Manuel Azuaga Herrera
Sábado, 22 de abril 2023
Hoy, Día Internacional del Libro, les vengo a hablar de ajedrez y literatura, dos átomos de un mismo elemento, un isótopo natural que habita en la mente de ajedrecistas y escritores, algo así como una aleación de química creativa que, desde hace siglos, viene alumbrando ... relatos hermosos, jugadas de época y un caudal formidable de obras maestras. Permítanme que desbroce un terreno tan fértil y seleccione aquellos libros que son del todo imprescindibles, sin hacer mención a títulos en los que el ajedrez aparece como atrezo, acaso como una pieza ornamental en la representación escénica que decora lo puramente narrativo. De esto último hay claros ejemplos, al igual que ocurre en el cine cada vez que un tablero aparece mal colocado, con la casilla 'h1' en color negro. Los libros que recomiendo a continuación copan, a mi juicio, los primeros puestos del podio de la literatura ajedrecística. En ellos el ajedrez es núcleo, corazón y verdad. En ellos parece que cada palabra no hubiese sido escrita en las fibras de celulosa de una hoja en blanco, sino colocada sobre un tablero mental donde bordean el amor –el amor por este noble juego–, la ficción y, en ocasiones, la locura.
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El filósofo, poeta y ajedrecista mexicano Luis Ignacio Helguera calificó 'La defensa' como «la gran novela trágica» del ajedrez. Decía Helguera que, «en virtud de sus diversos planos de lectura, puede ser disfrutada –ciertamente en diferentes niveles de profundidad– por ajedrecistas y no ajedrecistas». Y así es. 'La defensa' es una obra universal de la literatura. El lector aficionado a las sesenta y cuatro casillas conectará, digamos desde otra emoción, con algunas situaciones de la trama, o con el carácter inadaptado, lunático y febril de Luzhin, el protagonista de la novela, en su obsesión por el ajedrez. Desde otro ángulo, el lector advenedizo encontrará en 'La defensa' una historia conmovedora en la que el ajedrez está en el centro del relato, pero no como obstáculo, más bien al contrario, pues Nabokov logra con su delicada prosa que lo ajedrezado se convierta en un elemento magnético y seductor.
'La defensa' fue el primer gran éxito de Nabokov. Apareció en ruso con el título 'Zashchita Luzhina', que viene a traducirse como «La defensa de Luzhin». Nabokov explicó que con ello hacía referencia a una jugada de ajedrez supuestamente inventada por su protagonista. También confesó que este era, de todos sus libros, el que poseía y difundía mayor calor. Así lo dijo: «Mayor calor». Y añadió: «Lo que podría parecer extraño si se tiene en cuenta cuán tremendamente abstracto se supone que es el ajedrez».
El crítico literario sevillano Leopold Azancot escribió: «Nabokov maquina sus novelas como si de una partida de ajedrez se tratara». Y, en efecto, el autor ruso construye en 'La defensa' un andamiaje narrativo donde todo está calculado, capítulo a capítulo, o jugada a jugada. Lo cierto es que Nabokov tenía verdadera pasión por el juego-ciencia y fue un destacado problemista. Es el gran maestro de la literatura. Incluso jugó contra Aaron Nimzóvich, el padre de la escuela hipermoderna del ajedrez. En 1963, en el prólogo de una nueva edición de 'La defensa', Nabokov da buena cuenta de su conocimiento sobre la materia: «Al releer hoy esta novela, y al volver a jugar los movimientos de su acción, me siento un poco como Anderssen y rememoro con afecto su sacrificio de ambas torres en favor del desdichado y noble Kieseritzky». Se refiere Nabokov a la 'Inmortal de Anderssen', una partida que es una joya y que todo aficionado conoce.
A propósito del fantástico personaje de Luzhin –nunca olvidarán a Luzhin, si leen la novela– hay diversas teorías. La más aceptada es que Nabokov se inspiró en el ajedrecista alemán Curt von Bardeleben, al que conoció cuando vivía en Berlín. Sin embargo, el propio Nabokov juega con el lector y, en el capítulo VI de 'La defensa', ofrece otra versión que pone en boca de la madre de la prometida de Luzhin: «Estoy segura de que su verdadero nombre es Rubinstein o Abramson». No hay constancia de ningún jugador llamado Abramson, pero de Rubinstein sabemos casi todo porque fue, sin duda, uno de los más grandes ajedrecistas del siglo XX.
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¿Quién dio vida entonces a Luzhin? Pongan atención al siguiente hallazgo. Nabokov participó como extra en el documental 'La fiebre del ajedrez' (1925), del ruso Pudovkin, lo que le permitió coincidir en el reparto con Richard Reti y con jugadores de la talla de Grunfeld, Frank Marshall o Capablanca. Lo novedoso es que, según el historiador de cine Kersten Schumacher, Pudovkin rodó esta película en la primavera de 1924, en un suburbio de Berlín, y esto encaja en el tiempo con la etapa berlinesa de Nabokov. De este modo, el protagonista de 'La fiebre del ajedrez' estaría detrás de la creación de Luzhin. El parecido es incontestable. Ambos sufren una confusión paranoide entre la realidad que observan y la obsesión que sienten por el juego, al punto que Luzhin llega a confundir a su pareja con un alfil. Esta hipótesis, además, queda avalada por el propio Nabokov en 'Mashenka' (1926), su primera novela, cuando el narrador habla del personaje central y nos cuenta que «más de una vez […] había ido a las afueras de la ciudad para hacer de extra en alguna película que se rodaba en un recinto de feria».
