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Manuel Azuaga Herrera
Sábado, 16 de marzo 2024, 22:05
Imaginen un brebaje, un mejunje similar a la pócima de Panorámix, con su muérdago y su aceite de roca, que, al tomarlo, nos permitiera estimular al máximo nuestras capacidades cognitivas. Algo así como le ocurre al protagonista de la película 'Sin límites' (2011), un escritor venido a menos que, al drogarse, se convierte en un experto en todos los campos del conocimiento, gracias a la alteración de sus facultades mentales. «¿Cuál es tu secreto?», le pregunta Robert de Niro en una de las escenas más recordadas del film. «Medicación», responde el escritor. Imaginen un fármaco de este corte, una sustancia que nos proporcionara un estado ideal, puro y supremo de cognición, la unción de la sabiduría. Hallaríamos números primos desconocidos y nos convertiríamos, sin esfuerzo alguno, en campeones del mundo de ajedrez. Pero sucede que, por el momento, no existe tal poción milagrosa, aunque los avances farmacológicos sí que han propiciado la aparición de los nootrópicos, conocidos como «drogas inteligentes» o «estimulantes de la memoria». ¿Podrían estas nuevas sustancias mejorar, al menos, nuestro rendimiento en el tablero?
En 2017, se conocieron los resultados del estudio 'Metilfenidato, modafinilo y cafeína para la mejora cognitiva en el ajedrez: un ensayo controlado aleatorio, doble ciego', llevado a cabo por un equipo de investigación capitaneado por el alemán Klaus Lieb, del Departamento de Psiquiatría y Psicoterapia de la Universidad de Mainz. En este estudio participaron 39 ajedrecistas, a los que se les suministró una serie de dosis de alguna de las sustancias descritas, o bien dosis de placebo, en el caso del grupo control. Ningún ajedrecista sabía lo que estaba tomando. Así, cada individuo disputó veinte partidas de 15 minutos contra 'Fritz 12', un software muy potente que se adaptaba, previamente, a la fuerza de juego de cada sujeto. Además, 'Fritz 12' solo tenía 6 minutos. ¿Se observarían mejoras en el rendimiento de los ajedrecistas que tomaban metilfenidato, modafinilo y cafeína? Esa era la pregunta clave.
En los resultados del estudio se observaron efectos sobre el rendimiento ajedrecístico entre los sujetos que tomaron potenciadores cerebrales y los que tomaron placebo. En comparación, las puntuaciones medias fueron superiores entre un 6% y un 8%. Pero, al mismo tiempo, se puso de manifiesto una interesante sorpresa que nadie esperaba: la ingesta de los tres estimulantes aumentaba de un modo significativo el tiempo medio de reflexión, lo que provocó, paradójicamente, que los ajedrecistas 'estimulados' perdiesen un mayor número de partidas, pues agotaban su tiempo. Es decir, se concentraban tanto que pensaban demasiado. Sin embargo, cuando los investigadores excluyeron estas partidas y seleccionaron únicamente las que se habían jugado sin apuros de tiempo, evidenciaron que «tanto el modafinilo como el metilfenidato mejoraron el rendimiento en ajedrez, en comparación con el placebo, mientras que el efecto potenciador de la cafeína no superó el nivel de tendencia».
El profesor Lieb ha hablado públicamente más de una vez sobre el estudio que lideró, y lo ha hecho siempre en términos muy divulgativos: «No existe ninguna pastilla que sea completamente segura y que sea tan eficaz que dispare nuestro rendimiento. Es cierto que tenemos algunas sustancias un poco más eficaces que el placebo, pero, por contra, tienen muchos efectos secundarios y riesgos a largo plazo». Entre estos riesgos futuros está la ansiedad y los trastornos del sueño. Hace una década, el propio Lieb descubrió que el porcentaje de estudiantes alemanes que tomaban estimulantes rondaba el 20%. Hoy, ese porcentaje no para de crecer en todo el mundo. Se estima que, en época de exámenes, el 24% de los estudiantes estadounidenses consume nootrópicos. Estas sustancias mejoran ligeramente la memoria a corto plazo, pero provocan adicción. Una dependencia que se ha transformado en un fenómeno global, con un consumo cruzado, transversal, y no solo asociado, como se piensa, a la población joven.
A propósito de las conclusiones del estudio del profesor Lieb, me pongo en contacto con María Jesús Maraver, del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC) de la Universidad de Granada, investigadora en el campo de la memoria: «En principio, hay varios elementos que deberíamos tener en cuenta o, directamente, cuestionar», advierte Maraver con escepticismo. «El metilfenidato, por ejemplo, es un estimulante muy usado en el tratamiento de trastornos por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Por su parte, el modafinilo está indicado para trastornos del sueño, pero aumenta la vigilia. Y el consumo de cafeína, quizás el estimulante más social de nuestro tiempo, nos debería generar una pregunta: ¿no actuará realmente, al menos en algunas ocasiones, como un placebo? Porque, debido a nuestros hábitos culturales, asociamos tomar café con una mayor actividad, pero su efecto potenciador de las funciones cognitivas podría ser, simplemente, un efecto de habituación».
