Antonio Banderas a los jóvenes: «Con la cultura los orgasmos no siempre vienen rápido, hay que currárselos»

Banderas invitó a los jóvenes a visitar el teatro, convencido de que la escena engancha. «Es una droga muy poderosa, no solo cuando estás encima del escenario, también como espectador». Y les animó a insistir con la cultura, a no rendirse ante lo que no entiendan al instante, como una obra de Wagner o un libro de Faulkner. A él le pasó, le gustaba Puccini porque le daba una «satisfacción inmediata». «No entendía a los wagnerianos, que eran una gente muy rara. Me compré toda la ópera de Wagner y un día, oyendo un dueto de 'Tristán e Isolda', me pegó un viaje», reveló. Porque en la cultura pasa como en la vida: «Los orgasmos no vienen rápido, hay que currárselos».

Parece una evidencia, pero es todo un desafío en un mundo dominado por «este cerebro que viaja en nuestros bolsillos» -dijo en referencia a los móviles- que ha hecho que todo sea cada vez más veloz. «En esa velocidad se produce una falta de profundidad en muchas cosas (...) El teatro necesita paciencia y atención del espectador, y de eso tenemos un déficit extraordinario», dijo Banderas frente a alumnos de la Universidad de Málaga, la Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD), la Escuela Superior de Artes Escénicas de Málaga (ESAEM), el Conservatorio Superior de Danza e institutos de la Costa con enseñanzas artísticas.

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Durante algo más de una hora de charla amena y distendida con Alessandra García, Banderas descubrió que en su camerino tiene un Cautivo que toca cada vez que sale al escenario, que en el cuadro de Puche que da acceso a la sala están pintados sus padres y su hija («Es la única forma que tengo de tenerlos aquí») y que en unos días tomará un vuelo a Nueva York para rodar por primera vez en su carrera una película con Nicole Kidman, «una de las mejores actrices de su generación». Y hasta ahí se puede leer.

El cine, admitió, ha sido «un accidente» en su carrera. «Un accidente de 125 películas ya», apostilló. Pero lo que realmente le hizo ser actor fue el teatro. «Y me daba esperanza ver a los actores mayores, pensaba 'mira, siguen jugando'». Por eso, cuando su corazón le dio un aviso tuvo claro el mensaje. «El Teatro del Soho nace de un ataque al corazón, uno de los eventos más felices de mi vida. Es como si me hubiesen puesto unas gafas, de repente esa noche en Londres empecé a ver claro que tenía que volver a casa, tenía que hacer lo que quería hacer», contó.

Por el camino, ha ganado todo tipo de experiencias. También se ha liberado de prejuicios. «Almodóvar fue un catalizador de aquellos problemas morales que el país tenía e hizo mucho bien porque eso se normalizase», le reconoció, recordando sus primero papeles como homosexual. El mundo de la interpretación le enseñó a «agarrar los prejuicios» y dejarlos colgados» fuera de la cámara y del escenario. Pero fue sincero: «No todo lo que se sube aquí (en el Teatro del Soho), yo estoy de acuerdo con ello, pero tiene que estar», dijo en defensa de la libertad creativa. Alessandra García, también gestora en el Contenedor de la UMA, le aplaudió su valentía por apostar por una cultura diversa desde un espacio privado, algo que dijo echa en falta en las instituciones públicas. Banderas le devolvió el halago anunciando una segunda edición del festival Autóctonxs que ella dirige.