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«Las chicas guapas siempre sonríen». Es la frase que escupe, en uno de los peores momentos posibles, el enloquecido personaje de Dennis Quaid en 'La sustancia' (o 'The Substance'), una película dirigida por la francesa Coralie Fargeat ('Revenge') que, desde su estreno, parece destinada ... a convertirse en un clásico de culto. Parte de ese impacto radica en la resurrección de la gran Demi Moore, quien regresa con fuerza tras años en la sombra, encarnando una venganza que se desata en un baño de sangre sobre la propia esencia de la adicción. Puede que Moore no haya nacido para este papel, pero su madurez le permite encarnar a una estrella que, ya en la cincuentena, enfrenta de primera mano el desprecio, el edadismo y la misoginia que Hollywood reserva para las mujeres que envejecen bajo una implacable mirada masculina. En contraste, el destino de los hombres en el cine suele ser diferente, aunque en La sustancia ningún hombre sale bien parado, sin importar su edad.
'La sustancia', ganadora del premio al mejor guion en Cannes, es una crítica radical que no admite medias tintas. La película oscila entre extremos: es sexy y repulsiva, hedonista y autodestructiva, divertida y dramática, hermosa y repugnante. Se mueve con soltura entre lo clásico y lo posmoderno. Un cuento de hadas que se transforma en pesadilla. Es un duelo entre dos egos que, en el fondo, son uno solo. Hay gente que se sale del cine. El filme está lleno de referencias cinematográficas y homenajes —algunos sutiles, otros más evidentes— a Hitchcock (con planos que evocan a 'Psicosis', o el tema de la mujer desdoblada en 'Vértigo'), Kubrick (desde '2001' hasta 'El resplandor', coronada ya como la película de terror más influyente del siglo XX), con guiños a David Cronenberg, David Lynch o Brian De Palma, la película se mece en el movimiento New French Extremity, que aglutina las obras más extremas de directores como Gaspar Noé, Bertrand Bonello o Christophe Honoré. Además, 'La sustancia' se alinea con recientes obras del 'body horror' como 'Titane', de Julia Ducournau, o 'Sangre en los labios', de Rose Glass. Ahora son las directoras quienes lideran la exploración de este subgénero de terror, que distorsiona el cuerpo humano hasta lo grotesco.
Demi Moore, a quien llaman «vieja» desde principios de siglo (cuando cumplió 40 y empezó a salir con Ashton Kutcher, 15 años menor que ella), parece destinada a llevarse grandes premios esta temporada por su papel de Elisabeth Sparkle, una famosa actriz y monitora de fitness (¿o es pilates?) cuya carrera se desmorona mientras la admiración del público se transforma en indiferencia. Desesperada, acepta administrarse un producto que le permite «parir» por la espalda a un bellísimo alter ego, Sue, interpretada por Margaret Qualley (hija de Andie MacDowell), quien brilla en su papel como un reflejo de Dorian Gray. La aplicación de esa sustancia tiene sus requisitos y la situación se complica. Cada plano y cada movimiento de cámara están cuidadosamente diseñados, oscilando entre la estética del videoclip y la serie B. A nivel sonoro, la película es un prodigio, y el pulso narrativo mantiene al espectador en un constante estado de tensión. Si bien puede parecer repetitiva y los últimos 20 minutos rozan el exceso, como si la propia historia se hubiera devorado a sí misma, 'La sustancia' se erige como la película más revolucionaria del año: social, femenina, inteligente y profundamente asquerosa.
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