Borrar
Las murallas y las fortificaciones de ingreso de la parte baja de la Alcazaba hacen de la fortaleza un edificio único en Al-Andalus.

Ver fotos

Las murallas y las fortificaciones de ingreso de la parte baja de la Alcazaba hacen de la fortaleza un edificio único en Al-Andalus. Francis silva

La Alcazaba, el califato olvidado de Al-Andalus

Entre la expansión omeya de Córdoba y el legado nazarí de Granada, la dinastía hammudí reinó en el siglo XI desde Málaga, donde se hizo fuerte en una fortaleza única necesitada de restauración e investigación para recuperar su esplendor del pasado

Domingo, 17 de enero 2021, 02:17

Una pareja de turistas nos precede. Cruzan el frondoso Patio de los Surtidores y giran hacia la derecha. Le han llamado la atención los arcos con generosa decoración que sirven de antesala a la Torre de Maldonado. En esa arquería nos detenemos nosotros ante la advertencia del arqueólogo y arabista Virgilio Martínez Enamorado de que este es su «rincón preferido» de la Alcazaba. Los visitantes que van por delante lo han escuchado y, aunque mantienen la distancia, acercan el oído. «Aquí encontramos la síntesis del monumento, porque en unos metros tenemos las tres etapas: primero la hammudí que nos recuerda a Medina Azahara con este ataurique de tradición califal; a la derecha, la zirí con el pabellón de arcos polilobulados de época taifa que nos llevan a la Palacio de la Aljafería de Zaragoza y, finalmente, la nazarí con este pórtico tripartito que se construyó delante y que esconde un mensaje ya que se realizó una pésima restauración», resume el doctor y profesor de Historia Medieval de la Universidad de Málaga, que se acerca al capitel de una de las columnas de esta última fachada de entrada para descubrir unas letras árabes que pasan desapercibidas. Pronuncia la frase literal: «Wa lâ Ghâlib illâ Allâh». «Esto se repite 3.500 veces en las columnas de la Alhambra», descubre el experto, que de una pincelada ha recorrido la historia del palacio malagueño desde su arrogancia califal en el siglo XI a su caída en el XV. Sus palabras no se las ha llevado el viento. Además de apuntadas en la libreta para este reportaje, también han llegado a los turistas que, cuando nos vamos, regresan al pórtico que habían cruzado sin más para buscar ahora ese lema nazarí del capitel que ha dejado de estar escondido: «No hay vencedor, sino Dios».

Cada esquina de la Alcazaba guarda una historia silenciada. Por eso esta visita con Martínez Enamorado dura toda una mañana. La zona palaciega, en la parte más alta, se encuentra completamente reconstruida tras la rehabilitación del monumento a cargo de Juan Temboury en la primera mitad del siglo XX, mientras que el espacio previo con los diferentes tipos de arquerías ha conservado elementos originales. «Esto se descubrió en 1933 cuando entraron en una de las casas que se habían construido en el monumento y se encontraron con la arquitectura hammudí, zirí y nazarí en apenas unos metros», explica el arqueólogo, que clava la mirada en esos arcos del siglo XI y su rica decoración vegetal que recuerda al salón rico de Medina Azahara. «Los hammudíes disputan el poder a Córdoba por lo que necesitan parecerse a ellos y aquí lo vemos con esta estructura y decoración califal», argumenta el experto, que recuerda que en toda la historia de Al-Andalus solo hubo tres califatos: la esplendorosa dinastía omeya, el reino almohade que reunificó lo que quedaba del territorio islámico peninsular tras la época taifa y, entre ellos, el más breve, olvidado y menos estudiado, que tuvo su capital en la Alcazaba.

«Los hammudíes se establecen en Málaga en el 1016, planteando una competencia califal, pero Córdoba estaba en una situación de colapso, sucediéndose califas con poco poder y, aunque se rememoran los viejos tiempos de Medina Azahara, el edificio estaba podrido por dentro y colapsa en el 1031», explica Martínez Enamorado, que añade que, aunque el reinado malagueño fue «pequeño» en el tiempo y se tendió a menospreciar por las fuentes pro-omeyas, tuvo su relevancia. «El nuevo califato quiso ordenar la situación de Al-Andalus, por lo que hay que tenerlo en cuenta para explicar el fin de Córdoba y la formación de las taifas», explica.

