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Anatomía de Pedro de Mena: el misterio de la escultura con un compartimento secreto
Restauración

Anatomía de Pedro de Mena: el misterio de la escultura con un compartimento secreto

La radiografía de la talla 'Aparición de la Virgen a San Antonio de Padua' descubre la azarosa trayectoria de una pieza maestra del Museo de Málaga de la se desconocía hasta su autor. La exposición 'La imagen revelada' saca a la luz el enigma que guarda en su interior

Paco Griñán

Málaga

Domingo, 13 de abril 2025, 00:23

Las obras de arte guardan secretos. Un cliché que da para montarse novelones a lo 'Código Da Vinci'. Uno de los últimos se presta para un buen relato de intriga ambientado en el barroco español y con el gran maestro de la escultura del siglo XVII, Pedro de Mena y Medrano (Granada, 1628 - Málaga, 1688), como protagonista. Su talla 'Aparición de la Virgen a San Antonio de Padua', fechada en la etapa final del autor (1675-76), es una de las destacadas de la exposición 'La imagen revelada', que hasta el próximo 30 de mayo muestra por primera vez en público el archivo de radiografías de piezas restauradas por el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH), una prueba diagnóstica indispensable para mirar más allá de lo que se ve a simple vista. Aquí no se exponen los originales artísticos, sino que el Monasterio de la Cartuja de Sevilla exhibe la versión de rayos X a tamaño real de las imágenes. Y allí no ha pasado desapercibida ni la pericia del cincel de Mena con la madera, ni el compartimento secreto que la figura del santo guarda en su cabeza.

Imagen después - La escultura de San Antonio de Padua (Museo de Málaga) y su radiografía.
Imagen antes - La escultura de San Antonio de Padua (Museo de Málaga) y su radiografía.
La escultura de San Antonio de Padua (Museo de Málaga) y su radiografía. SUR

En realidad, esta cavidad se conoció en 2001 cuando esta talla y la Virgen que le acompaña en la colección del Museo de Málaga –falta la tercera escultura de esta trinidad, un niño Jesús– pasaron por la ITV para recuperar sus colores, aunque su existencia se ha conocido ahora a la luz con esta exposición. «En la cabeza de San Antonio de Padua se ve un contraste blanco en la parte trasera de la sien que hemos comentado en el departamento. Se trata de un cilindro que probablemente contiene un documento enrollado, aunque no lo podemos saber porque no se llegó a acceder a esta zona», revela Rocío Magdaleno, jefa de los Talleres de Conservación y Restauración del Centro de Intervención del IAPH. Un compartimento secreto y oculto que es un pasaporte a la especulación y las teorías de toda clase.

La radiografía de la escultura Pedro de Mena, en la exposición 'La imagen revelada' en la sala de exposiciones del Monasterio de la Cartuja de Sevilla. SUR

Pero, ¿por qué no se aclaró este misterio durante su rehabilitación hace ahora casi un cuarto de siglo? El autor de la restauración ya se ha jubilado, aunque su informe técnico describe la aparición en la radiografía de este espacio en la cabeza. No obstante, al encontrarse sellado y no apreciarse corrosión o patologías se optó por su conservación tal cual. «En las propuestas de restauración siempre nos basamos en un criterio de mínima intervención», explica Magdaleno sobre la decisión de no abrir la testa de la escultura del santo, una de las primeras de Pedro de Mena en pasar por los laboratorios del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico.

A pesar de ello, la experta tiene su propia hipótesis sobre el contenido de ese cilindro tomando como base la ciencia y la experiencia con este tipo de obras. Así, la sien de la figura muestra que, con posterioridad a su realización, se abrió, probablemente, para recolocar desde el interior ahuecado uno de los ojos de cristal del San Antonio. «Lo más probable es que ese documento enrollado contenga el nombre de los donantes de la obra o de los restauradores posteriores que intervinieron en la misma a lo largo de estos cuatro siglos», argumenta Magdaleno.

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La obra fechada en 1675-76 forma parte de un conjunto escultórico junto a una Virgen y un niño Jesús -ahora desaparecido-, que era ofrecido a San Antonio de Padua.

La escultura fue estudiada por José Moreno Villa que descubrió a su autor tras las «finas» líneas de esta escena: el maestro Pedro de Mena.

La radiografía descubrió un orificio en la cabeza que esconde una cilindro, probablemente un documento enrollado en el que se informa del donante de la pieza o los restauradores.

En los brazos, cintura y espalda se encuentran numerosas marcas de puntillas que se usaban para sujetar las telas con las que se vestía la imagen, algo muy habitual en el arte sacro, pero que ocultaban la obra de un maestro.

La mano derecha es la original, mientras que la izquierda es de fecha posterior, ya que está esculpida con menos brillantez y en otra madera.

La figura de San Antonio se apoya sobre una nube esculpida que conserva los colores originales y se unía al resto del cuerpo con cuatro grandes clavos.

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Si como dice la restauradora, ese escrito desvelara el mecenas que encargó este conjunto escultórico, el nombre que aparecería sería el del comerciante genovés afincado en Málaga Jacinto Pescio o Pesso –está documentado de las dos formas–, que donó el retablo de San Antonio de Padua, que incluía este grupo escultórico, a la Hermandad de la Santa Caridad. Años después, la cofradía cedió este conjunto a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, pasando posteriormente al Hospital Civil, de donde fue rescatado por el Museo de Málaga a comienzos del siglo XX. Para entonces, la Virgen y el San Antonio, aunque algo maltrechas, eran lo único que se conservaba del retablo original. «Todos estos traslados explican que falten tanto el niño Jesús como las manos de ella que sostenían al bebé para entregárselo al santo», revela Rocío Magdaleno sobre la ausencia de las extremidades superiores que se observan a simple vista con los agujeros de la manga de la talla femenina, donde se ensamblaban las piezas desaparecidas.

