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La llamada de este periódico la sorprende en pleno centro de Madrid. No le ha dado tiempo de llegar a un lugar tranquilo para la charla, pero no importa. Se detiene, se concentra y empieza la entrevista. Y es fácil imaginarla al otro lado del ... teléfono sonriendo. Anabel Alonso hace gala de su buen talante en cualquier circunstancia. Con la prensa, en los muchos programas de televisión en los que participa, en las redes sociales ('haters' mediante) e, incluso, en su interpretación de 'La Celestina'. La actriz dignifica a la alcahueta por excelencia de la literatura en la versión de Eduardo Galán que este miércoles sube el telón del Cervantes, en el 41 Festival de Teatro (20.00 h., entre 12 y 36 euros). Para ella, está muy lejos de ser la mala de esta historia.
–Ha dicho que 'La Celestina' es un regalo, un punto de inflexión en su carrera, un reto… ¿Tanto le está dando este papel?
–¡Hombre! Ten en cuenta que es uno de los grandes personajes de la literatura. Junto con Quijote y Don Juan, es un personaje conocido a nivel universal, que ha dejado su impronta. Todo el mundo utiliza el tópico de La Celestina. Antes de adentrarme en ella, tenía la idea de La Celestina como una malvada, como la bruja del cuento que enreda y todo acaba mal por su culpa. Pero cuando me puse a estudiar vi que era una superviviente. Es la precursora de la picaresca. Es una mujer que tiene 30 oficios, que se dedica a lo que a lo que le pidan, que lo mismo te remienda un virgo que te hace un cosmético, que te vende hilado, que hace de alcahueta, que lleva un prostíbulo. Lo que haga falta.
–Tiene mérito, sí.
–Y además todo lo hace muy bien. Y luego tiene mucho humor, es muy vital y una grandísima actriz: delante de cada uno se comporta de una manera distinta. Con sus chicas es maternal, con los poderosos es servil y con sus iguales es la jefa. Es maravillosa.
–Es curioso que cuando la mujer es la gran protagonista, suele ser la mala de la historia.
–Ah, hija, ya. Con eso cargamos casi siempre. Salvo en las tragedias griegas. Hay un poco de todo. En general somos más víctimas que otra cosa.
–Este papel, ¿le saca de su zona de confort?
–No sé si es tanto eso, porque disfruto una barbaridad, como que el público no está acostumbrado a verme en un personaje así. Yo me siento muy a gusto porque es muy poliédrico, en cada escena despliega todo su encanto. Pero cuando me lo propuso Eduardo, me imponía. Y ya saber qué actrices lo hicieron antes…. ni te cuento. Sentía que tenía que estar a la altura de muchas mujeres.
–¿Hacía tiempo que esperaba un papel así en el teatro?
–La verdad es que sí. Afortunadamente no he parado de trabajar, pero es que esto es un premio gordo. Y sí que es un punto de inflexión. No porque vaya a cambiar mi carrera a partir de aquí, pero para mí sí que supone un cambio. Es un personaje con más encarnadura, con más soltura, con más peso específico.
–¿'La Celestina' puede enseñar algo al público del siglo XXI?
–Puede enseñar muchas cosas. Entre ellas, que hay que disfrutar de la vida. Ella lleva el carpe diem hasta lo más profundo. Hay una conversación con Melibea en la que le dice: «Nadie hay tan viejo que no pueda vivir un año más, ni tan mozo que no pueda morirse hoy mismo». Le gusta la vida, la gente y es disfrutona. Le gusta comer y le gustaba follar pero ya no la quiere nadie y se tiene que conformar con ver a los demás cómo se magrean. Disfruta el momento. Esa es una lección muy grande.
–La teoría está muy bien, ¿pero usted ha conseguido disfrutar realmente del momento?
–A ver, yo lo intento, lo que pasa es que siempre nos perdemos un poco en el día a día. Si hago balance, de momento no me quedo con casi nada en el tintero. Me dedico a lo que me gusta, estoy con la persona que quiero y he tenido un hijo, que ya ni me lo esperaba. Yo creo que a grandes rasgos sí que disfruto del momento.
–Desde fuera, parece una disfrutona.
–(Risas) ¡Es verdad! Me gusta la gente y de mi profesión me gusta prácticamente todo. Presentar, cantar en 'Tu cara me suena', cocinar... Es un venga, vamos a tirarnos de boca al barro, ¿qué puede pasar? No nos estamos jugando la vida.
–Es una buscavidas, como La Celestina. Se adapta a todo .
–¡Claro! Y también hay que relajarse un poco. Si sale mal, ¿qué? Afortunadamente no estamos operando a nadie a corazón abierto.
–Me da la sensación de que usted se ha sacudido del qué dirán.
–Totalmente, totalmente. Además, ahora que todo está tan exacerbado, que se dicen animaladas…. No, no. Tienes que estar a gusto contigo misma y con quien te rodea. Lo demás, fuera. Del qué dirán hay que pasar.
–Uno de los rasgos que más la definen, sobre todo en redes, es que no esquiva la polémica.
–Es que yo creo que también hay momentos en los que no te puedes quedar al margen. Hay unas realidades sociales y políticas ante las que, por lo lo menos, tienes dar tu opinión. Lo que pasa es que yo no sé qué le pasa a la gente, que das tu opinión y…. El anonimato de las redes sociales me parece que es un error. Uno no puede estar detrás de una coliflor diciéndote de todo, mintiendo y difamando. El quid de la cuestión es tener la conciencia tranquila, estar a gusto contigo misma y ser honesta.
–¿No se ha planteado apartarse de todo esto? Aunque no le afecte, será agotador.
–Desaparezco y ya está. No es algo que me afecte ni que haga mella en mí o que crea que tengan razón. Es todo tan absurdo, tan odiar por odiar y faltar por faltar… Y cuando ya me me harto de leer estupideces, digo 'ciao pescao'.
–Y luego, cuando pasa un tiempo sin tuitear, hasta le echan de menos. Le da vidilla a las redes.
–Claro, le doy vidilla. Ante todo hay que tomarse la vida con humor.
–Habla de todo, pero ¿también se calla muchas cosas?
–Claro que también me callo. La sinceridad absoluta, primero, no existe. Y después, está sobrevalorada. Por supuesto que me guardo muchas cosas.
–¿Ha sentido homofobia?
–En la vida, no, en ningún momento. En las redes sociales, sí, pero es una realidad paralela, una cobardía, un estar ahí agazapado… que ni lo considero. Y también hay una parte buena de las redes. Puedes dar tu opinión, desde el respeto, y que tenga repercusión. Lo malo es todo el ruido que hay y esa corrala en la que mucha gente va a tirar la basura.
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