El arabista Virgilio Martínez Enamorado pide más inversión e investigación en el gran monumento árabe de Malaga. Francis Silva

De la influencia, breve pero intensa, del imperio asentado en la Alcazaba da testimonio la creación de su propia moneda en oro, un signo de poder del que se han encontrado restos desde el Norte de África a Cataluña. No obstante, la gran legitimación fue religiosa, ya que el califato no podía proclamarse por cualquier rey musulmán. De hecho, ni los ni los almorávides ni los nazaríes lo fueron ya que no descendían de la familia del profeta Mahoma, condición que cumplían los hammudíes procedentes del norte de África y cuyos ancestros eran los idrisíes. «Por eso la repercusión del califato proclamado hace unos años por los terroristas –el Estado Islámico–, ya que declararse califa en el mundo islámico es muy excepcional», apunta el arabista dando un salto a la actualidad.

Ni excavaciones ni estudio

El testigo de aquel breve califato se conserva en las partes más antiguas de la Alcazaba y que están en esta zona alta del palacio. Pero no es lo único sobre lo que pone el acento el profesor Virgilio Martínez Enamorado, que nada más acceder por la actual puerta de acceso y dar el primer giro a la izquierda se detiene para descubrirnos que estamos ante un iwán, un porche bajo un arco y cerrado por muros en tres de sus lados que es una excepcionalidad arquitectónica. «Esto es muy habitual en Irán, pero no en Al-Andalus», señala el experto, que asegura que su construcción tuvo un significado, pero que, como tantas zonas de la fortaleza, son un misterio.

«Por eso es tan importante que se vuelva a excavar y estudiar la Alcazaba», sostiene Martínez Enamorado, que pone el acento en que «esto es una Alhambra, una ciudad, una casa del poder, y necesita más dinero y reinvertir los grandes ingresos que aporta ya que es el monumento más visitado de Málaga». No anda descaminado el arqueólogo ya que en 2019, los visitantes dejaron 3,2 millones de euros en la taquilla de la entrada. Unos recursos que permitirían que volvieran las excavaciones tras décadas, rehabilitar y abrir al público las zonas clausuradas –el barrio de viviendas, sus baños o la torre del homenaje– y resolver sus grandes enigmas, como localizar la mezquita del monumento.

Mientras el arqueólogo cuenta todo esto, hemos dado hasta ocho cambios de dirección en lo que el arquitecto restaurador de la Alcazaba, Leopoldo Torres Balbás, denominó 'fortificaciones de ingreso' que fueron añadidas en época taifa como método de defensa. «Como conjunto militar árabe es único y el mejor que tenemos en España», descubre Martínez Enamorado. De hecho, para encontrar una fortaleza equiparable hay que viajar hasta Siria y visitar el castillo del Crac de los Caballeros que construyeron los cruzados.

Con la charla hemos llegado hasta el Arco del Cristo. Se llama así por un crucificado que hubo en una hornacina hasta que se retiró durante la restauración del siglo XX, aunque este emblemático espacio también tiene otro nombre: Puerta de la Llave. Solo hay que levantar la mirada para verla tallada en la clave del arco. «También encontramos está llave en las puertas de la justicia de la Alhambra», relaciona el arqueólogo que se sienta en un saliente del muro de la torre para ilustrar como, probablemente, allí se recibía al pueblo y se impartían sentencias. Y ya que está allí investido, Martínez Enamorado dicta su veredicto: «Los malagueños tenemos que reivindicar más la Alcazaba».

Un arqueólogo y un historiador para el nuevo plan de conservación

El conjunto Alcazaba-Gibralfaro lleva décadas esperando su prometida rehabilitación. Protegido como BIC, cualquier actuación requiere una tramitación tan compleja que hace que intervenciones de urgencia como el muro del castillo desmoronado hace dos años continúe aún sin arreglar. Como adelantó SUR la semana pasada, Ayuntamiento y Junta han dado un paso al acordar por primera vez la redacción de un plan de conservación a largo plazo que se tramite de forma unificada y dé cobertura al rescate del monumento con actuaciones aprobadas para varios años. Al equipo redactor de este se van a unir además un arqueólogo y un historiador.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur La Alcazaba, el califato olvidado de Al-Andalus