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En el número 6 de la calle Córdoba hay una placa que reza: «Aquí vivió el poeta Vicente Aleixandre, hijo adoptivo de Málaga, que consagró a la 'ciudad del paraíso' el más encendido de sus libros». Corría el año 1960 y el Ayuntamiento de Málaga ... recogía así la propuesta de un grupo de intelectuales malagueños que pedían homenajear al poeta, al que todavía le faltaba más de una década para ser nombrado Nobel de Literatura. Sesenta años después, la historia parecía repetirse: el Consistorio hacía suya la iniciativa de un movimiento ciudadano liderado por gente de la cultura para que el célebre poema 'Ciudad del paraíso' luciera en las calles de su infancia. Pero lo que estaba llamado a ser el justo reconocimiento a quien colocó a Málaga en la literatura universal, se ha convertido estos días en la noticia de un chasco. Los versos serigrafiados sobre paneles de madera en la Travesía del Pintor Nogales han tenido que ser retirados para corregir las erratas y graves fallos de transcripción que contenían.
El poeta no está para ver que su recuerdo de la «luna eterna» malagueña había sido reemplazado por la «lucha eterna» en este fallido tributo. Imposible adivinar qué pensaría de este y otros deslices que suman un obstáculo más a un proyecto que acumula cuatro años de espera. Pero sí quedan testimonios de cómo Aleixandre recibía los reconocimientos que le llegaban de la ciudad de su niñez.
Mariano Vergara, impulsor de la propuesta de grabar sus palabras en la calle, recupera la 'Carta abierta del poeta' con la que en 1960 agradecía aquella placa como demostración de la devoción que sentía por Málaga. «Si yo no la he visto todavía, como un transeúnte más, porque mi salud este año está más baja de lo deseado, espero no tardando mucho poder viajar hasta ahí, pasar por delante y mirar hacia arriba, un poco todavía con los ojos del niño que pisó aquellas losas día por día durante tantos años», escribe Aleixandre.
En esa misiva, que dirige al entonces alcalde Francisco García Grana y a los amigos que encabezaron la iniciativa (Bernabé Fernández Canivell, Alfonso Canales, María Victoria Atencia, Rafael León, José Ruiz Sánchez, Ángel Caffarena Such, Enrique Brinkman, Antonio Gutiérrez, José Andrade y Luis López), Aleixandre reitera su amor profundo por la tierra en la que creció. Recuerda el camino hacia el Muelle Heredia para ver el mar y sus carreras hacia la Alameda, pasando por calle Nueva y atravesando la plaza para llegar al «viejo colegio» en la calle Granada cada mañana.
Pero lo que nunca se borró de sus ojos, por más tiempo que pasara, era la luz de este lugar. Y así lo hace constar en este hermoso texto: «En Málaga abrí los ojos a la luz recordada. Yo no recuerdo otra luz primera que la de Málaga. Y en Málaga bajo esa luz sin caída aprendí a leer, que es otro modo de nacer al mundo. En Málaga amaneció mi conciencia y tuve el privilegio, yo, un hombre como los demás, de despertar a ella en una ciudad que desde dentro y desde fuera, desde todas partes, he pensado siempre como la única ciudad del paraíso. He intentado decirlo con la voz que Málaga me ha dado –no tengo otra– cuando ya estaba lejos, sintiendo todavía su sombra, su luz: a la sombra del paraíso«. Unas palabras cargadas de sentimiento que despide -por si quedaba alguna duda- »como un hijo, por amor, de la ciudad del paraíso«.
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