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Todo se transforma nada más abrir los grandes ventanales de la segunda planta. El escritorio está intacto. Se percibe cómo los lápices y bolígrafos que conviven en alguna que otra taza tienen algo que contar. Incluso alguna nota escrita a mano reposa aún en la ... mesita de noche donde el descanso daba paso a las horas de creación de Antonio Gala. Frente a su escritorio, un sofá de tonos verdes era el encargado de recibir las visitas de grandes personajes del mundo literario. Y así, un año después de su fallecimiento, la finca de arquitectura campesina del siglo XIX que cautivó al escritor a finales de los 80 convirtiéndose en su lugar secreto, sigue manteniendo su presencia.
Fue en los últimos años en vida del periodista cuando el Ayuntamiento de Alhaurín el Grande adquirió la Baltasara–conocida como la Casa Museo Antonio Gala–para convertir esos 30.000 metros cuadrados de finca en un espacio cultural multidisciplinar. El verano llegó a la residencia privada de Gala entre el olor a romero, lavanda y jazmín, pero no lo hizo solo. Con él llegaron dos jóvenes creadores de la Fundación Antonio Gala para hacer que este lugar vuelva a ser una casa de artistas.
Escribir, escribir y escribir. Eso es lo que el maestro de las letras hacía entre los recovecos de la Baltasara. Y eso mismo es lo que ha estado haciendo durante el mes de junio Ana Belén Andrés (Zaragoza, 1994), quien ha permanecido desde octubre hasta mayo en el convento el Corpus Christi, del siglo XVII en Córdoba, sede de la Fundación Antonio Gala donde los jóvenes creadores trabajan aislados y reunidos a la vez, intercambiando experiencias con pintores, músicos, escritores y escultores. Desde que el Consistorio adquirió en 2020 la casa veraniega del escritor, la finca ha estado cada vez más ligada a la fundación. Sin embargo, este mes de junio ha estrechado sus lazos con la primera beca-residencia artística en colaboración con la entidad cordobesa como parte del proceso formativo de los jóvenes creadores.
La primera apertura de la Baltasara para reconvertirse en un lugar de inspiración ha sido para recibir a la zaragozana junto al artista visual Zhenxiang Zhao, (Shaanxi, China, 1996), ambos pertenecientes a la promoción número 22 de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores, como una extensión de su beca para continuar en el desarrollo de sus proyectos personales.
«Poder residir durante un mes donde vivió Antonio Gala es un honor, sabiendo además que fue aquí donde escribió en 1990 'El manuscrito carmesí', su primera novela», asevera la escritora, quien además de trabajar en su obra, ha escrito dos relatos sobre el pueblo y participado en el club de lectura de la localidad. «Ha sido increíble estar aquí, sobre todo para poner un cierre de oro a nuestra residencia en la fundación de este año, aunque es verdad que la Baltasara inspira de una forma diferente, sentimos la presencia de Gala», asegura la joven, quien ha convertido el jardín del cordobés en su lugar seguro, levantando sobre los terrenos paralelos al Río Fahala, los cimientos de su nueva novela 'El manuscrito perdido'.
Por su parte, Zhao, quien se llama a él mismo Axel tras varios años viviendo en México, ha convertido los alrededores de la casa de Antonio Gala en un espacio donde la naturaleza y la performance artística convergen casi sin planearlo. El arte del artista visual abarca desde la performance y la danza hasta manifestaciones audiovisuales, explorando las profundidades de la identidad contemporánea.
Zhenxiang Zhao
Artista visual
«Estoy desarrollando un proyecto que sigue una línea de investigación marcada por la IA, robótica, coreografía y elementos audiovisuales, trato de comprender la intersección entre el arte y las tecnologías emergentes, reflexionando sobre cómo las identidades individuales se entrelazan y se interrelacionan en el mundo actual», explica a SUR el joven mientras muestra una muñeca con plumas en forma de alas que se activan y giran con un mecanismo que él mismo ha inventado.
Cada día durante el mes de junio, los dos artistas han organizado su tiempo para trabajar en sus proyectos, aprovechando la oportunidad de hacerlo en la casa de uno de sus mayores referentes. «El alma de Antonio Gala está en todos lados», sostiene Zhao, quien tiene claro que este mes ha pasado demasiado rápido–más de lo que les gustaría–pero han hecho de este rincón de Alhaurín el Grande, un impulso para su futuro artístico. «Ahora toca continuar con nuestras vidas, pero sin duda con esta experiencia tenemos claro que tenemos que seguir dedicándole tiempo a la creación», añade la zaragozana despidiéndose de los árboles que, en parte, la han visto crecer.
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