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CARLOS ZAMARRIEGO
málaga.
Sábado, 1 de febrero 2025, 01:00
Dice que crear es «sacar siempre algo de la nada». Con esa premisa nacieron obras como 'Interrupted', 'Generación Why', 'Man Up', 'Blast' y 'Hoy puede ser mi gran noche' que, sin necesidad de cuarta pared, cosecharon infinidad de premios y pusieron a su compañía, Teatro ... en Vilo, en la primera fila del teatro nacional. Tras la separación de la pareja artística que formaba con Noemi Rodríguez, Andrea Jiménez (Madrid, 1987) vuela en solitario con 'Casting Lear', que llegará mañana domingo al Teatro Cervantes después de estrenar en el Teatro de la Abadía y en medio de una por toda España. A partir del clásico de Shakespeare, Jiménez abordará la relación con su propio padre. Su peculiar rey Lear será un interprete diferente en cada función que recibirá instrucciones en directo de la autora, ya que sale al escenario sin saber nada de lo que va a tener que hacer o decir.
-¿'Casting Lear' es autoficción, terapia o una constelación familiar?
-Yo lo he definido como un dispositivo teatral. O sea, esto de la moda de la autoficción es verdad, pero de alguna manera todo el arte es autoficción. En este caso la cosa va un poco más lejos. Sin tener la intención de ser una constelación familiar ni ser una terapia, tiene algo de constelación y tiene algo de terapia, pero sobre todo tiene mucho de juego teatral, ¿no? De este reto vertiginoso que es dirigir a un actor distinto cada día y encontrarse con él cada día y ir, digamos, a la esencia del teatro a través de este juego. Y bueno, o sea, hay quien lo llama terapia, pero es que yo lo llamo teatro.
-¿El teatro puede sanar traumas?
-Como creo que cualquier forma de expresión artística, ¿no? Viene de la desesperada necesidad de contar y de contarte. Y el deseo de contarte tiene que ver normalmente con un dolor o con un anhelo. Entonces, claro que el teatro sana, porque nombra, porque articula. Entonces sí, lo que pasa es que no me gusta pensar que es una herramienta para, ¿sabes? No es un medio para sanar, sino que es algo que sucede a la vez que el teatro.
-En 'Casting Lear' aborda la relación con los padres, al igual que en anteriores montajes, como 'Interrupted' o 'Man Up', también había cierta exploración de la masculinidad.
-No me interesa desde el nivel de la inteligencia como una decisión, sino que es algo que me ha sucedido. Como que muchas preguntas han girado en torno al eje de la autoridad, lo masculino y lo padre. Pues sí, supongo que es un tema que me atraviesa y que de alguna manera en esta obra cierro algo relacionado con eso.
-¿Y hay un cambio generacional con respecto a la paternidad?
-Somos los primeros en pensar la paternidad como algo más allá de la figura de padre estricto y autoritario que requiere obediencia. Y obviamente hay algo generacional en mi padre y los padres de los hombres que vienen a hacer la obra, ¿no? Una forma de proceder. Pero he de decir que creo que, independientemente de los estilos de paternidad, la pregunta del amor es siempre la misma. Tú puedes ser un padre más estricto, o más lejano, o más autoritario, pero en determinadas situaciones lo que se juega es cómo amarte. Y creo que eso cabe en paternidades muy diversas.
-Supongo que no puede decirme qué actor estará en la función del Teatro Cervantes. ¿Pero podría saber si será malagueño?
-Tampoco te lo puedo decir (risas).
-Ese actor no conoce nada del texto. ¿Tiene que improvisar?
-No es improvisación, sino casi lo contrario, o entre comillas, ¿no? En el sentido de que la obra es una ingeniería ultra precisa, hay algo de coreografía perfecta, en este caso de dirección, como un viaje diseñado previamente en el que se inserta el actor. En los textos está definido hasta hacia dónde tiene que moverse. Y dentro de esto sucede la escucha, las indicaciones que le doy, cómo le acompaño en ese viaje, que algunas veces sí puede variar más o menos, pero lo que cambia es la energía de la persona que habita ese espacio. Luego hay otra parte en la obra en la que el actor es liberado del pinganillo y se abre un pequeño espacio de conversación, que ese sí que es improvisado. Pero ni siquiera es una improvisación teatral, sino un espacio de conversación.
-¿Y qué le dicen al terminar los actores?
-Pues la verdad que súper buen 'feedback', para ellos suele ser algo muy muy placentero y especial. Lo viven como un viaje medio íntimo, por un lado, y a la vez extremo, y a la vez creo que agradecen mucho sentirse cuidados y protegidos, que es un rol que muchos hombres habitan poco, el de dejarse cuidar. La invitación de esta obra es a que un actor venga y suelte el control y se deje cuidar. Y ahí, claro, más allá de la experiencia puramente teatral de hacer un Lear, hay algo en el acto de soltar toda responsabilidad que genera cosas fuertes.
-¿Qué tiene Shakespeare para que su obra siga sirviendo de inspiración para poner la mirada en temas actuales?
-Hay que intentar no relacionarse con los clásicos desde el deber ser, otorgando una autoridad porque sí, sino que esa relación, como en cualquier relación, hay que descubrirla. A veces hay actualizaciones de Shakespeare que son más del tipo museístico, revivir una obra que a lo mejor no resuena tanto con las temáticas actuales. En otras ocasiones, cuando se encuentra un nexo real y honesto con la obra, se consigue emanar todo su sentido y significado de actualidad. Y a mí con 'El rey Lear' me ha sido muy fácil porque la historia y la trama eran tan parecidas a mi historia que he podido mirar a Shakespeare cara a cara y entender, por fin, toda la complejidad que trae en su palabra. Cómo cualquier buen artista, es alguien que no te da una respuesta gratuita o fácil, sino que trama una elucubración muy compleja sobre las fronteras de la obra, y ahí es donde yo he entendido, ostras, esta es la dimensión de Shakespeare, que permite ser leído desde muchas ópticas, y esto es muy increíble.
-Después de trabajar junto a Noemi Rodríguez durante más de diez años, esta es su primera obra en solitario tras cerrar la compañía Teatro en Vilo. ¿Ha cambiado algo la forma de trabajar?
-En Teatro en Vilo éramos dos cabezas, ahora soy yo la cabeza principal y obviamente se ha decantado el lenguaje en mi dirección. Eso ha sido algo que a través de 'Casting Lear' también he ido entendiendo. El cierre de Teatro en Vilo en su momento fue algo que nos dio a mí y a Noemi muchísimo miedo porque era el gran sueño de nuestra vida. Ahora han pasado casi dos años desde el cierre y lo que he sentido es mucho crecimiento, mucho tomar el lugar artístico, mi voz, tomar un lugar nuevo que a mi me resulta muy excitante. Es esta cosa maravillosa de que generalmente, cuando uno cierra algo, las consecuencias tienden a ser siempre positivas en el medio plazo.
-¿De qué irá su próximo proyecto?
-Para la siguiente temporada estoy reflexionando sobre democracia, fundamentalismo y el fin del activismo. Lo estoy haciendo pensando en la figura de Antígona.
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