Alberto Ramos, con sus cinco libros en la playa de Los Álamos. Marilú Báez

Alberto Ramos, el poeta gay que convirtió el rechazo en un éxito

Ha publicado cinco libros con Planeta, firma ejemplares en medio mundo y ahora opta al Premio Arte Princesa de Girona. Solo tiene 25 años y es de Alhaurín de la Torre

Sábado, 1 de marzo 2025, 00:10

Se le reconoce a lo lejos, con ese durag negro a la cabeza que ha convertido en parte de su identidad. Y la sonrisa. Quedamos ... en la playa de los Álamos. Allí extiende una enorme toalla de esas con un mandala en el centro y nos sentamos a charlar junto a sus cinco libros: 'Eighteen', 'Gay', 'Baydoun', 'Queen', 'Alpha', todos publicados por Espasa (Grupo Planeta). Poesía y naturaleza, las dos cosas que le salvaron hace no mucho. Alberto Ramos es el poeta gay del momento. Solo tiene 25 años, pero vive de la literatura prácticamente desde antes de cumplir 20, viaja por el mundo con firmas de sus poemarios y charlas en centros escolares, y ahora opta al Premio Arte de la Fundación Princesa de Girona. Antes de todo eso, sin embargo, hubo rechazo, abusos e incluso agresiones.

Publicidad

Ramos acaba de llegar a Málaga, a Alhaurín de la Torre, de una de sus giras por el mundo. Desde que comenzó el año ha estado en varios países de Latinoamérica con encuentros con los lectores, ha hecho parada en Chicago y Washington para visitar a amigos y ha visto las auroras boreales en Islandia. El año pasado, cuenta, apenas pasó dos semanas en España, pero este 2025 quiere estar más presente. El 14 de marzo defenderá en Almería su candidatura frente al jurado de los premios Princesa de Girona en la categoría de arte, donde compite con otra malagueña, la ilustradora, novelista gráfica y activista Quan Zhou y tres aspirantes más. Y después participará en la Feria del Libro de diferentes ciudades españolas. Incluida Málaga. Una especie de reconciliación con su tierra.

De aquí se marchó con solo 15 años a Suecia, adoptado por la familia de su mejor amiga. «Me fui en parte por salir de ese pueblo pequeño, de esa homofobia de hace más de 10 años, con esa idea de buscar la gran ciudad y una mejor vida en Estocolmo. Lo que pasa es que esos planes se truncaron y fue bastante diferente a lo que yo esperaba», relata. Se instaló en Södetälje, la ciudad adonde fue buena parte de la migración siria que en 2015 llegó a Suecia huyendo de la guerra. «Mi experiencia como chico abiertamente gay en ese contexto fue extremadamente violenta y turbia. Nadie quería estar conmigo. Era un apestado».

Marilú Báez

Estaba «acostumbrado» a que se rieran de él y le insultaran por sus formas amaneradas, pero siempre había algún apoyo, alguna amiga o incluso alguna desconocida que daba la cara por él. «Pero cuando llegué allí, una premonición de lo turbio que iba a ser todo es que las chicas también se reían de mí. No había ningún tipo de alianza como yo estaba acostumbrado en España. Y este dicho que se dice mucho de 'hacerse el sueco', en mi experiencia era bastante cierto». Se levantaban cuando él se sentaba a comer en el instituto, pasaron a su lado mientras estaba tirado en el suelo tras ser atropellado con una moto en la puerta del centro escolar, le expulsaron a gritos de un autobús… «Y la gente no hacía nada».

Publicidad

«Una premonición de lo turbio que iba a ser todo es que las chicas también se reían de mí. No había ningún tipo de alianza»

Al cumplir 18 años se armó de valor y denunció los abusos a la policía. La directora del instituto le respaldó con una segunda denuncia y llenó de banderas arcoíris el centro durante el proceso judicial. Alberto Ramos subió una foto de esas banderas a Instagram con un texto en el que contaba lo que estaba viviendo. Y su mundo cambió. La prensa sueca, local y nacional, se hizo eco de su experiencia de una manera abrumadora, como reflejo de los problemas sociales que atravesaba el país. «Al ser yo un chico español era considerado como una figura neutra. No era sirio, ni sueco, ni de un lado ni de otro, y creo que eso hizo que mi historia llegase a tantísima gente y se usase tantísimo. Realmente fue un poquito desproporcionado el ruido que hizo en Escandinavia y lo mucho que se habló», recuerda.

Ya por entonces escribía poesía como una vía de escape pero, después de que retiraran un mural que había creado contra la discriminación, decidió autopublicarse para que nadie pudiera «quitar, tirar a la basura, escupir, romper o tergiversar» su mensaje. «Era simplemente mi voz y mi experiencia». Y así nació 'Eighteen', primero en inglés y después en español, con ilustraciones propias y un dibujo de una mariposa que se ha convertido en un símbolo. La repercusión fue tal que Planeta se interesó por su trabajo y lo relanzó dos años después con el sello Espasa. Después vendrían tres poemarios más y una novela con su historia. En Instagram tiene 184.000 seguidores, en TikTok roza los 200.000. «A veces siento que no me ha dado tiempo ni a soñarlo, sinceramente, porque muchas cosas pasaron tan rápido», reflexiona.

Publicidad

Voz de la diversidad

En este tiempo, además, Alberto ha cursado estudios de Filología Inglesa, con especialización en literatura, y ha recibido 28 matrículas de honor en un total de 12 universidades entre Suecia, Estados Unidos, Canadá y Japón. Trabajó durante un año en el departamento de ciencia e investigación (DG RTD) de la Comisión Europea. «Quería tener la experiencia de oficina», dice. Ha sido invitado por la Embajada de Suecia en España a dirigirse al Parlamento Europeo como escritor por su impacto en colectivos vulnerables, y ha visitado centros escolares de España, Suecia y Francia donde usan sus versos para dar voz a la diversidad. «Necesitaba oírlo yo mismo, y parece que mucha más gente también lo necesitaba».

Porque, además, en su poesía no hay rabia ni rencor. Hay dolor, sí, pero también consuelo. Los versos de Alberto Ramos empoderan a quien se siente diferente, le invitan a quererse y a reconocerse. «Yo lo concebí como un desahogo personal y un espacio seguro en el que ser y en el que existir, pero se acabó convirtiendo en un espacio seguro para muchas otras personas. Yo siempre intento ver el lado positivo, porque lo hay. Y también es importante contar historias que no siempre sean de lo negativo, del bullying, del acoso, que ya hay mucho, parece que la única historia que tenemos los gays es de trauma y de dolor. Tenemos derecho a ver otras cosas, a vernos a nosotros mismos en otras pieles y en otros contextos en los que acabamos siendo felices», reivindica.

Publicidad

Pero sus vivencias no solo conectan con el colectivo gay, también llegan a chicos y chicas heteros con sobrepeso, a personas «que no son lo que deberían haber sido según su entorno», a migrantes que han sufrido bullying. «Me hace incluso más ilusión saber que, a pesar de que yo no he escondido ni un solo milímetro de lo que yo soy, de que escribo abiertamente como chico gay, hay tantísimas personas que sin serlo se han sentido bienvenidas. Porque lo son», concluye.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad