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Se figuraba Jorge Luis Borges el paraíso «bajo la especie de una biblioteca», pero la gran biblioteca de Málaga se metió –o la metieron– en un jardín de senderos que se bifurcan y que por fin parecen encontrarse después de más de 25 años. Esta vez, sí. Por fin se atisba la luz al final del largo túnel en el que permanece la Biblioteca Pública del Estado, cuyo traslado al antiguo convento y colegio de San Agustín ha cumplido en la segunda mitad de este año tan extraño pasos cruciales para pasar de los planos a los hechos. El último avance se conocía esta misma semana, con el anuncio de la licitación en enero de las obras para convertir el histórico inmueble en la sede estable de la institución cultural. Una profunda y cuidada recuperación, cuyas claves avanza SUR en primicia de la mano del arquitecto Luis Arranz, autor del proyecto.
La máxima que rige toda la actuación es clara: lo patrimonial prima sobre lo funcional. Es decir, estamos ante un proyecto de rehabilitación y a él debe adaptarse el destino del inmueble. «Este edificio tiene una larguísima historia y nosotros no somos más que un eslabón en ella», resume Arranz sobre la filosofía que preside toda la actuación sobre un inmueble cuyos orígenes se remontan al siglo XVI. «El uso como biblioteca ha cambiado mucho en los últimos años, desde la irrupción del libro electrónico hasta el uso de las redes. Ahora son centros con muchas actividades, muy vivos y así deben plantearse», lanza el arquitecto, con cuatro décadas de experiencia en el desarrollo de equipamientos culturales.
Y con el deseo de ser la casa de una institución «viva» la recuperación de San Agustín plantea varias novedades más que notables respecto a los proyectos anteriores. Por empezar por el principio, la entrada al público se hará por la calle Pedro de Toledo (perpendicular a la calle Císter), quedando el acceso por la calle San Agustín para el uso interno del personal de la institución y para zonas específicas cuyas actividades puedan tener un horario diferente al de la biblioteca, como el salón de actos. En Pedro de Toledo estará también la nueva fachada con una celosía de piezas de cerámica que recreará la apariencia de libros colocados en una estantería y que dejará pasar la luz al interior a través de una amplia cristalera.
La fachada está llamada a convertirse en el emblema visual de la futura la Biblioteca Provincial, como se conoce de manera popular a la institución de titularidad estatal y gestionada por la Junta de Andalucía. Justo el presupuesto andaluz ha soportado un gasto cercano a los ocho millones de euros para pagar el alquiler de la actual sede en la avenida de Europa. Allí se trasladó la biblioteca, tras su desalojo de la extinta Casa de la Cultura en la calle Alcazabilla, de manera «provisional» y allí acaba de cumplir 26 años.
La explicación a semejante demora hay que buscarla entre la desidia administrativa y la confrontación política que han hecho del antiguo convento agustino un arma arrojadiza, cuando uno una triste moneda de cambio entre las administraciones central, regional y estatal que debe coordinarse en la solución de esta carencia histórica de la provincia.
Ese trabajo conjunto ha cuajado por fin en los últimos meses. En julio llegaba la aprobación del proyecto por parte de la Comisión de Patrimonio de la Junta de Andalucía; en octubre, los Presupuestos Generales del Estado para el año próximo anunciaban una partida de 4,9 millones de euros y a principios de noviembre el Consejo de Ministros daba vía libre al Ministerio de Cultura para comenzar las obras, que comandará la Gerencia de Infraestructuras y Equipamientos.
Con el terreno administrativo, político y presupuestario al fin allanado, la Biblioteca Provincial enfila su esperada mudanza a un inmueble que pocos conocen tan bien como Luis Arranz, pieza clave junto al exdirector general de Bellas Artes Román Fernández-Baca en la reactivación de la iniciativa para llevar la Biblioteca a San Agustín. El golpe de timón se escenificaba en octubre de 2018. El Gobierno descartaba entonces el invasivo proyecto anterior y asumía el desarrollo de la reforma.
Arranz se ponía de nuevo al frente de un viejo conocido: «A finales de los años 80, el Ministerio de Cultura me encargó que estudiara el convento para adaptarlo a biblioteca. Por entonces el edificio era de la Diputación. Se retrasó muchísimo la cesión al Estado y el proyecto quedó obsoleto. Daba mucha importancia a la luz en las salas, ampliaba el tejado... No era tan conservador como el de ahora«.