Maraver concluye: «No existe ninguna pastilla milagro, tampoco para jugar al ajedrez». Y, al interrogante de cómo podríamos favorecer nuestro rendimiento ejecutivo, la investigadora responde con una propuesta saludable: «En lugar de afectar el estado cognitivo con fármacos, recomiendo centrar nuestro esfuerzo en desarrollar estrategias que nos ayuden a mantener la atención y la concentración durante un tiempo prolongado. Con este tipo de estrategias estoy pensando en fortalecer la memoria de trabajo, por ejemplo. Lo podríamos hacer con dinámicas, en este caso ajedrecísticas, que incorporen la flexibilidad, la inhibición o el cambio de rutas. Y, por supuesto, deberíamos propiciar, como base de cualquier mejora, un buen descanso, también en el plano emocional».
En 1979, el ajedrecista y doctor alemán Helmut Plfeger experimentó consigo mismo para comprobar qué sucedía si recurría a un metabloqueador antes de jugar una partida contra el excampeón del mundo Boris Spassky. Para la ocasión, Helmut tomó 'Beloc', un medicamento que bloqueó los efectos naturales de la adrenalina y le redujo, tal y como deseaba, la tensión arterial. Durante el encuentro, el corazón de Helmut se volvió más lento, latió muy por debajo de su frecuencia cardiaca habitual. Aunque, a decir verdad, no lo hizo por mucho tiempo, puesto que Spassky, con blancas, lo barrió del tablero en tan solo veinte movimientos. Plfeger, tras la derrota, dijo: «Mi juego se desmoronó por completo. He perdido como un niño».
En la serie 'Gambito de dama' vemos a Beth Harmon, la joven ajedrecista que supera mil y un obstáculos en un mundo lleno de hombres, tomar unas pastillas verdes con efectos alucinógenos, casi proféticos. Harmon aparece en varias escenas tumbada en la cama mientras, del techo, brotan piezas tridimensionales, damas, reyes y alfiles, estalactitas vivientes que su mente proyecta sobre un tablero en el cual descubre las combinaciones más extraordinarias del juego. Es una imagen hermosa, muy potente desde un punto de vista estético. Sin embargo, suscitó una (absurda) polémica entre la familia del ajedrez. «Se da a entender que, si te drogas, vas a jugar mejor, y esto es muy peligroso», decían algunos. O: «No es el mejor ejemplo para los jóvenes». Un poco de calma, amigos. La serie no pretende ser un tratado de filosofía moral, es simplemente ficción. Además, en este caso, el elemento hipnótico, para entendernos, tiene anclaje en una causa histórica. Y es que, en 1957, en Estados Unidos se expedía una receta de Miltown, la «droga milagro», cada segundo.
Para acabar con el debate, dejemos bien clara una cosa: durante una partida (y más aún durante un torneo), se dan muchas fases de juego. En unas debemos estar lo más calmado posible, tener nervios de acero, pero en otras debemos estar activos, ser muy rápidos en el cálculo. De ahí que la combinación perfecta entre tranquilizantes y estimulantes sea una fórmula imposible. Que se lo pregunten, si no, al pobre doctor Plfeger.
Al que le preguntaron por este asunto, en una rueda de prensa de mayo de 2023, fue a Magnus Carlsen, el número uno del ranking FIDE y, para muchos, el mejor ajedrecista de todos los tiempos: «La gente usa drogas tanto para prepararse como para hacer exámenes. Supongo que también podrían ayudar en el ajedrez. No sé, si en algún momento mi nivel baja de forma drástica, puede que empiece a experimentar, pero por ahora no veo la necesidad», dijo el noruego, con sarcasmo, ante la carcajada general de los presentes. En 2021, Carlsen revalidó su corona de campeón del mundo al vencer al ruso Ian Nepomniachtchi. Hay un vídeo de un momento del campeonato que me parece fantástico. Tras firmar las tablas en la tercera partida, vemos al árbitro principal que se acerca a la mesa de juego. Hasta ahí, todo normal. Pero, al llegar, el árbitro comunica a los jugadores que deben pasar un control antidoping. El gesto de Carlsen, en primer plano, es el de un niño al que castigan de forma cruel. Resopla, deja caer los hombros y frunce el ceño, todo en uno. «¿En serio?», parece estar pensando. «Después de horas de esfuerzo, ¿ahora tengo que ir al baño?».
La reacción de Carlsen es compartida y generalizada entre los ajedrecistas de élite. Paco Vallejo, referente absoluto del ajedrez español, es contundente: «He pasado algunos controles, pero no tiene mucho sentido, lo que hay que hacer es ponerse muy serios con el doping electrónico, ese tipo de dopaje sí que es preocupante». David Antón, número uno de España, explica cuál es su visión sobre este asunto: «Por mucho que tomes algo, tu ajedrez no va a mejorar. Sí es cierto que existen sustancias que, al parecer, ayudan a evitar el cansancio o a mejorar tu atención». Sobre la conveniencia de realizar controles, Antón opina: «En mi caso, no suelo tomar medidas preventivas antes de un torneo porque ni siquiera tomo café. Así que no me preocupa. De hecho, hace bastante tiempo que no paso por un control antidoping, aunque en algunas competiciones, como en la Copa del Mundo, lo siguen haciendo. Lo que sí paso, cada vez más, son controles anti-trampas, a través de escáner y detectores que instalan en las salas de juego».
Una vez hemos oído a los expertos, me parece que deberíamos dejar de imaginar el brebaje milagroso que nos convierta en campeones del mundo, al menos de momento. Como ven, el foco de interés está en el dopaje electrónico. Y, ciertamente, es este, y no otro, el verdadero cáncer del ajedrez, sobre todo del ajedrez virtual.
Así que, a la espera de acontecimientos, les reto a jugar una partida. Mientras tomamos, sin culpa ni sospechas, una buena taza de café.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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