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El bailaor Carrete, rodeado de los letreros luminosos de Times Squares. EloraFilms
Las andanzas del bailaor Carrete, un Quijote gitano en Nueva York

Las andanzas del bailaor Carrete, un Quijote gitano en Nueva York

Flamenco ·

El malagueño cumple su sueño de bailar en Manhattan como invitado de Miguel Poveda. Un emotivo viaje que registra la cámara de Jorge Peña

Domingo, 10 de abril 2022, 01:24

Ha bailado con su paraguas a lo Gene Kelly bajo el cielo lluvioso de Central Park. Se ha sentido como su adorado Fred Astaire paseando por Times Square. Y por fin ha mirado a la cara a la Estatua de la Libertad, la misma que guía su flamenco. Siempre con su sombrero de patriarca gitano, su abrigo modelo «gánster» y su pañuelo de lunares al cuello. «Voy vestido tan guapo y tan señorial que la gente se extraña», dice. Como si fuera un personaje de otro tiempo, como un protagonista de una de esas películas de los años 50 que veía de niño cuando se refugiaba del frío en el Cine Rialto. «Se me han abierto otra vez las ganas de mi vida, las ganas de bailar», cuenta el tío Carrete «muy feliz» desde la ciudad de los rascacielos.

A sus supuestos 82 años (su edad real sigue siendo un misterio), el bailaor malagueño cumple el sueño de taconear en Nueva York. Un «lío 'mu' bonito» que le debe al director malagueño Jorge Peña y a la productora EloraFilms, que se han propuesto ayudarle a realizar el deseo de culminar su carrera artística en la Gran Manzana y registrarlo todo en un documental. Se llamará 'Quijote en Nueva York': Carrete es el caballero andante gitano de nuestro siglo.

José Losada, su nombre real, nunca ha tenido una vida fácil. Ha pasado por muchas fatigas desde crío, por dramas personales (la muerte de una mujer y de un hijo) y hasta por la cárcel, pero jamás perdió la ilusión de llevar su arte a la «capital del mundo». Como un auténtico Quijote, un idealista pese a todo. La cámara de Jorge Peña lleva meses recorriendo junto a Carrete el camino hacia el momento cumbre de su carrera: su actuación como artista invitado en el concierto que Miguel Poveda ofreció este viernes en el Teatro Skirball Center de Manhattan, dentro del Flamenco Festival de Nueva York.

«Ahí va a romper mi vida, me va a abrir camino», comentaba horas antes de subirse al escenario con el mismo cantaor que hace 20 años iba a verle a él bailar al tablao Los Tarantos de Torremolinos. «Te lo mereces», le decía Poveda en la conversación previa que tuvieron para coordinar su aparición en escena. «Fue un momento precioso. Fue ahí cuando Pepe entendió que había llegado a cumplir su sueño y que hoy lo que le espera es, como dicen los flamencos, gloria bendita», relata Jorge Peña. Y así fue. Por tarantos y con su característico número de la silla, Carrete puso Nueva York a sus pies. Fueron doce minutos para la historia. Un éxito rotundo con el teatro entero levantado para aplaudir al maestro Poveda y a su invitado estrella. «No me creía yo llegar a estos extremos, me recibieron con los brazos abiertos. Nos echamos a llorar porque fue algo lindo. Estoy muy feliz, es una cosa de ensueño», declaraba aún emocionado a la mañana siguiente.

Carrete, paseando por Central Park y con Miguel Poveda en el teatro. EloraFilms
Imagen principal - Carrete, paseando por Central Park y con Miguel Poveda en el teatro.
Imagen secundaria 1 - Carrete, paseando por Central Park y con Miguel Poveda en el teatro.
Imagen secundaria 2 - Carrete, paseando por Central Park y con Miguel Poveda en el teatro.

Fue el punto álgido de una aventura cargada de «monólotas», como 'el tito' llama a las anécdotas en su particular vocabulario. Cuenta entre risas Paco Roji, uno de los carretianos que le acompañan en este viaje, que de la Novena a la Quinta Avenida se han perdido «¡diez veces!». «Esto no es Torremolinos», apostilla con una carcajada. Carrete admite a su lado que ya tiene el «cuello como una gaviota» de tanto mirar hacia arriba para ver el final de los edificios en sus paseos.

Caminatas en las que no pasa inadvertido. En una tienda de pianos de la marca Steinway & Sons se sentó en un banco y se puso a zapatear con la música clásica que sonaba de fondo. «Los dependientes se han quedado flipados con la capacidad que tiene de seguir el ritmo de Mozart con los pies», explica Roji. Pero no tiene que hacer nada, él destaca con su simple presencia. «Cómo va vestido, cómo anda y el aura que desprende es único», apunta. Y su figura espigada y de elegante negro llama poderosamente la atención entre los letreros luminosos más famosos del mundo. «Me miran por 'tos laos'», asegura el bailaor malagueño.

Declara estar «maravillosamente» bien. Siente que está viviendo «algo de otro mundo» rodeado de personas «sencillas, normales y humildes». «Es curioso», añade sorprendido cuando detalla esas cualidades, como si en su cabeza esperara algo sobrenatural de las gentes de aquel lugar.

Nueva York es la última parada de un rodaje que se ha alargado cuatro años por la irrupción de la pandemia y que inmortaliza la capacidad de resiliencia de uno de los personajes más singulares del baile flamenco. «Con Carrete todo es fácil», reconoce el director. Detrás de este proyecto hay una historia familiar que Peña conoció hace no mucho: en la España de los años 40, cuando Carrete era un niño de la calle que pedía limosna, su abuela le ayudaba y le compraba bocadillos de chorizo. Y tirando del hilo descubrió una vida de película que nadie hasta ahora había filmado.

Algunos pueden pensar que este es el broche final a su carrera, pero se equivocan. Para Carrete esto no es más que un nuevo comienzo. «Con la edad que tengo, que no sé cuál es, todavía me quedan fuerzas para seguir desarrollando todo mi arte que tengo para esta vida. Me encanta Nueva York, esto se tiene que repetir».

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