El 29 de septiembre de 1941 Stefan Zweig escribió una carta a Friderike, su primera mujer, desde Persépolis, donde leemos: «Estoy corrigiendo muchas cosas en mi autobiografía y he esbozado una pequeña novela, 'Novela de ajedrez'». El 22 de febrero de 1942 Zweig y su segunda esposa, Lotte, se suicidaron en su residencia de la Rua Gonçalves Días, número 34, en Petrópolis. Una sobredosis de barbitúricos puso punto y final a la angustia vital del escritor austríaco. La noche anterior, Zweig había jugado al ajedrez.
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'Novela de ajedrez' fue pues su última novela. Hoy es considerada (se publicó de forma póstuma) una obra maestra de la literatura. Y quizás sea, de paso, lo mejor de Zweig. En la trama se incorporan elementos que son claramente autobiográficos. Uno llega a sentir que la tristeza espiritual del autor, en su huida permanente de la barbarie nazi, opera en la novela como un lento fundido en negro que acompaña al lector desde la primera página, según transcurren los acontecimientos. «No somos sino fantasmas o recuerdos», dijo Zweig.
La novela arranca en un viaje en barco rumbo a Buenos Aires. A bordo está Mirko Czentovic, el campeón mundial de ajedrez, un hombre que «se había colocado de repente a la altura de los más expertos maestros consagrados del arte del ajedrez, como Alekhine, Capablanca, Tartakower, Lasker, Bogoljubow», pero que es «incapaz, en su vida privada, de escribir una frase sin faltas de ortografía». Czentovic juega al ajedrez en consulta contra algunos pasajeros. En la segunda de las partidas, el grupo logra hacer tablas debido a las indicaciones de un misterioso viajero vienés, el señor B. El campeón del mundo reta al señor B. a jugar una partida, ellos dos, a la mañana siguiente. A partir de ese momento, Zweig da paso a una maravillosa digresión en la que el señor B. cuenta su pasado, sus días encerrado por los nazis en una habitación del Hotel Metropol, cuartel general de la Gestapo, su milagrosa salvación gracias al ajedrez.
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«Durante los tres primeros días del viaje», escribe Zweig, «resultó absolutamente imposible acercarse a Czentovic sin recurrir a la indiscreción grosera que, al fin y al cabo, no es característica mía. Es verdad que a veces se paseaba por la cubierta, pero siempre lo hacía con las manos sobre la espalda; en la actitud orgullosamente ensimismada del Napoleón del famoso retrato». La escena me recuerda, irremediablemente, a otra de 'La defensa' en la que Nabokov describe a Luzhin con «el perfil de un Napoleón más débil».
Napoleón me da voz de mando -en unos instantes entenderán por qué- para hablarles de 'Reikiavik', un portentoso texto del Premio Nacional de Literatura Dramática Juan Mayorga. La idea de escribir esta vanguardista obra de teatro surgió cuando Mayorga, al ver la escena de unos ajedrecistas cerca del Palacio de Cristal de Madrid, pensó: «¿Y si estos tipos no están jugando realmente al ajedrez, sino a reconstruir Reikiavik, aquel duelo por el título del mundo entre Fischer y Spassky que fue algo más que ajedrez?».
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Es por eso que en 'Reikiavik' todo acontece en un parque público en el que dos amigos se juntan para recrear viejas partidas. Mayorga llama a estos dos personajes Waterloo y Bailén, como dos derrotas de Napoleón, gran aficionado a las sesenta y cuatro casillas, aunque no tan buen jugador. En palabras de Juan Mayorga, «Bailén y Waterloo representan no sólo a Fischer y a Spassky, sino también a muchos otros que movieron piezas en aquel tablero. […] 'Reikiavik' es una obra sobre la Guerra Fría, sobre el comunismo, sobre el capitalismo, sobre el ajedrez, sobre el juego teatral y sobre hombres que viven las vidas de otros. Y es una obra sobre seres que me son más misteriosos cuanto más de cerca los miro».
Mayorga defiende con 'Reikiavik' un teatro culto y al mismo tiempo popular. Tuve la suerte de asistir al estreno general de la obra en el Teatro Valle-Inclán de Madrid y quedé realmente fascinado por los planos narrativos sobre los que el autor cimienta los diálogos, por el uso del humor y del absurdo, del juego del ajedrez como metáfora de la vida misma. El texto de 'Reikiavik' incluye un magnífico ensayo del filósofo Fernando Broncano, quien, en palabras de Mayorga, «ha sido capaz de leer cosas que yo no sabía que estaban escritas».
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Queda pues todo dicho, hay que leer a Nabokov, a Zweig y a Mayorga. Entre otras razones porque en ellos, no solo en sus libros, el ajedrez es núcleo, corazón y verdad.
El próximo día 2 de mayo llegará a las librerías 'Más cuentos, jaques y leyendas', publicado por Editorial Renacimiento, una nueva recopilación de treinta de los artículos que Manuel Azuaga escribe en estas páginas. La obra, que cuenta con prólogo del escritor Miguel Ángel Oeste, se presentará en el Aula de Cultura de SUR, que se celebrará en el Centro Cultural La Malagueta el próximo martes 9 de mayo, a las 19 horas, con la colaboración de Fundación Unicaja y Cerveza Victoria.
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