido la cabeza o que no consigo salir de ella porque se encuentra confinada dentro del perímetro cerebral. Es todo tan raro y complejo, quizá por eso no me salen las palabras, porque todo pierde sentido cuando me asomo a contemplar el mundo que nos rodea.

Desde que surgió el asunto del Covid-19 me eché las manos a la cabeza pensando en la influencia que la enfermedad ejercería en los colegas. ¡Qué horror!, pensé, el tostón que se nos viene encima. Y ahora resulta que soy yo el que no para de escribir sobre el único tema que me había propuesto evitar a toda costa. Trato de encontrar consuelo pensando que lo mío es distinto y que no guarda relación con la enfermedad infecciosa. Quiero decir que no hablo del territorio físico sino psíquico, lo que hace referencia a las sensaciones y percepciones que ocupan la mente y también aquello que alude a la memoria, los razonamientos, la manera de ver el mundo incluso con los ojos cerrados. Últimamente tengo la sensación de vivir en un piso interior sin ventanas, me refiero al bloqueo mental. Alguien que pierde la imaginación se queda vacío por dentro. No sé si me explico.

Me pongo a divagar sobre otras cosas con la intención de buscar nuevas ideas y conseguir liberar la mente de una vez por todas. Pero el intruso no cesa en su ataque hasta convertir la vida en una obsesión que invade el cerebro, lo acorrala, y eclipsa la fantasía. Estoy deseando que salga el sol interior aunque sea de noche y nos ilumine a todos. A ver qué pasa esta próxima semana, ojalá se aclare el horizonte, vuelva la imaginación y retornemos a la vida de antes. Cuando éramos felices sin darnos cuenta.