La pintura de Barceló se evapora en la Aduana

Escribió Erik Satie que la evolución musical tiene cien años de retraso respecto a la evolución de la pintura. La cita abre las páginas de 'Pensamientos verticales' (Caja Negra), el libro que reúne los escritos, conferencias y divagaciones de Morton Feldman. Uno de ellos se titula 'La ansiedad del arte' y ahí el compositor norteamericano cerraba de alguna manera el círculo abierto por Satie al sostener que la música no ha tenido un Rembrandt y que, por tanto, «los músicos siguen siendo apenas músicos».

Pocos como Feldman han estrechado las lindes entre la música y la plástica contemporánea en sus aportaciones teóricas, pero también y sobre todo, en su propia obra. Y esa ligazón, incluso el eco de algunas notas de Feldman, resonaba en el patio interior del palacio de la Aduana mientras caía la tarde del viernes y el artista balear Miquel Barceló y el músico francés Pascal Comelade presentaban la intervención efímera 'Despintura fònica'. Porque ante una audiencia de poco más de 120 personas, la pintura de Barceló se evaporaba en el sentido literal de la expresión, al modo de algunas piezas de Feldman.

Barceló y Comelade comparecían en la sede del Museo de Málaga de la mano del Museo Picasso Málaga (MPM), que presentaba el pasado mes de enero la exposición 'Metamorfosis' de Barceló, en cartel hasta el próximo 26 de septiembre. El proyecto debía haberse inaugurado el año pasado, pero la pandemia obligó a su aplazamiento. Incluía junto a la muestra una performance a cargo del balear, que ahora «cumple su promesa», como recordaba en los compases previos a la performance el director artístico del MPM, José Lebrero.

Sostenía Lebrero que 'Despintura fònica' pone ante los ojos del público «algo tan antiguo, misterioso, atrevido y mágico como la creación» a través de «una experiencia única que Barceló regala a Málaga». Al fin y al cabo, el acceso era gratuito previa solicitud a través de la web del MPM, cuya plana mayor ocupaba las primeras filas de asistentes a la cita con el artista contemporáneo español de mayor relevancia internacional, que estrenó esta acción en el Museo Picasso de París para llevarla luego a Bangkok, Kioto, Salamanca y Zúrich antes de ofrecerla en Málaga.

Aparecía Barceló con ropa clara y deportivas rojas y empezaba a enarbolar esponjas de distintas formas en la punta de varias pértigas. Mojaba los rulos y esferas para que fueran empapando el enorme lienzo en blanco que tenía delante. Luego difusores. Todo en un gris oscuro casi negro que iba modulando su gama cromática según el manejo del balear, acompañado en los primeros minutos por una banda sonora intensa y eléctrica.

Trazaba Barceló una horizontal en la parte alta del lienzo que iba chorreando la pintura mientras perfilaba distintas formas por la superficie blanca. Y así, de la media hora que ocupó la acción, Barceló actuó durante algo menos de la mitad de ese plazo. El resto quedó para la pura contemplación del proceso de desaparición de la pintura, mientras Comelade acometía una partitura ahora más pausada y etérea, más desnuda.

Y eco de Feldman, sus palabras en 'La agonía del arte' sobre ese misterio de la creación glosado por Lebrero poco antes: «...Persiste la sensación de algo inminente. Y lo inminente, descubrimos, no es ni el pasado ni el futuro, sino sencillamente... los próximos diez minutos. No podemos ir más lejos que eso, y no lo necesitamos«. Y parece que Feldman haya llegado a esa conclusión aquí al lado, viendo desaparecer la pintura de Barceló.

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