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Esther Fernández, descendiente de La Paula, baila jaleada por vecinos. Muchos de ellos actúan hoy en el Edgar Neville.
Los herederos de la calle Los Negros

Los herederos de la calle Los Negros

La Bienal de Flamenco recuerda hoy el arte innato y espontáneo de la Cruz Verde.

Regina Sotorrío

Jueves, 1 de junio 2017, 00:26

«En la calle Los Negros debían de poner el nombre de la Paula, el del Bizquito y el del Miguel. Y el mío también». Quien recita con deje flamenco es el Abuelo Chope, apodo ganado a fuerza de hacer bocadillos de mortadela en su tienda de ultramarinos. 78 años tiene. «Y 78 llevo en el barrio». Se apoya en su bastón para referir la coplilla, pero no lo necesita cuando se arranca a bailar con el último verso mientras vecinos y amigos le acompañan con palmas y oles. Aquí no hace falta mucho para montar un jaleo. Ni ahora ni en los tiempos de La Paula, El Cojo, Miguel de los Reyes, Antonio El Bizco, Daniel Santiago y, más recientemente, Tijeritas y Pepa Flores (Marisol). Todos nacieron y se criaron en torno a una calle de apenas cincuenta metros donde las penas se sobrellevaban a golpe de cante, baile y palmas.

La Bienal de Arte Flamenco de Málaga, organizada por Diputación, rinde hoy homenaje a la calle Los Negros subiendo al escenario a los herederos de este rincón de arte innato y sin impostura. «Porque aquí había mucho arte gitano. Incluso los castellanos, a base de venir a las fiestas, eran graciosos», cuenta Francisco Márquez Santiago, el del chope. Será en el Auditorio Edgar Neville de la Diputación de Málaga (21.00 horas. 12 y 15 euros), pero ayer se vivió un pequeño adelanto en el Bar La Trini, punto de encuentro de Los Negros con Cruz Verde. Tras la coplilla del Abuelo Chope, la joven Aroa Martín Soto le canta a su abuela Isabel Soto, la matriarca del clan de los Bizcos que a sus 86 años se contonea y baila que da gusto. La escena, como dicen por estos lares, «se sale del frasco». Esther Fernández se descalza para marcarse un baile a La Paula, su antecesora, moviendo los brazos con gracia. Se suma Bastián Martín Soto, genio y figura que «siempre está pató» y lo mismo se arranca por bulerías que zapatea.

Antonio Reyes y el recuerdo a El Chino, en la agenda

  • Calle Los Negros inaugura hoy un ciclo de la Bienal que rinde tributo a grandes nombres y sagas de Málaga en el Auditorio de la Diputación. Antonio Reyes toma el testigo mañana en Los Reyes del Flamenco, un espectáculo que ahonda en la raíces de esta familia gitana con Manuel de la Nina, Macarena Reyes y Remedios Reyes al cante; Diego del Morao, Juan José Alba y Nono Reyes al toque; Patricia Valdés al baile y Tate Núñez y Diego Montoya a las palmas.

  • El sábado, Bonela Hijo repasa la trayectoria del malagueño José Manuel Ruiz Rosa El Chino en el 20 aniversario de su muerte. Le acompañarán Luis El Rubio, La Repompilla y Chelo Soto al cante; Camarón de Pitita, Chaparro de Málaga, José Juan Pantoja y Juan El Músico a la guitarra; Moisés Navarro y Fátima Navarro al baile; Tony Romero al teclado y Juan Heredia a la percusión.

Son poco más de las once de la mañana y el jaleo atrae la atención de vecinos, que se arremolinan alrededor y se asoman a las ventanas. «¡Ole!», «¡qué arte!», gritan desde un segundo piso. Hoy en las tablas del Edgar Neville, dirigidos por el experto flamenco Paco Roji, estarán también Juani Santiago y Luis El Salao a las guitarras, Rocío Santiago y José Manuel Gordo al cante y Montse del Tete Soto al baile.

Ese arte espontáneo y puro atrajo en su día a figuras de renombre. Se suceden las anécdotas sobre las veces que Camarón iba a ver a Miguel de los Reyes y al Tijeritas (al que el de La Isla puso el nombre porque cortaba mucho los cantes); ese día en el que se tomaron un café «ahí en el bar» con Tomatito; cuando Lola Flores apareció por allí en busca de Antonio El Bizquillo para que le cantara y bailara... Muchos se reunían en Las Tarantas, el bar del hijo de El Cojo, con La Paula animando las noches. «Porque cuando terminaban de actuar en el Cervantes, tenían muy cerca la fiesta de la calle Los Negros», señala Paco Roji, que reúne la historia de este lugar en un libro pendiente de publicación dentro de la Bienal. Y esta viene de lejos, desde que a finales del siglo XVI muchos gitanos se asentaron en la zona mezclándose con los esclavos negros que allí vivían tras ser liberados por el obispo Fray Bernardo Manrique.

Arturo Reyes se hacía ya eco en un poema del rasgueo de la guitarra y la copla gitana que sonaba en el jardín de su amigo Narciso Díaz de Escovar, en la misma calle Los Negros. La escuela aquí eran antiguos corralones de los que ya solo queda el recuerdo. «No teníamos pacomer, pero empezaba uno a tocar las palmas y echábamos unos cantes con unas cuantas sardinas y un cartón de vino», cuenta Isabel Soto. Los viernes era un día grande. «Cuando cobraba El Tuerto, que era lotero, compraba una arroba de vino blanco y montaba la fiesta», añade AbueloChope. «No era normal lo que se fraguaba aquí, era un barrio especial. Y los que quedamos conservamos ese arte», apunta Bastián, que emplea ese mismo arte con fines sociales como educador de calle de Incide. Ya no están los patriarcas, ni se hacen fiestas los viernes, ni por allí baila La Paula. Pero sus herederos demuestran hoy que la calle Los Negros tiene aún mucho que cantar y bailar.

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