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Quienes la conocen identificarían ese salón como suyo al instante. Apenas quedan huecos para más libros (suyos y ajenos), en la estantería ocupa un lugar ... destacado un pequeño busto de Homero y a un lado de la mesa descansa ese sombrero modelo gánster de cine de los años 30 que ya forma parte de ella. Aurora Luque recibe en su casa días antes de ingresar como académica de número en la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo. La poeta, traductora, ensayista y experta en filología clásica dedicará este jueves en el Museo de Málaga su discurso a una figura que aúna las dos causas por las que ha luchado toda su vida, la literatura y el feminismo: la escritora María Rosa de Gálvez, la más olvidada de los ilustres Gálvez ('Pensamiento ilustrado y referencias clásicas en la obra literaria de doña María Rosa de Gálvez y Cabrera').
–¿Por qué María Rosa de Gálvez?
–Porque es una escritora malagueña. Una escritora, además, de una familia muy notable de Málaga, la de los Gálvez, que en los últimos años ha sido objeto de una atención por parte de historiadores que merecía desde mucho antes. Hay una gran labor de rescate de sus figuras más prominentes, excepto sobre ella. Y me interesa también como representante del pensamiento político y literario de la Ilustración. Es una época a la que estamos muy ligados porque compartimos los objetivos sociales, políticos y culturales de aquel periodo. Somos quienes estamos plasmando históricamente la utopía ilustrada. Pero la literatura de la Ilustración no la estudiábamos en nuestros manuales, pasábamos de puntilla sobre sus autores porque la del XVII y XIX se veía como más española y nacional. Una visión muy equivocada.
–María Rosa de Gálvez era una mujer en un terreno de hombres. Como usted ahora: de los 38 académicos de número, solo ocho son mujeres.
–Sí, es una realidad que ha estado en todas las instituciones de este país. El proceso de cambio de esa realidad será paulatino, pero hay ya una conciencia de que no es una situación justa.
–Sorprende que siga siendo una rareza una mujer en una Academia de Bellas Artes.
–Quizás por eso también la fuerza simbólica de María Rosa de Gálvez. Ella sí que estaba sola. Cuando se atribuye la frase 'yo solo' a Bernardo de Gálvez cuando entra con el bergantín en la bahía de Pensacola y conquista la plaza a los ingleses, ese podría ser el lema de María Rosa de Gálvez. Realmente estaba muy sola. Y se quedó muy sola en la historiografía literaria posterior, siendo una figura literariamente muy buena. Si no construyera sus obras con arte y con un verso gallardo, brillante y poéticamente muy válido, no me ocuparía de ella.
–¿Aún hay que justificar eso, que no lo hace por ser mujer?
–Todavía hay que hacerlo o se tiene como primer pensamiento. Las cosas no llegarán a una normalidad democrática aceptable hasta que se deje de pensar eso, que las mujeres se ocupan de las mujeres o que somos bichos raros a lo largo de la historia. No somos excepciones, se nos convirtió en excepciones.
–¿Hace falta una perspectiva de género en la Academia?
–No la conozco por dentro, todavía no he entrado. Pero es la sociedad entera la que necesita que los hombres sean feministas. Cuando sea signo de orgullo decir 'soy feminista', entonces este país será normal, será democrático del todo. El feminismo es un desarrollo de los principios de la democracia. ¿No está la igualdad entre los principios fundamentales? Quien dice 'yo no soy feminista' está diciendo 'yo no soy demócrata'. Hay artilugios mentales por los que eluden esa responsabilidad de aceptar el feminismo, porque se ha hecho de mala fe una propaganda del feminismo como un movimiento enloquecido, cuando no hay nada menos violento que los logros feministas a lo largo de la Historia.
–¿Qué papel tiene una Academia de Bellas Artes hoy día?
–Una de las misiones que tiene es vigilar los desmanes artísticos. En una ciudad como Málaga vendida al turismo de masas, con unos atracos al urbanismo, una corrupción del centro histórico, un avasallamiento por parte de capitales extranjeros que compran edificios enteros y se están apropiando de la ciudad… un control de esos desmanes contra las bellas artes y la arquitectura puede ser muy útil. Y Málaga está muy expuesta a los disparates, como esa Torre del Puerto. Qué cosa más insolente, innecesaria y antiestética. Y, además, las academias aportan con sus publicaciones, con sus eventos y con sus tertulias, con esa cosa tan importante que hemos descubierto ahora como es el encuentro vivo. Un debate tratado en vivo crea una atmósfera especial donde las ideas parecen fructificar de una manera más palpitante.
–Mujeres como María Rosa de Gálvez abrieron el camino; pero, ¿se ha sentido discriminada en algunos círculos poéticos por ser mujer o eso está ya superado?
–Sutilmente sí. En algunas cosas que no podría contar porque implican a personas vivas, sí ha habido casos; no sangrantes, pero sí dañinos. Me he defendido con mi formación y con el absoluto entusiasmo y la absoluta certeza de que es bueno ser ambiciosa, en el sentido noble en el que también lo era María Rosa de Gálvez. Ella quería escribir y yo quiero escribir desde niña. Nadie me ha parado los pies, en una sociedad que por supuesto no era la de la dictadura. El intelecto de las mujeres era tratado durante el franquismo con absoluto desprecio. Y esto los jóvenes tendrían que saberlo y se les tendría que decir con muchísima claridad en los institutos. Yo he tenido la suerte de empezar a vivir y crear en la Transición.
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