Manos diferentes

Lo que no era evidente y revelaron los rayos X es que la anatomía del monje franciscano también perdió por el camino algún elemento original tallado por Pedro de Mena, que fue sustituido con posterioridad. «La mano derecha no es la original y se ve en las radiografías. En la época se utilizaba el pigmento blanco de plomo para mezclarlo con tierra y eso daba una opacidad que se aprecia en la izquierda, mientras que la otra es diferente en las placas, porque está tallada en una madera diferente», descubre Rocío Magdaleno, que señala que el miembro añadido no presenta ni la misma policromía ni la misma pericia que la original que se conserva: es de mayor tamaño y menos natural.

Imagen de 1928 en la que se aprecia que la mano derecha del San Antonio es diferente a la actual. Juan Temboury. Biblioteca Cánovas del Castillo

El examen anatómico también reveló que la escultura de San Antonio, como las obras de la época, está formada de varias piezas de madera. Así, la escultura tiene una talla central con el cuerpo de la figura que el artista fue ensamblando con el resto de fragmentos: la cabeza, que con el paso del tiempo y los traslados se encontraba separada del cuerpo y se tuvo que adherir de nuevo durante la restauración; las manos, de la que solo una es original, y que a modo de espiga de madera encajaban en la pieza principal, y la base con forma de nube sobre la que descansa el monje franciscano arrodillado, que está unida con cuatro clavos de forja. Las placas revelan además diversas marcas en la cintura, costados, mangas y espalda del San Antonio que corresponden a puntillas y fragmentos metálicos que se usaban para sujetar vestidos y telas que se añadieron con posterioridad.

Un hueco en el interior de la escultura de San Antonio guarda un objeto, probablemente un documento enrollado

«Las mangas están talladas, pero en algún momento se recubrieron con tela, que es muy habitual en el arte sacro, por lo que se retiró», indica la experta IAPH, que destaca que las radiografías son «documentos fundamentales para la restauración de esculturas y pinturas porque nos da mucha información». Además, los análisis también dictaminaron que la madera estaba repolicromada con el paso de los siglos, por lo que se restauró con los tonos de la última capa que ha llegado hasta nuestros días, ya que en estos casos es difícil llegar a la base. Se ve muy bien en el caso de la Virgen, cuya decoración data del siglo XVII, pero al analizar los tintes se detectó que el manto es azul de Prusia, «que se empieza a utilizar en Andalucía en 1735-40, por lo que la policromía es posterior a la original», ilustra la restauradora, que añade que lo mismo ocurrió con la túnica del San Antonio, aunque la nube sobre la que se arrodilla nunca fue retocada y sí que conserva el color primitivo.

En la foto publicada en 1928, la virgen de este conjunto escultórico conservaba una de sus manos. Juan Temboury. Biblioteca Cánovas del Castillo

Instalado en el Museo de Málaga desde su reinauguración en la Aduana en 2016, este conjunto escultórico luce en todo su esplendor después de pasar por los talleres del IAPH, donde los restauradores confiesan que el vínculo con las piezas acaba siendo algo más que una relación profesional. «Estos trabajos te llevan meses delante de la escultura o la pintura y, bajo la lupa, llegas a apreciar por qué estás ante una obra maestra», asegura Rocío Magdaleno, que habla con pasión de la forma en que Pedro de Mena preparaba la madera para las tallas o como su mano esculpía esos «característicos pliegues y ondulaciones tan magníficos que creaban unas calidades textiles muy cercanas a la realidad». Un efecto que otros solo conseguían con telas encoladas que eran más fáciles de domesticar.

El misterio de su autoría

El enigma del interior de la cabeza de San Antonio de Padua, el franciscano más popular después de San Francisco de Asís, no es el único que ha rodeado esta pieza cuya autoría también es reciente. De hecho, se descubrió hace poco más de un siglo y se la debemos al poeta y pintor malagueño José Moreno Villa, que realizó la primera investigación de ese conjunto escultórico en 1917. Tres años antes, su amigo y paisano Ricardo de Orueta, director general de Bellas Artes de la II República, había publicado 'La vida y la obra de Pedro de Mena' sin mencionar estas dos piezas que por entonces se encontraban en el Hospital Civil. Y bastante afectadas, como muestran las radiografías.

La consejera Patricia del Pozo, en la inauguración de la exposición 'La imagen revelada'. SUR

Moreno Villa, que además de artista y escritor fue historiador, crítico, ensayista, archivero y bibliotecario, realizó un concienzudo estudio y dictaminó que las tallas estaban pensadas para verlas de cerca, «de ahí su acabamiento y perfección», atribuyéndolas a la mano del maestro granadino y señalando su singularidad ya que Mena no se prodigó en estos conjuntos esculturales. Un análisis que en 1980 corroboró documentalmente otra investigación firmada por José Luis Romero Torres.

El análisis de Moreno Villa fue fundamental para que la obra pasase a ser custodiada por el Museo de Málaga, una institución que, en un gesto de justicia poética, exhibe en la actualidad 'Aparición de la Virgen a San Antonio de Padua' junto a la obra de su descubridor, tanto sus lienzos como su poemario 'Jacinta la Pelirroja'. El escritor relató en 1917 que al santo le faltaba el ojo izquierdo y un par de dedos, mientras que la virgen todavía conservaba una de sus manos. Por tanto, la talla tuerta fue restaurada tras su investigación y se tuvo que abrir la cabeza para colocar la pupila perdida. Y ya puestos a teorizar, tampoco sería extraño que ese documento enrollado y oculto en la sien incluyera el nombre del visionario que reconoció un 'mena' donde los demás solo veían una estatua.

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