En medio de la sala sorprende la imagen de un Cristo yacente. La escena impacta. No está sobre un altar ni recostado en su trono: la talla descansa aquí sobre unas estanterías de almacenaje desnudas, sin ninguna ornamentación. Al espectador le parecerá absolutamente fuera de ... contexto, pero en realidad se encuentra en su lugar natural, tal y como se custodia y guarda ese modelo de Francisco Palma Burgos desde hace más de medio siglo. Es lo primero que se ve al entrar, el primer aviso de que esta no es una exposición convencional. El Museo de Málaga celebra el 175 aniversario de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo con 'Lo que no está escrito', una muestra que refleja la historia y la misión de la institución sin paneles explicativos ni documentos, sino con una selección de obras que la representan exhibidas como nunca antes.
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'Lo que no está escrito', abierta hasta el 8 de septiembre, descubre al visitante aquello que no se cuenta del arte. Exhibe los arrepentimientos de los artistas, sus piezas inacabadas, las dobles caras de los lienzos o las heridas del paso del tiempo e incluso del vandalismo. Lo hace a través de medio centenar de obras que proceden del Museo de Málaga, la sede de la Academia y de sus fondos; de la Escuela de Arte de San Telmo, donde daban clases muchos de los artistas que fueron académicos; y de colecciones particulares de personas vinculadas a la institución. La inmensa mayoría de ellas jamás se han enseñado en público por ser consideradas menores, por no encajar en los discursos habituales o por formar parte de la esfera íntima del artista; pero todas esconden una historia.
Están los primeros lienzos que adquirió la Academia, dos óleos de San Diego de Alcalá y San Francisco de Asís que pinta Bernabé de Ayala en el XVII; y se pone rostro al primer presidente de la institución, con dos retratos en diferentes momentos vitales de José Freüller Alcalá-Galiano, V Marqués de la Paniega, firmados por Joaquín Martínez de la Vega. Hay obras de todos los representantes de la escuela malagueña de pintura del XIX y principios del XX. Están, entre otros, Antonio Muñoz Degrain, con un cuadro suyo y una réplica del retrato que le hace Sorolla; Enrique Simonet, que pinta a su mujer Asunción; José Denis Belgrano con un par de óleos; y José Moreno Carbonero, con una tierna imagen de su «querida hija Rosarito» (se lee en la firma).
Pero en ‘Lo que no está escrito’ no se trata solo de lo que se ve, sino de cómo se ve. Los comisarios Fernando de la Rosa Ceballos y Pablo Alonso Herráiz han hecho «arte mostrando el arte», les reconoció el presidente de la Academia de San Telmo, José Manuel Cabra de Luna. Conceptualmente, la muestra toma como base los métodos de Warburg y Benjamin y se plantea el montaje como un tipo de organización del material visual que busca evitar el establecimiento de una historia narrativa lineal y de sucesión cronológica simple. Los comisarios juegan así con las polaridades, con elementos sacros enfrentados a otros profanos (el Cristo yacente junto a un ‘Ganímedes’ del taller de vaciados de San Fernando), y retratos de pintores en diálogo con tres retratos de mujeres, por ejemplo. Salpican también el recorrido de elementos disruptivos, de obras inesperadas en una sala de exposiciones de un museo tradicional, como un enorme lienzo anónimo del XVII de una Inmaculada muy deteriorado y sin restaurar; o el boceto en yeso de un monumento a Cánovas del Castillo del que solo se conserva la base con la marcas de los perdigones que destrozaron el conjunto.
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Todo sobre un fondo también inesperado, con una gama cromática en sus muros que va del verde pistacho al mostaza, pasando por el salmón y el gris oscuro. Colores que buscan envolver piezas con tres siglos de antigüedad de una estética actual y contemporánea; al tiempo que resaltan las obras. Como 'La naranja', una pequeña pintura de José María Bracho Murillo que se crece ocupando toda una pared oscura. O la composición de ocho 'Marinas' de Ricardo Verdugo Landi sobre una tonalidad amarilla.
Hay paisajes que se exponen sin sus marcos, para mostrar los anclajes del lienzo a la madera y darles otra dimensión. Fantástico el 'Paisaje desolado' de Periana tras un terremoto que deja inconcluso Moreno Carbonero, una obra no firmada pero sí atribuida a él que se expone junto al cuaderno de campo del artista donde está el boceto de esa pieza. En 'Paisaje campestre con burro' también se aprecian unos trazos de Enrique Mapelli Raggio inacabados o previos al cuadro actual.
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Buceando en los fondos del museo, Fernando de la Rosa y Pablo Alonso Herráiz han sacado a luz varias rarezas, como un busto de un fraile franciscano magistralmente tallado en madera por el pintor Moreno Carbonero o un óleo de Juan Mingorance Navas con su autorretrato por un lado y un retrato femenino al otro que el artista ocultó pero no borró. Se expone un impactante dibujo a carboncillo de una dama muerta de Joaquín Martínez de la Vega, muy cerca de la supuesta máscara mortuoria del poeta Salvador Rueda. Piezas algunas desconocidas y otras pocas veces mostradas, pero todas cobran aquí un nuevo sentido. «Nos están descubriendo un mundo», aplaudió Cabra de Luna, rodeado de académicos; la directora del museo, María Morente; y la delegada de Cultura de la Junta, Gemma del Corral.
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