El escritor Juan Goytisolo, en abril de 2015, días antes de recibir el Premio Cervantes.

Juan Goytisolo, el nómada disidente

El heterodoxo escritor barcelonés, premio Cervantes y autor de 'Señas de identidad', muere en Marrakech a los 86 años

MIGUEL LORENCI

Lunes, 5 de junio 2017, 00:54

La voz heterodoxa, radical, crítica de Juan Goytisoslo, escritor nómada y disidente, se apagó para siempre en la misma ciudad de Marrakech en la que eligió desterrarse. Murió con 86 años, dos después de ser reconocido como uno de los grandes narradores de su tiempo con el Premio Cervantes tras toda una vida nadando y narrando contra corriente. &lsquoRara avis&rsquo de nuestras letras, «anómalo como todo creador», según su propia definición, este gran y extrañado heterodoxo de las literatura en español se instaló por voluntad propia en la «nacionalidad cervantina». En la estirpe del creador del Quijote que, según él, «fecundó la totalidad de la novela europea».

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Murió Goytisolo «por causas naturales», en su propia casa, en la medina de Marrakech y acompañado por los suyos -«mi tribu», llamaba a la familia Abdelhadi-. Tras una fractura de cadera su salud se había deteriorado en los últimos meses y se movía en silla de ruedas. Dejó dispuesto que no quería descansar en un cementerio católico y que sus restos permanecieran en Marruecos. Recibirán así sepultura en los próximos días en el cementerio civil de Larache, según acordó su familia, el mismo lugar en el que está enterrado su admirado Jean Genet.

Juan Goytisolo Gay nació en Barcelona el 5 de enero de 1931, en una familia vasco-cubana. Hermano de los también escritores Luis -narrador y académico- y José Agustín -poeta fallecido en 1999-, estudió Derecho en la Universidad de Barcelona. La muerte de su madre, Julia Gay, en un bombardeo franquista en 1938 marcó su infancia. Autor de medio centenar de títulos, transitó por la novela, el ensayo, la literatura de viajes, el cuento y las memorias en una obra cuyo denominador común es el compromiso y la libertad. El legado del iconoclasta narrador y ensayista es una obra exigente, arriesgada e independiente, con títulos legendarios como &lsquoCampos de Níjar&rsquo, &lsquoSeñas de identidad&rsquo, &lsquoJuan sin tierra&rsquo, &lsquoReivindicación del Conde don Julián&rsquo o &lsquoCoto Vedado&rsquo, un duro autorretrato en el que afrontó sin tapujos su homosexualidad y que completo con &lsquoEn los reinos de Taifa&rsquo.

Paradigma de la incorrección política y la disidencia -el único ganador del Cervantes que se negó a vestir de chaqué-, fue un látigo contra los peores vicios del poder y la sumisión ideológica. «No hay corrección política. Como las fantasías sexuales de cada cual, que no tienen que pasar por ninguna corrección», decía Goytisolo, considerado por otro Cervantes, Carlos Fuentes, como «uno de los mejores escritores del mundo». Un autor «esencial», según José Manuel Caballero Bonald, otro rebelde cervantino.

Dijo en 2001 que no aceptaría distinciones como el Cervantes o el Príncipe de Asturias. Pero no cumplió su palabra. Ni rechazó el Nacional de las Letras en 2008, ni rechazaría luego el más alto premio institucional, que dedicó a sus vecinos de la medina y recibió de &lsquotraje civil&rsquo, con la única corbata que tuvo en su vida. Ganó el Cervantes «por su capacidad indagatoria en el lenguaje», por «su voluntad de integrar a las dos orillas, a la tradición heterodoxa española» y por «su apuesta permanente por el diálogo intercultural».

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Puentes

Ya en pleno franquismo se convirtió en uno de los escritores más incómodos y comprometidos de la segunda mitad del siglo XX. Lúcido interlocutor entre la cultura europea e islámica, jamás se apearía de su excéntrica posición intelectual y de tender puentes sobre el Mediterráneo y el Atlántico.

Conocedor y estudioso del mundo árabe -llegó a Marrakech en 1976 para estudiar el árabe dialectal-, con sus artículos, ensayos y series de televisión dio a conocer su realidad a Europa. Muy pesimista ante la democratización real del mundo árabe y la crueldad del Estado Islámico, equiparó la situación en los países que lo soportan a la Europa del siglo XV.

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Abominaba «de cualquier nacionalismo, sea árabe, catalán, español, vasco o gallego». Juzgaba «viciado» el debate soberanista en Cataluña y afeó a Europa y a Bruselas su nefasta gestión del drama de la inmigración. «Desde que existe la especie humana existe la inmigración. Hay un flujo imparable de todo el continente africano que quizá sea una carga excesiva para Italia. Se necesita un esfuerzo común para frenar esta tragedia», señaló.

Comunista fugaz y contestatario, defensor de los derechos de las mujeres, los emigrantes, los homosexuales y de todas las minorías, azote del racismo y los abusos del poder, no dejó nunca de reclamar «una transición cultural» en España que debía, a su juicio, haber acompañado a la transición la política, «que se hizo todo lo bien que se pudo».

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Su obra, apreciada antes fuera de nuestras fronteras que en casa, mereció premios como el Nacional de las Letras, el Formentor, el Europalia de Literatura, el Octavio Paz y el Juan Rulfo otorgados en México, el Rachid Mimumi, concedido en Francia a la tolerancia y a la libertad, y el Nelly-Sachs en Alemania.

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