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Hay un jersey rosa chicle colgado en medio de la sala, la goma de lo que fue la rueda de un coche en una esquina, ... una pieza negra con una textura extraña que parece fuera de contexto y una pintura que según se mire resulta dulce o violenta. Es el primer impacto de un arte rabiosamente emergente, el que firman quienes hace poco se sentaban en las aulas de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Málaga. Una creación que habla de afectos y que busca afectar, en todo su sentido: provocar una «impresión», causar «alteración o mudanza» en quien lo ve. El CAC Málaga-La Coracha cede sus enormes salas a María Fernández Ortiz, Lucía O'Brien, Alejandro Cantalejo Mata y Jose Casas, los cuatro artistas seleccionados para la residencia de posgrado que cada curso concede la Facultad de Bellas Artes, el Vicerrectorado de Innovación Social y Emprendimiento de la Universidad de Málaga (UMA) y el Ayuntamiento.
'Afección' es la palabra clave, el término elegido por todos para dar título a la muestra que comisaria Manuel Rosado. Y cobra sentido cuando se revisan las propuestas que han realizado en unas condiciones idóneas para la creación: con un estudio reservado para ellos en la universidad durante nueve meses y con una aportación económica de 3.000 euros. Espacio y dinero, dos aspectos esenciales que sin embargo no son fáciles de reunir en este ámbito. Y menos para quienes empiezan a despuntar. Con esos mimbres, los cuatro artistas -todos menores de 35 años- toman por completo las tres plantas del CAC La Coracha con obra plástica, instalaciones y audiovisuales. Distintos lenguajes con un mismo objetivo.
Lucía O'Brien (Almería, 24 años) presenta 'Una extraña salud', una reflexión sobre el accidente, sobre un suceso inesperado que altera, cambia y muta los cuerpos y las mentes. De ahí la rueda que se desprende en un rincón de la primera planta y la tráquea que simula con un tubo de plástico y metal al otro lado. «Porque a través del golpe, el cuerpo se abre», explica. Su accidente deja un rastro por todas las salas. Hay un edredón con la típica manta dorada que cubre a los heridos (bajo una cruz de cinturones), la pantalla rota de un teléfono y el reflectante de una bicicleta convertido en colgante: las tres piezas estratégicamente colocadas para generar brillos y reflejos, una de sus obsesiones. Como las sombras que proyecta la estructura móvil construida con los pilotos traseros de los coches y que O'Brien invita a tocar y girar. «Una parte importante para apreciar las cosas es el tacto», señala.
Y mucho de eso hay en el trabajo de María Fernández Ortiz (Coín, 26 años). 'Así estamos' se plantea como un manual de instrucciones para repensar la relación entre las personas a través de la ropa. Su reto es «activar un cambio» en los vínculos a partir de elementos cotidianos, como un cinturón, un jersey, unos guantes… «Todo se puede tocar y poner», avisa. Con imágenes, dibujadas o fotografiadas, Fernández Ortiz explica el funcionamiento de sus mecanismos para bailar (atarse cada cordón de un zapato con el cordón del zapato de otra persona; o unirse a través de los cinturones), para llegar a un acuerdo (dos guantes cosidos en una posición que obliga a estrechar las manos entre dos personas), para abrazarse (dos camisas unidas) y para recibir caricias (con un jersey suave que dan pie al roce). «Prendas participativas» que pueden generar situaciones a veces incómodas pero que animan a un contacto, un encuentro y un diálogo abandonados en un mundo virtualizado y acelerado.
Alejandro Cantalejo (Málaga, 34 años) toma referencias del pasado para abordar un tema de absoluta actualidad: la Inteligencia Artificial. Cantalejo se inspira en la historia de Frankenstein que escribió Mary Shelley y en las películas en blanco y negro, para crear su propio cortometraje a partir del stop-motion, la animación tradicional y el vídeo. Aquí el monstruo es la Inteligencia Artificial, con un giro de guion al final: cuando muere su creador, la IA sí intenta revivirlo. «Tiene un sentimiento humano, es melancólico, pero no sabe cómo hacerlo», explica el artista. Por eso, el resultado de su creación es «grotesco, perturbador e inquietante». El audiovisual 'It's going to go wrong' se proyecta en la última planta de La Coracha, junto con todos los elementos que el artista ha creado con diferentes técnicas para la grabación.
No lo busca, pero la obra de Jose Casas (Girona, 27 años) también tiene un punto inquietante. 'Pisar cielo subir tierra' se titula esta colección de piezas de óleo sobre lienzo con un acabado muy peculiar. Casas trabaja con una imprimación gruesa sobre la tela, que después craquela intencionadamente. Sobre las líneas que dejan esas grietas, él pinta y da la forma definitiva a la obra con recortes que lo mismo evocan unas garras, una puerta o un pájaro extendiendo las alas. Una propuesta poética que se mueve entre los tonos marrones y los azules, entre un aspecto pétreo y vaporoso, entre la cultura antigua y la popular contemporánea. Sus referencias van desde los emblemas de Andrea Alciato y la 'Hieroglyphica' de Horapolo a Pikachu y Sailor Moon. El ayer y el hoy unidos en el arte del mañana.
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