Antonio Soler, Eva Díaz Pérez y Juan Gavilanes, con la sonrisa de Pablo Aranda de fondo. Salvador Salas

El Aula de SUR vuelve recordando a Pablo Aranda

Auténtico, puro, coherente y con una gran vitalidad. Amigos y compañeros le rinden homenaje en el regreso del ciclo que él dirigió

Viernes, 9 de abril 2021

Lo primero que viene cuando se pronuncia su nombre es el «desgarro» y el «vacío» de quien se ha ido cuando no le tocaba. Poco a poco, van aflorando los recuerdos, las anécdotas, las experiencias compartidas, las cartas intercambiadas, los whatsapp cruzados. Y entonces ya ... aparece su imagen, el hombre de la perenne sonrisa, el de los ojos atentos y el de los abrazos intensos. El Aula de Cultura de SUR inaugura una nueva andadura con un emotivo homenaje al escritor Pablo Aranda, su director hasta su fallecimiento el 1 de agosto de 2020. El escritor Antonio Soler, la periodista y escritora Eva Díaz Pérez y el arquitecto Juan Gavilanes compartieron con el público del Centro Cultural La Malagueta al «puro Pablo» que mantienen grabado a fuego en sus memorias como amigo, confidente y compañero.

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Soler resumió en una frase el sentir general: «Estoy encantado y desolado por estar aquí». El escritor rememoró los inicios de una amistad de más de 20 años que comenzó en un comedor social donde ambos eran voluntarios. «Recuerdo el día que me contó que te conoció», apuntaría después Gavilanes, amigo de la infancia de Pablo. Aquel era un Pablo «inocente y virginal en el mundo literario», un lector voraz y aficionado a la escritura que aún no había dado el salto definitivo. Hasta que un día, Soler se encontró sin saberlo con la novela de su amigo en el jurado del Premio Primavera de Novela. La defendió por convicción y no fue el único: 'La otra ciudad' fue finalista del galardón en 2003 y marcó el nacimiento del Pablo Aranda escritor. Una novela «deslumbrante» en palabras de Eva Díaz Pérez, directora del Centro Andaluz de las Letras. Ella le encontró ya dentro del sector y, «en un mundo lleno de impostura, Pablo era una persona auténtica». «Era un hombre bueno, una persona generosa que destacaba porque no tenía máscaras literarias», resaltó.

Muchas de las claves del «otro Pablo», el que hay más allá de sus libros, las tiene Juan Gavilanes. Él fue testigo de la evolución del Pablo «puro, joven y emocionado» con la literatura al escritor maduro en que se convirtió. «Y en ese desarrollo optó por elegir bien, por saber decir que no a lo que no le gustaba, por ser coherente», le reconoció. El arquitecto puso voz a las palabras de Pablo en dos documentos personales que le retratan y emocionan. Una felicitación de Año Nuevo de 1991 donde dibujó a una especie de vaquero junto a la frase: «Espero que en 1991 no te encuentres con el malo». «Yo no lo hice, pero él se lo encontró el año pasado», apostilló. Y una carta de 1988, escrita con solo 20 años, que transmite su inmensa energía, su vitalidad y optimismo en una frase que repite con gran clarividencia: «La vida es bella».

Extracto de una carta de Pablo Aranda a Juan Gavilanes (1988)

La vida es rarísima. Piénsalo, está llena de cosas incomprensibles… La vida es rara, pero es bella. No me canso de vivir, aunque a veces quisiera desvanecerme, ir caminando y desapareciendo progresivamente hasta dejar de ser… La vida es bella y de nosotros depende que lo sea más o menos. Nosotros debemos dejar detrás nuestra una estela de felicidad, caras sonrientes, olvidarnos de las modas, de los estúpidos convencionalismos, de decir cosas que realmente no sentimos, debemos compadecernos de los infelices, que los hay, y hacer algo. Nos damos cuenta de que la vida es bella, pero es injusta y nosotros hacemos la vida injusta muchas veces y nosotros nos damos cuenta y por eso somos los encargados de luchar contra eso y ayudar y servir. La vida es rara… Pero es bella, es tan fácil hacer reír a un niño. Todos los sufrimientos del mundo valen la pena por ver a un niño sonriente, por eso la vida es bella. Y hay que sonreír ante las desgracias y agradecer que nos toquen a nosotros y no a otros, porque vendrán tiempos mejores. Sí, siempre vendrán tiempos mejores. Lloverá mucho y tendremos que salir con paraguas y abrigados y a veces lloverá tanto que no podremos salir, pero siempre sabremos que el sol vendrá después. Y no debemos desfallecer, debemos alegrar al mundo, estar disponibles, que la gente cuente con nosotros… es tan importante el sentirte necesario, es tan necesaria una mirada algunas veces, un abrazo, un beso, una carta, una sonrisa… Lee esto y ríete a carcajadas y yo me reiré y correré ahora feliz. Me voy…

Rememoró al Pablo viajero y al tipo «ocurrente y divertido» que contenía su profundo sentido del humor en sus obras. Y ante todo, Gavilanes resaltó la conciencia social de Pablo, esa «mirada periférica» sobre lo que le rodeaba y su «sensibilidad brutal». «Él no veía detrás de su gafas sino por encima», dijo.

Su capacidad de observación le permitió hacer de lo simple y cotidiano carne de novela, con su tierra como escenario. Aranda, como Soler, «aceptó el desafío» de transformar a Málaga en «materia literaria» en un tiempo en el que se reivindicaba la literatura cosmopolita «y parecía que obligatoriamente la acción debería desarrollarse en Barcelona, Madrid, París o Nueva York». «Y pese a todo su obra trascendió, venciendo esa especie de complejo de que si escribes de Málaga solo interesarás en Málaga», apuntó Soler. «Esa Málaga que ha retratado Pablo es universal. Y es por esa mirada limpia que tenía él», valoró Díaz Pérez.

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Para la directora del CAL, Aranda se mantuvo siempre alejado del «mercadeo» del mundo editorial con «una apuesta personal» en lo literario. Soler coincide en la «coherencia» de ese Pablo «heredero de la generación del 50 con una preocupación social y la compasión cervantina de estar al lado del débil y marginado», pero considera que hubo un momento en el que lo aderezó con ingredientes ajenos a su identidad que tenían «más eco» en el sector, en referencia a sus novelas «pseudonegras». «Pero en la última novela –aún inédita– Pablo vuelve a ser Pablo. Él me dijo 'me vuelvo a sentir libre, estoy haciendo lo que me da la gana'«, reveló Soler.

La sonrisa de Pablo Aranda, tierna y pícara a la vez, regresó al Aula de Cultura de SUR para pasar el testigo a los periodistas de esta casa Antonio Javier López y Alberto Gómez en una nueva etapa del ciclo que suma el apoyo del centro cultural La Malagueta y de Cervezas Victoria. Pero su huella permanecerá en este periódico: el director de SUR, Manuel Castillo, anunció que el concurso de microrrelatos que Aranda coordinaba cada verano en estas mismas páginas llevará su nombre. Para que siempre quede en la memoria su figura y «esa forma maravillosa que tenía de ver la vida».

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