El beneficio de la duda
Línea de Fuga ·
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Línea de Fuga ·
Si lo que quieren para la parcela del Astoria es un nuevo 'after' en el Centro, que lo digan, igual ganan seguidoresEste rincón del diario se llama 'Línea de Fuga' por dos razones básicas. Dos evocaciones distintas, pero complementarias. La primera tiene que ver con la necesidad de perspectiva, física y mental, con el deseo de ofrecer un espacio por el que puedan airearse la mirada ... y las ideas. La segunda conduce hasta un libro, 'El arte de la fuga', de Sergio Pitol, donde recuerda la frase de un personaje de Antonio Tabucchi: «No me dejen solo entre personas llenas de certezas, esa gente es terrible». Echo mano de esa frase como quien se aferra a un amuleto colgado del cuello ante un peligro inminente. Lo hago cada vez que surge un asunto polémico en el que todo el mundo parece tener clara su opinión, a favor o en contra, y del que se supone que yo también debería tener la mía, que para eso me dedico a esto. Pero no me sale. Me pasa por ejemplo con la parcela del Astoria.
Llevo media vida literal en esta casa, más de quince años en la sección de Cultura y más de diez escribiendo de los proyectos habidos y sin a ver en el Astoria y tengo la impresión de que todavía me faltan datos para decidir qué es lo mejor para ese recorte privilegiado de la ciudad. Demolida la cochambre, estos días ha cobrado vuelo la corriente que defiende no construir nada encima de los restos arqueológicos encontrados allí. Antes de conocer los informes detallados de los especialistas ya han llegado a la conclusión de que ese yacimiento es muy valioso y de que, además, dejar la parcela sin construir ofrecería una perspectiva inédita y hermosa de la ciudad desde la plaza de la Merced. Y cuando escucho esto último suena en mi cabeza una versión de Bambino, porque procuro olvidarme del agujero negro del túnel de la Alcazaba, de la escasa gracia arquitectónica de las construcciones aledañas, de los coches acelerando y los camiones de reparto en doble fila al costado de algo que hace mucho que dejó de ser una plaza. Podríamos hablar de la posibilidad cerrar al tráfico Álamos, la Merced y ese maldito túnel; de demoler incluso toda la fachada sur de la calle Alcazabilla para, entonces sí, liberar la vista de la Alcazaba y Gibralfaro desde el otro lado. Pero eso parece poco probable.
La idea peregrina de despejar el lateral sur de Alcazabilla incluye el cine Albéniz y enlaza en esta cabeza mía con el otro lado de la balanza, inclinado hacia la construcción en la parcela del Astoria, porque aquí nos gusta pensar que tendrá que ver con algún equipamiento cultural. Algo de eso había (poco, pero algo) en los planes del Ayuntamiento cuando aflojó en lo más oscuro de la anterior crisis (2009) más de 20 millones de euros para hacerse con el solar y después de más de una década de indecisión lo único que parece tener claro, siempre en la medida de las posibilidades del alcalde, es que ahí tiene que levantarse algo. Esa opción podría conjugarse con la integración de los restos arqueológicos en el futuro edificio. Hay diversos ejemplos felices a tiro de piedra milenaria. Pero el único proyecto encima de la mesa por ahora contempla en el Astoria, entre bares y comercios, un auditorio subterráneo. Y, hombre, si lo que quieren es nuevo ‘after’ en el centro, que lo digan, igual crece el número de seguidores.
Porque para sumar seguidores conviene tener las ideas muy claras. O, al menos, parecerlo. Y aquí se está terminando la columna y sigue sin salir una opinión diáfana, rotunda y varonil, digna de estos días de sentencia firme en las redes sociales y la barra del bar (por ahora), ajena al beneficio de la duda que te permite cambiar de opinión, llevarte la contraria con el que fuiste, o creíste ser, en otro tiempo. A mí me ha pasado con la rehabilitación de la Aduana, los mosaicos de Invader y el helado de turrón. Y me sigue pasando a cada rato con la parcela del Astoria. Quizá contenga multitudes, como decía Whitman. Multitud de dudas. Y eso aquí no se lleva.
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