«Nos duele igual Muñoz Seca que García Lorca». Esta es la viga ideológica sobre la que se sostiene 'Ángeles y demonios', título del ensayo y de la exposición con los que la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) reivindica la memoria robada y el legado de sus socios represaliados, asesinados, silenciados, cancelados o exiliados. Son los músicos, dramaturgos, compositores o cineastas que fueron eliminados física o intelectualmente entre 1932 y 1945: en la II República, por ambos bandos durante la Guerra Civil o en el primer franquismo.
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La portada del libro y el cartel de la exposición es una viñeta publicada en 1986 en el diario ABC, en la que el dibujante catalán Antonio Mingote retrata juntos a Lorca y Muñoz Seca. «Todavía nos llaman rojo maricón a uno y fascista astracanesco al otro. Pero lo hacen sin rencor, sólo para justificarse por habernos asesinado», reza el texto.
«Queremos honrar a todos los represaliados por causa de su ideario; mujeres y hombres dedicados al teatro, la música, la zarzuela y el cine que sufrieron en sus carnes la cárcel, el asesinato, el exilio y otras formas de persecución», destaca el presidente de la SGAE, Antonio Onetti.
La muestra -gratuita y en cartel hasta el 22 de abril- reúne más de doscientas piezas relacionadas con los perseguidos por sus ideas y sus obras. Algunos son muy conocidos, como Federico García Lorca, Pedro Muñoz Seca, Manuel de Falla, Carlos Arniches, los hermanos Joaquín y Serafín Álvarez Quintero, Pablo Sorozábal, Manuel Azaña, Eduardo Marquina, Miguel de Molina, Manuel Azaña o María Lejárraga.
De todos hay piezas muy notables en el Palacio del Longoria -sede de la SGAE-, como fotos y partituras Lorca, una carta del poeta a Falla, la pluma y el escritorio de Arniches, las coloridas camisas que Miguel de Molina cosía para sus actuaciones, los botines del cantante malagueño, el bastón de la buena suerte del maestro Alonso, los baúles de Gregorio Martínez Sierra o la máquina de escribir de María Lejárraga.
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No faltan las partituras originales de 'Viva la República' o 'Cara al sol', el vestuario real y las botas del estreno de 'Katiuska' en Madrid y Barcelona, la batuta y el chaqué del maestros Sorozábal, la pluma y el diario del libretista Guillermo Fernández Shaw.
o los figurines de Mingote para 'La venganza de don Mendo', la desternillante comedia del fusilado Pedro Muñoz Seca.
Hay perfectos desconocidos «que tras ser borrados de la historia merecen que su memoria sea recuperada, contada y honrada», apunta Onetti. La muestra descubre así a personajes como Melchor Rodríguez, apodado 'El ángel rojo', una anarquista sevillano que frenó las sacas y los fusilamientos en Paracuellos del Jarama y que salvó la vida de más de 13.000 personas.
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Defensor de los derechos de los presos, acusado de traidor, encarcelado por la República y por el franquismo, fue condenado a muerte tras la guerra. Los testimonios del general franquista Muñoz Grandes y de Bobby Deglané, astro de la radio en la posguerra declarando a su favor lograron que se le conmutara la pena. «Los autores se apoyaron entre ellos en ambos bandos y unos se salvaron a otros, algo que está en el ADN de la casa, que es el apoyo mutuo» se felicita Onetti.
Han sido necesarios cuatro años de investigación en los archivos de la SGAE, en los militares y en los de los familiares de los represaliados para organizar una sorprendente muestra con objetos de una treintena de los socios perseguidos y cancelados por sus ideas. «No hacemos esto para entrar en el debate de la memoria histórica. En las SGAE hay 140.000 socios de todas las ideologías y no caemos en la trampa de la polarización. Estamos con la causa de la democracia y de los derechos humanos», precisa Onetti.
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«Queríamos conocer el alcance de la enorme y pérdida que para nuestra cultura supuso el maltrato a estos creadores», resume. Suscribe así la fase de Manuel Azaña, escritor, dramaturgo, político y presidente de la República de 1936 a 1939 muerto del exilio quien afirmó que «gane quien gane, pierde España».
Hay obras de artistas como Mariano Benlliure, Emilio Sala o Eduardo Vicente junto a manuscritos, fotos, prendas de vestir u objetos personales. «Queríamos ofrecer algo de luz, homenajear a todos esos creadores a través de piezas personales y mostrar así el lado más humano de sus propias vidas: la ropa o calzado que llevaban, objetos cotidianos o retratos de época, utensilios y muestras de su trabajo, explica Maribel Sausor, responsable de actividades complementarias de SGAE y comisaria de la exposición junto a María Luz González Peña, autora del libro 'Ángeles y demonios' directora del Centro de Documentación y Archivo (Cedoa).
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La Sociedad de Autores Españoles (SAE) se fundó en 1899, pero en 1932 se constituyó bajo el nombre de Sociedad General de Autores de España (SGAE), federando a las sociedades que hasta entonces habían sido secciones en la SAE. Al iniciarse la Guerra Civil la institución fue colectivizada por la Unión General de Trabajadores (UGT) en Madrid y por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en Barcelona. Los sublevados articularon su propia SGAE en A Coruña.
Tras la contienda, SGAE se reunificó tras ser incautada por la Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Se instauró una Comisión Depuradora de los Socios y Administrados de SGAE, de cuyas resoluciones dependían que las creadores pudieran seguir o no trabajando, percibiendo sus derechos de autor y desempeñar cargos en la entidad.
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