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Ayasa Kajiyama es japonesa y llegó al flamenco, no por casualidad, pero casi, cuando en la adolescencia buscaba una forma de bailar que se adaptara a su formación clásica y que tuviera una conexión con la tradición, la cultura y la idiosincrasia de un pueblo. Ahora acumula premios y actuaciones por tablaos tanto en su país como en España y el próximo sábado protagoniza una 'masterclass' en el Estudio de Baile Flamenco Marina Aranda para el que aún están abiertas las reservas en info@marinaaranda.es o en el teléfono 616285250.
Kajiyama, en su país, formaba parte del equipo nacional de natación sincronizada. No llegó a participar en unos Juegos Olímpicos porque sufrió una lesión en el hombro que, junto a su descontento con la presión asociada al deporte profesional, la apartó de la competición. Estaba familiarizada con el baile: una de las materias obligatorias de su especialidad deportiva es el ballet clásico, pero éste en realidad no la apasionaba. Así que, experimentando, se apuntó a hip-hop, pero comenta divertida que su madre se reía de ella cuando la veía porque, acostumbrada a la disciplina postural que impone el ballet clásico, no era capaz de soltar su cuerpo, que no parecía no fluir como debería hacerlo.
Acabó recalando en una escuela de sevillanas de su barrio de Tokio: la profesora venía también del baile clásico y su técnica le era más familiar. Empezó como hobby, iba una vez a la semana, pero conoció a un bailaor cordobés, Benito García, que vivía en Japón y tenía allí una escuela y abandonó la de su barrio para sumarse a la del español. Ahí fue donde sintió la verdadera conexión con el flamenco, porque la instrucción de García no se limitaba a la coreografía: «Él enseña la cultura, la esencia de la mujer andaluza; tú tienes que saber de dónde vienen los movimientos o el porqué de las letras», reflexiona Kajiyama.
A partir de ahí llegaron los premios que ganó y las becas que obtuvo para venir a España a estudiar flamenco. Ya lo intuía desde cuando estaba en Japón, pero fue en Andalucía donde confirmó que lo que le gusta es mezclar la técnica y la forma, es decir, el baile más académico con el de la calle.
Durante los últimos años ha vivido a caballo entre España y Japón. Y si al principio no era consciente del choque cultural, ahora a veces sí pide menos intensidad a los españoles y algo más de expresividad de sus sentimientos a sus paisanos nipones, bromea.
Su país es el segundo del mundo con más afición al flamenco. Y ella se ha imbuido tanto del espíritu español, andaluz y malagueño, que incluso habla el idioma no sólo perfectamente, sino con todos los modismos propios de esta zona del sur de España donde se ha instalado ya definitivamente junto con su pareja, un bailaor al que admiraba desde mucho antes de conocerse, Sergio Aranda. Cuenta que empezó a hablar español prácticamente de la noche a la mañana después de meses de inmersión absoluta entre españoles y sin contacto con sus compatriotas. Aunque ahora pasará temporadas en Japón para afianzar su nombre y su arte también allí, quiere abrirse camino y consolidarse en Málaga formando parte del circuito de tablaos, que cree que aquí es más estrecho que en Granada, en Sevilla o en Madrid –donde también actúa–, pese a que en la provincia ve un fuerte potencial, tanto por la abundancia del turismo como por la afición de los locales.
Su familia nipona tenía asumido que ella no iba a tener una vida «normal», dado que desde muy pequeña había inclinado sus pasos hacia el deporte de alta competición. Pero incluso fue su padre, también muy viajero e inquieto en la juventud, quien la animó a viajar a España cuando se estaba iniciando en el flamenco, siendo aún menor de edad, por lo que le tuvo que firmar una autorización para que pudiera montarse en el avión que la traería por primera vez a este país.
La 'masterclass' que prepara Ayasa Kajiyama para el próximo sábado será divertida y participativa, anticipa. Bailará por tangos, un palo del flamenco muy festivo, como también lo son las bulerías o las rumbas. Será, por tanto, casi una celebración que tendrá lugar en la escuela de flamenco de Marina Aranda, abierta a pocos pasos de La Térmica desde 2021, cuando la pandemia estaba dando sus últimos coletazos, después de que esta también bailaora y cantaora estuviera dando clases online durante el confinamiento.
Ahora Aranda tiene ochenta alumnos de todas las edades y de todos los niveles y considera que su escuela ya está consolidada en su barrio y en el circuito flamenco local. De hecho, de vez en cuando organiza 'masterclass' con primeras figuras. Aunque pide, para que crezca la masa crítica de la afición, que la oferta se adapte a los gustos de la demanda extranjera y nacional –como lo ha hecho por ejemplo en cuestión de horarios: los espectáculos ya no arrancan a las doce de la noche porque la gente cada vez trasnocha menos–, pero sin olvidar las esencias.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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