AishoNanzuka

El artista malagueño sin rostro Imon Boy debuta en Asia: casi todo vendido en cinco días

El artista malagueño expone su primera individual en Hong Kong, una colección de piezas que rompen con su imagen de grafitero y muestran su conexión con la playa

Jueves, 11 de enero 2024, 00:05

Siempre se le asocia con el mundo del grafiti. «Pero no soy un artista que hable solo de eso», deja claro. Imon Boy reivindica su ... extenso mundo creativo en su primera exposición individual en Asia. El artista malagueño, que mantiene en secreto su identidad, acaba de inaugurar 'We have it all' en la galería AishoNanzuka de Hong Kong, la puerta de entrada de muchos artistas -como Javier Calleja y Julio Anaya- al potente mercado asiático. La muestra se abrió hace apenas cinco días y ya está casi todo vendido.

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'We have it all' es el álbum pictórico de una de sus grandes aficiones, el snorkel. Su característico personaje de cabeza ovalada y grandes orejas saluda al espectador con todo el equipo de buceo colocado para después sumergirse en un colorido fondo marino plagado de peces. Le veremos también al atardecer, saliendo del agua y dándose el último chapuzón del día; con las tablas de surf y con amigos pasando el rato frente al mar. Es un reflejo de sí mismo y del ambiente que le rodea. Porque, como el joven artista ha dicho en más de una ocasión, lo que pinta habla sobre él y su generación: «Mis cuadros se podrían entender como un diario». En este caso, de la vida junto al mar. «Vivo donde la gente viene a pasar sus vacaciones», explica. Un lugar, que como toda la Costa malagueña, se transforma en verano con un aluvión de nuevos visitantes con los que se entablan relaciones «exprés» que a veces duran para siempre.

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«He hecho breves conexiones con personas toda mi vida. Conozco a alguien un verano y probablemente no lo volveré a ver hasta el siguiente. Hasta que un día no regresan -el chico extranjero que vino de vacaciones y salió a pintar conmigo- o la chica que tanto te gusta pero en el mejor momento vuelve a su ciudad», detalla en el catálogo de la exposición. Y añade: «Todos ellos me han influido de alguna manera y sé que yo también les he influido a ellos». Esta forma de relacionarse, asegura, le ha enseñado a valorar el aquí y ahora, esos instantes de felicidad y «momentos de 'carpe diem'» que plasma en sus obras.

En las 16 piezas que componen la muestra (ocho lienzos de diferentes tamaños y ocho dibujos en los que interviene páginas de cómics y revistas), solo aparece un policía en una de las pinturas en papel. En otra obra se intuyen sprays de fondo. Pero ya está. Ninguna referencia más al ambiente del grafiti del que viene Imon Boy, un artista urbano que ha dejado su firma en carteles, muros y ruinas de buena parte del litoral malagueño.

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La adrenalina del grafiti forma parte de su vida y también de su arte. Esas escenas de clandestinidad y nocturnidad con el spray en la mano aparecen en las piezas más conocidas de su producción. Aunque con su propia identidad, con policías amables y simpáticos grafiteros enfrascados en el eterno juego del gato y el ratón. Pero cuando se pone frente al lienzo en el estudio de su casa hay mucho más. «En la gran mayoría de exposiciones que he hecho fuera no saben que es de alguien que hace grafitis», asegura.

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Imon Boy habla desde Málaga, no ha viajado a Hong Kong para poder terminar a tiempo las piezas que se expondrán en la próxima colectiva de la galería ADN de Barcelona. Y ahí sí habrá policías, como en la iniciativa colaborativa que le ha llevado durante un par de semanas a La Habana (Cuba) con el Estudio Figueroa-Vives para abordar los problemas del país desde el arte.

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Es consciente de la importancia que tiene este paso que da en Asia, donde varias galerías le rondan desde hace tiempo. Sus figuras redondeadas y el vibrante colorido de sus cuadros casan perfectamente con el gusto asiático. «Tengo la suerte de que no tengo que adaptarme a ningún público en concreto, hago lo que me gusta y encaja en cualquier lugar. Pero es cierto que en Europa suele haber más falta de color. El mercado asiático es perfecto para mí», reconoce.

Es uno de los pocos afortunados de su generación que ha conseguido vivir de su creación, incluso en un momento complicado del coleccionismo, con el mercado «congelado» por la convulsa situación del mundo occidental, entre pandemias y guerras. Y siempre detrás de la capucha, sin ocultarse pero sin hacer pública su verdadera identidad. «Se está bien así», concluye.

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