Antonio Vega fue feliz, dicen sus allegados, a su manera Pedro Urresti

Antonio Vega, ni triste ni solitario

Magela Ronda traza un completo perfil del artista en 'Una vida entre las cuerdas', un relato en el que describe el periplo vital e interior del artista a través de los ojos de sus familiares y amigos

Iker Cortés

Madrid

Domingo, 26 de marzo 2023, 00:13

Nunca un 'homenaje' tuvo tan aviesas intenciones. En 1993, poco antes de que Pasión Records echara el cierre, su máximo responsable, Paco Martín, lanzaba 'Ese ... chico triste y solitario', un álbum en el que artistas como Cómplices, Tam Tam Go o Ketama versionaban algunos de los temas eternos de Antonio Vega. La relación del empresario y productor con el artista había sido siempre complicada. Ambos se acusaban de deslealtades e incumplimientos de contrato, pero once años después de la muerte de Vega (12 de mayo de 2009), Martín iría más lejos afirmando que el sello se había arruinado porque los artistas «tenían adicciones muy caras» que no podían mantener.

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Aquel LP del que Vega no tenía conocimiento alguno –se tropezó con él en una tienda de discos– fue el culpable de la etiqueta que acompañó al compositor durante toda su vida. Unos adjetivos, dice Magela Ronda, que «en absoluto describen al músico, pero que calaron en el imaginario popular pues encajaban con el físico delgado y la mirada huidiza de Antonio».

Lo cuenta en 'Antonio Vega, una vida entre las cuerdas' (Espasa), una biografía autorizada en la que aborda la figura de un músico fascinante, de mente científica y racional, un escritor perfeccionista e inquieto que podía pasar meses hasta encontrar la palabra idónea para describir su rico mundo interior, un guitarrista que huía de los lugares comunes, de los acordes una y mil veces ejecutados, apartándose de lo previsible, para alumbrar canciones eternas como 'Lucha de gigantes' o 'Una décima de segundo'.

Y eso que el madrileño jamás recibió una clase de guitarra. Hijo de un prestigioso médico traumatólogo y de una ama de casa, el tercero de seis hermanos –dos chicos y tres chicas– tuvo que conformarse con espiar las lecciones que recibían sus dos hermanos mayores en la sala de espera de la consulta de su padre. Tan solo tenía siete años pero el amor que ya mostraba por el instrumento convenció a su hermano Carlos de que aquel pequeño «tenía unas cualidades absolutamente excepcionales».

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El de Carlos es uno de los muchos testimonios que ha recabado Ronda para dibujar el retrato de Vega, confeccionado a a través de decenas de entrevistas donde, señala, «ha habido lágrimas y momentos de catarsis personal, de hacer las paces con el amigo, el hermano y el compañero que se fue». Desde su primo Nacho García Vega, con quien fundó Nacha Pop, la banda con la que escribió temas como 'Chica de ayer' o 'El sitio de mi recreo', hasta sus amigos y compañeros de faenas Carlos Brooking, Nacho Béjar o Basilio Martí, pasando por su primer gran amor, Teresa Lloret, con quien mantuvo 18 años de relación y que, a diferencia de su exmarido, logró salir del infierno de la droga.

No es 'Una vida entre las cuerdas' un repaso exhaustivo a la vida y la carrera artística de Vega, esa que tantas veces se ha contado. Evidentemente se habla de Nacha Pop y de su trabajo en solitario, con descripciones profusas de lo que suponía grabar en un estudio –«quiero llevar al lector a la cabina, que vea al ingeniero de sonido o se imagine a Antonio delante del micrófono», explica Ronda–, pero se hace más hincapié en su compleja personalidad y la relación con aquellas personas que formaron parte importante de su vida. Era hipersensible, superdotado, un tipo introvertido y tímido, que a menudo construía una coraza, pero que cuando se quitaba la máscara se convertía en un ser sociable y hablador con un gran sentido del humor.

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Y no. Pese a que la 'biografía autorizada' a veces significa dulcificar ciertos aspectos de la figura de la que se habla, Ronda niega la mayor. «Es autorizada en el sentido de que las fuentes son la familia, sus allegados. Lo que tenían que contar ellos es lo imprescindible, lo exquisito, lo íntimo, lo precioso, lo que no se ha contado». Es más, en una de sus primeras conversaciones con su hermano, él le dijo que no podía contar quién era Antonio sin hablar de la droga. «Nunca me han dicho no pongas esto, no ha habido ninguna censura», afirma quien concluye el libro preguntando a los amigos y familiares si Antonio fue feliz.

La respuesta sencilla es que lo fue. «Yo creo que lo que hacía especial a Antonio era su honestidad y su lealtad a sí mismo, para lo bueno y para lo malo. No todas las personas consiguen vivir siendo leales consigo mismas. Eso es lo que creo que transmiten sus letras y sus melodías y esa forma de componer, esa honestidad y lealtad hacia quien es, aceptando sus sombras y toda tu parte mala», concluye la autora.

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