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El ámbito de la cultura ha respirado tranquilo tras conocerse la semana pasada los planes del Ayuntamiento en la municipalización del CAC. A última hora ... y contra todo lo afirmado hasta entonces, el Consistorio solventó el conflicto laboral suscitado con los trabajadores por el cambio de la gestión privada del centro al modelo estrictamente público. A eso se unió la gran decisión de aprovechar el capital de un centro de arte contemporáneo con un evidente atractivo entre el público para engullir al Museo del Patrimonio Municipal (MUPAM), un espacio sin definición y sin personalidad cultural. Un acierto de cara al futuro de la institución, que ayer mismo se aprobó en Junta de Gobierno local. El plan es que esta ampliación de espacios -también incluye las salas de La Coracha- y horizontes reabra en 2026 bajo la nueva denominación MuCAC. Y esto último es lo que ha causado más sorpresa: la renuncia a una marca propia, consolidada y de prestigio, cimentada en dos décadas de exposiciones y más de 6,6 millones de visitantes desde su fundación en 2003.
La trayectoria del CAC en estos veintipocos años ha sido brillante, en un principio, y discreta, en lo reciente. Existe consenso con que lo mejor se vivió en la primera década y algo (con nombres en sus paredes como Anish Kapoor, los hermanos Chapman, Marina Abramovic, Gerard Ritcher, Louis Borgois, Kara Walker o Simon Starling, entre otros), mientras que en la segunda languideció con un piloto automático que trató de mantener el nivel expositivo con dignidad y vergüenza torera, salpicada por algún artista de primera línea internacional como Julián Schnabel y Sean Scully. Que el CAC fue de más a menos es una evidencia, un proceso paralelo también a la incomunicación cada vez más manifiesta entre la empresa concesionaria desde su fundación, Gestión Cultural y Comunicación, y el propio Área de Cultura del Ayuntamiento de Málaga. Un enfrentamiento que acabó en guerra fría y que ha pesado (y mucho) a la hora de acabar con la gestión privada del centro y su rescate municipal.
Por el camino también se vivieron acusaciones de gestión opaca y poco transparente del centro expositivo. Tormentas que llegaron a los plenos de la Casona del Parque, donde la oposición aireó las diferencias y contradicciones entre los gestores y el propio equipo de Gobierno. Precisamente, en un pleno se aprobó en 2017 que la marca CAC Málaga-Centro de Arte Contemporáneo pasase a ser propiedad del Ayuntamiento de la capital al constatarse que la dueña de esta denominación era Gestión Cultural y Comunicación, fundada y dirigida por Fernando Francés. Entonces, el valor de este sello cultural no se ponía en duda e incluso se reclamaba para la ciudad que lo había creado y pagado a razón de tres millones y pico de euros al año. El traspaso del nombre se hizo realidad en 2019 cuando esta misma empresa volvió a ganar el concurso público para la gestión del CAC por los cinco años que se acaban el próximo miércoles 18.
Esa reivindicación del CAC como una seña de identidad propia e influyente contrasta con su nueva consideración maldita y su renuncia ahora sin que se justifique el cambio. Da la impresión de que en la decisión de la nueva denominación ha pesado más el impulso visceral de romper con la etapa anterior asociada por completo a Gestión Cultural y Comunicación y a Fernando Francés, que la visión de conservar una marca que pertenece a Málaga y no a un privado. ¿No hubiera sido más sensato tomar posesión de esa etiqueta, aprovechar su crédito y ampliarlo en lugar de partir de cero?
La elección de MuCAC también tiene sus lecturas. Analizando el término, con el 'Mu' de museo y también de 'MUPAM' por delante, el mensaje es confuso porque parece que el cuestionado Museo del Patrimonio Municipal es el que absorbe al CAC y no al revés. A lo que se une que conservando las siglas CAC en la nueva denominación solo se ha intentando lavarle la cara a la operación. Parecer otra cosa para decir lo mismo. Y para eso, mejor dejarle el sello original. Desde luego, la elección del término MuCAC no parece un distintivo ganador o con gancho para destronar lo que ya es una realidad entre los malagueños. Todo apunta a que le seguiremos llamando CAC. Como el Hospital Regional Universitario de Málaga, que nadie conoce salvo que le digan Carlos Haya.
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