Puede que tenga pinta de tío abuelo lejano un poco descalabazado, 'arreglao' pero informal con bronceado rayano en la crema de café, el flequillo canoso como cincelado en mármol y el pañuelo coqueto asomando por la camisa abierta, pero el director del Museo Estatal de Arte Ruso de San Petersburgo no da puntada sin hilo en medio de sus discursos de apariencia casi siempre distendida. A cada poco que puede recuerda que ellos no tienen «miedo a la competencia», sabedor quizá de que la impresión generalizada presenta al Museo Ruso en comparación con el Centre Pompidou como la hermana menos mona de las franquicias mellizas nacidas hace ahora cuatro años en Málaga. Y en su última visita, el director del Museo de San Petersburgo deslizó otro mensaje certero: mientras inauguraba tres exposiciones de una tacada en los pabellones de Tabacalera, recordaba que en su museo trabajan unas 2.000 personas y aquí, unas 20 para la agencia municipal encargada de gestionar el Museo Ruso, el Pompidou y la Casa Natal de Picasso.
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La mutación de la Fundación Picasso en agencia municipal fue la jugada que inventaron en el Ayuntamiento para dar cobertura administrativa a las filiales del Pompidou y del Museo Ruso y desde entonces la agencia ha demostrado que funciona como un reloj al que aún no le ha llegado la hora de que le hagan la mínima justicia. No tanto en el presupuesto –que también–, sino en una plantilla acorde a la ambición y el rigor que se le presupone a la apuesta municipal por estas instituciones. Al fin y al cabo, con la agencia de los museos se repite la historia política local de lanzar un proyecto para después esperar que mantenga el vuelo por pura inercia. Y así no hay manera. Bueno, quizá si la haya, pero no son formas. Aquí el apaño ha consistido en coger al personal de una pequeña institución cultural y arrimarle lo básico mediante un enjambre de servicios externalizados. Y así, a falta de sumas reales, en la agencia ha tocado multiplicarse.
Ahí está Mercedes, puro nervio, diapasón de la agencia venido desde los despachos municipales para darle rock and roll a los tres museos, el MaF, la Noche en Blanco y lo que se ponga por delante. O Joaquín, que lo mismo te cuadra la cuentas, el dispositivo de seguridad o la mañana de un jueves con la sonrisa siempre puesta. Mario Virgilio tiene en la cabeza toda la colección de la Casa Natal hasta sacar petróleo a unos fondos deseados por instituciones de todo el mundo. Y para hombre de mundo, Ignacio, mariscal de campo en Huelingrado, como han bautizado los de la agencia al Museo Ruso en Tabacalera. Allí se ha llevado Gloria su mesa, su archivo y su memoria visual para seguir poniendo en imágenes la historia de la cultura en esta ciudad. Imágenes y palabras, las de Rafael, custodio de la mejor tradición editora malagueña desde su atalaya de la plaza de la Merced.
La tercera planta de esa Casa para Pilar, Salvador y Carlos, artífices de que el Centro de Documentación siga siendo la auténtica joya de la corona de la institución, capaces de descubrir, por ejemplo, nuevas obras de Picasso nunca antes documentadas ni catalogadas, por citar uno de sus logros más recientes. Y al bajar las escaleras, Trini hace que el director tricéfalo no termine de perder la cabeza con el ritmo de su agenda. María Jesús, Elisa y Laura, cruciales en la trastienda de la administración y las salas de exposiciones. Rosa, sensible y perfeccionista. Y si algo se tuerce en el momento más inoportuno, si hay que echar un capote donde se tercie, ahí anda siempre Pascual, alérgico a salir en las fotos y en el periódico.
Elena casi se pone de parto entre exposición y exposición del Pompidou, donde Jaime y Javier hacen fácil lo difícil. Algo que puede aplicarse a Juanmi y el equipo de montadores, capaces de calzarse un proyecto de varios cientos de cuadros en un puñado de días.
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Un puñado de empleados, muchos de ellos públicos, para mantener el listón de una agencia que ahora presenta quizá la oferta más redonda de sus cuatro años de vida en sus tres centros de referencia: las vanguardistas rusas en Tabacalera, Matisse en el Pompidou y Picasso junto a Iliazd en la Casa Natal. Una agencia con menos gente que muchas cenas de empresa. Una familia casi. Y ya sabemos que en todas las familias cuecen habas, pero es que aquí son habas contadas.
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