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Hace poco más de un año que Antonio Javier López (Málaga, 1978) cambió el periodismo por la gestión cultural. El director de La Térmica, parte de la plantilla de SUR durante más de dos décadas, se pone al otro lado de la mesa para ser entrevistado. Sigue sin acostumbrarse del todo. «Qué raro me parece», confiesa antes de empezar.
–¿Sí?, ¿te parece raro estar al otro lado?
–No sé si tengo claro eso de los lados… Tengo la impresión de estar haciendo lo mismo pero de otra manera.
–¿Escribir sobre cultura y programar cultura no son cosas muy distintas?
–No, creo que no. He estado escribiendo sobre cultura más de veinte años y ahora, en La Térmica, tengo la sensación de estar haciendo algo parecido: contar cosas, historias, y estar atento a lo que sucede.
–Hay una diferencia: ahora manejas presupuesto.
–También manejábamos presupuesto en el Aula de Cultura...
–… Más reducido, permíteme decirlo.
–Y es cierto que manejar un presupuesto que parte del erario público supone una responsabilidad importante.
–¿Qué balance haces de este primer año al frente de La Térmica?
–Muy, muy bueno. Ya conocía La Térmica como periodista, pero ahora he tenido la suerte de conocerla por dentro y de trabajar con un equipo extraordinario.
–¿Algo de lo que te sientas especialmente orgulloso?
–Me siento orgulloso de logros que no son míos. Estoy orgulloso de la acogida del equipo, por ejemplo. La Térmica nació como hospital de sangre y ese espíritu de casa de acogida creo que sigue vivo. Y de la mano de ese equipo hemos conseguido objetivos que creo que son importantes, como tener mayor presencia en la provincia. Hace unos días presentamos la participación de la Diputación en los Encuentros de Arte de Genalguacil.
–¿Cómo se consigue esa descentralización?
–Es una cuestión de respeto y empatía. Si participamos en las jornadas de música contemporánea de Nerja, por ejemplo, debemos saber que ya hay un proyecto desarrollado y que lo último que tenemos que hacer es enfocarlo desde un espíritu colonizador. Hay que estar en contacto con los municipios para conocer sus necesidades y llegar a puntos de encuentro.
–¿Cómo se programa en una ciudad sobreprogramada, donde cada día hay presentaciones de libros, conciertos, exposiciones…?
–Ahí entra en juego la creatividad, e históricamente La Térmica siempre ha programado desde los márgenes, con asuntos y personajes que no forman parte del núcleo central de los discursos culturales. Es cierto que la ciudad ha crecido en la última década y que La Térmica ha dejado de estar en la periferia geográfica, pero creo que debemos mantenernos fieles a esos márgenes. Me gustaría que fuera, al mismo tiempo, un centro internacional y un centro de barrio. Carretera de Cádiz es uno de los distritos más poblados del país y queremos ser sensibles a las realidades del barrio pero, a la vez, ser capaces de programar exposiciones internacionales como la de Aaron Johnson, que es un artista que tiene obra en el MOMA. Es un equilibrio que debemos mantener.
–Te lo voy a preguntar de otra manera: ¿hay una burbuja cultural en Málaga?
–Creo que no. La Málaga cultural no es flor de un día. En cualquier gran ciudad del mundo resulta inviable atender toda su oferta cultural, y Málaga es la única gran ciudad de España que no es capital. Claro que hay que seleccionar entre exposiciones, conciertos o lecturas, pero no creo que sea una burbuja.
–Antes recordabas que La Térmica nació en los márgenes. ¿Crees que en los últimos años se ha vuelto más institucional, obediente?
–Creo que seguimos atendiendo cuestiones como la diversidad o la multiculturalidad, incluso las propias tensiones de la ciudad. No creo que haya una burbuja cultural, pero sí creo que hay tensiones evidentes relacionadas con el acceso a la vivienda y el mercado laboral, aunque no sean fenómenos exclusivos de Málaga sino que ocurren en todas las grandes ciudades. No creo que nos hayamos institucionalizado. El equipo mantiene esa tensión y esa creatividad del principio, el empeño de mirar ahí donde otras instituciones, por el motivo que sea, no miran.
–¿Qué le dirías a quienes piensan que este tipo de espacios acaban siendo chiringuitos?
–Creo que es una percepción que parte del desconocimiento o de ciertos prejuicios. Es curioso que ese cliché siempre se vincule a la industria cultural y no a otros sectores productivos. Estos días lo han explicado creadores como David Trueba o Pedro Almodóvar: la vinculación a las subvenciones y los chiringuitos forma parte de una visión sesgada que trata de neutralizar determinados discursos y pensamientos críticos.
–¿Hay injerencias políticas en la programación cultural de las administraciones públicas?
–Puedo decir que, en el año que llevo al frente de La Térmica, estamos trabajando con absoluta libertad y autonomía, incluso cuando hemos puesto asuntos controvertidos sobre la mesa.
–Y si se produjeran, porque sabes que a menudo se producen, ¿cuál sería tu reacción?
–No sabría decirte. Mi realidad es que no se han producido, que todas las iniciativas que hemos planteado han salido adelante. Y si han suscitado dudas, las hemos resuelto mediante el diálogo. Es un escenario en el que sinceramente me cuesta ponerme.
–¿El cargo idiotiza?
–Creo que los despachos aíslan, y si algo he aprendido después de más de veinte años en la redacción del periódico es que las cosas nunca se hacen desde la soledad de un despacho. Creo que estoy vacunado contra esa tentación de personalismos. Y no sé si los cargos idiotizan, pero sé que hay que mantener las puertas del despacho abiertas.
–¿Qué has aprendido en este último año?
–Que hay gente con sesenta años mucho más moderna que gente con veintialgo. Y que los prejuicios casi nunca te llevan a sitios edificantes. He aprendido de gente que lleva mucho tiempo y de gente que acaba de llegar. Y también he aprendido a dar veinticuatro horas de margen a determinadas decisiones que pueden ser importantes.
–¿Y qué es lo que más te ha decepcionado en el paso de la empresa privada a la pública?
–El ritmo es diferente, más garantista. Y he tenido que adaptarme a trabajar con mayor previsión y margen. Los tiempos y los códigos son diferentes.
–¿Cuál ha sido tu mayor alegría?
–Por ejemplo, ver La Térmica llena de familias con niños bailando jazz. También el RED Friday, el Lux Festival… Ver que el público sigue ahí, respondiendo, ha sido una satisfacción enorme.
–¿Y tu mayor dolor de cabeza?
–Que La Térmica siga teniendo los recursos técnicos, humanos y presupuestarios necesarios para cumplir la labor que creo que ha cumplido hasta ahora y debe seguir cumpliendo.
–¿Echas de menos el periodismo?
–Echo de menos sobre todo a los compañeros. He pasado más de media vida allí. Pero, como te decía antes, he llegado al convencimiento de que sigo haciendo lo mismo pero con otros medios, que sigo contando historias. Y el gusanillo de la redacción me lo quito con los textos de los catálogos.
–¿Y ahora ves más o menos a tus hijos?
–No sé si los veo más, pero que hayan venido a participar en actividades y ver exposiciones ha sido otra de las mayores satisfacciones que me he llevado este año. La Térmica es un lugar exigente, requiere responsabilidad, pero me gusta pensar que ellos también están disfrutando de esto.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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