Lo dice un arquitecto especializado en el desarrollo de equipamientos culturales vinculados al libro. No en vano, Arranz firma las Bibliotecas Públicas del Estado de Palencia, Cuenca, Ávila y Badajoz, además de la Biblioteca Regional de Extremadura, la Central de Vigo y las de Aranda de Duero y Vallecas. Y con ese amplio bagaje, Arranz insiste en la máxima que ha guiado todo el rediseño: lo primero es la conservación patrimonial del inmueble: «Lo importante es salvar el edificio. Hay que analizar qué es lo que mantiene su esencia y, a partir de ahí, darle un uso que no interfiera en esa esencia».
Las primeras actuaciones movidas por ese cambio de rumbo llegaban con las campañas arqueológicas en 2017. «Tras ellas vimos lo que había que conservar –esgrime Arranz– en el conjunto: los dos patios, el claustro, los artesonados de la época de Rucoba, la escalera principal, los azulejos, los suelos de baldosas hidráulicas...«. Ese cuidado por la conservación patrimonial incluye también los muros históricos levantados en perpendicular a la trama de la calle Pedro de Toledo, integrados en el futuro vestíbulo.
15,9 millones de euros (sin IVA), es el presupuesto del proyecto, que tiene un plazo de ejecución de 45 meses. Para 2021 hay prevista una partida de 4,9 millones.
26 años lleva la Biblioteca Provincial en un inmueble de alquiler situado en la avenida de Europa. El arrendamiento durante este tiempo ha supuesto un desembolso cercano a los ocho millones de euros.
420.000 documentos suman los fondos de la biblioteca, cuya colección incluye desde legajos del siglo XV hasta registros actuales
469.624 usuarios inscritos registra la entidad a cierre de 2019. Desde 2017 ha ganado 38.352 usuarios (un 8,89%).
Justo en la calle Pedro de Toledo estará una de las grandes novedades del proyecto, que fija por esa fachada el acceso público del edificio y no por la calle San Agustín como hasta ahora. Arranz explica el motivo esencial de la modificación: la primera soporta mucho menos tránsito que la segunda y con el cambio se pretende que cualquier usuario, al cruzar el zaguán de la Biblioteca, entre «en un pulmón, tranquilo, abierto, de relax y descanso« en medio del bullicio. Hablamos, claro, de la ciudad después de la pandemia.
La «fachada escultura» de celosía de cerámica y cristal en Pedro de Toledo dará paso a un amplio recibidor. Al lado, una sala de exposiciones también en la planta baja, comunicada por el claustro de mayor tamaño, destinado a sala de lectura y coronado por una nueva cubierta acristalada. «La cúpula estará colocada por encima del tejado, de manera que respire el edificio. Permite ver que estás en San Agustín y conservar los tejados de cerámica vidriada y de teja, los desagües históricos... Alrededor del claustro, en los corredores se abre un espacio diáfano en los dos pisos para destinarlo a la lectura y se ha previsto en la parte central un sistema de toldos parecido al que hay en la Aduana», sigue Arranz.
Todavía en la planta baja espera el salón de actos en el cuerpo que conecta los dos claustros. El de menor tamaño y más próximo a la calle San Agustín estará destinado al depósito de libros en la planta baja y en una parte del primer nivel, donde estarán las dependencias administrativas.
En ese mismo cuerpo del edificio, ya en la segunda planta, están previstas las salas para los clubes de lectura. Si el visitante emprende allí el camino hacia la otra parte del inmueble, encontrará el espacio para investigadores entre los dos claustros (y sobre el salón de actos), verá de nuevo la zona de lectura alrededor del patio interior y desembocará ya en Pedro de Toledo en los espacios diseñados para los archivos audiovisuales.
Y así, la Biblioteca Pública del Estado cambiará con su traslado a San Agustín los 3.305 metros cuadrados de su sede provisional por los 5.344,86 metros de su casa estable. «El edificio adapta a la perfección al uso como biblioteca», concluye el arquitecto, cuya mirada va más allá del medio plazo y de la tentación de la autoría: «Tenemos que plantear una actuación para que sirva para el uso de biblioteca, pero también para otros posibles usos en el futuro».
Un futuro menos sombrío que por fin vislumbra la Biblioteca. Ese paraíso no sólo para Borges, que sin salir de 'El poema de los dones' escribió cómo la felicidad se parece mucho a esas «tardes con muchos libros y a la sombra», como las que promete la futura sede de la Biblioteca Provincial.
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Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Jon Garay
Óscar Beltrán de Otálora / Gonzalo de las Heras (graphics)
Encarni Hinojosa | Málaga
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