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Colas en el Pompidou, con una instalación de mil globos blancos en su fachada.
La noche que quita el sueño

La noche que quita el sueño

La Noche en Blanco desvela a miles de malagueños y turistas en una jornada protagonizada por el mundo onírico. Reconocen que el ‘todo gratis’ es un aliciente, pero no es el único. «¡Nos gusta la bulla!»

Regina Sotorrío

Domingo, 21 de mayo 2017, 01:22

De sueño iba la cosa. De evitarlo, trasnochando hasta las dos de la mañana con la excusa de la cultura. Y de perseguirlo, con propuestas que convertían espacios convencionales en entornos oníricos y actividades que giraban alrededor de los anhelos. La Noche en Blanco desveló en su décima edición a miles de malagueños y, cada vez más, a turistas que se topan casi por casualidad con una ciudad despierta hasta la madrugada. Como Iris y Carlos, que recién llegados de Argentina esperaban cola en el Thyssen «sorprendidos» de la cantidad de gente que había en las calles.

Acudieron al reclamo de 220 citas con la temática de los sueños y el aliciente del todo gratis. La gratuidad «anima», reconocían una y otra vez. Pero no era lo único, insistían. «Es por ambiente», decían las jóvenes Laura Gálvez y Lorena Moreno. «A los españoles nos gusta la bulla, nos va la marcha», añadía María Dolores Ternero en el Pompidou. «Es la mezcla de propuestas y la diversidad lo que la hace especial», apuntaba Ana Río en el Thyssen. «Una excusa para hacer un plan distinto», señalaba Álvaro Pascual.

Por eso, se vieron imágenes ya tradicionales cada Noche en Blanco: colas en museos (la mayoría de los cuales esta tarde, como cada domingo, también tendrán entrada gratis), familias enteras recorriendo las calles y Larios abarrotada. Eso sí, la ausencia de actividades específicas en la principal arteria de la ciudad la aligeró considerablemente:el público solo se concentraba entorno a los dos cabezones gigantes que más recordaban a las Fallas que a los sueños donde se ubicaba el punto de información y el photocall. Por supuesto, había que guardar turno para posar frente al emblema de la Noche en Blanco.

Colas de casi una hora en el Thyssen (animadas, al menos, por el convincente rap de Eskarnia de fondo), 700 personas entraron en la primera hora y media al Pompidou, hasta 6.000 habían pasado por el CAC hasta las once de la noche, decenas aguardaban para subirse al bus turístico en la Marina, una larga fila esperaba entrar en el Picasso... Y mientras tanto, en el Auditorio Eduardo Ocón, había lleno en el festival pop rock que clausuraban los malagueños Airbag. Media plaza cubierta en las clases de toreo y lidia de la Malagueta, que comenzaron con una pequeña protesta frente al coso. Y en el otro extremo de la ciudad, más de 8.500 fieles al hip hop movían las cabezas y levantaban las manos en la Semifinal Red Bull Batalla de los Gallos en la plataforma de San Andrés en el Puerto.

Las actividades sensoriales, las experiencias, se hicieron hueco este año entre las propuestas estrictamente culturales: proliferaron las iniciativas que, con el mundo de los sueños como excusa, solo buscaban provocar sensaciones. Era el objetivo de la Caja sensorial creada por el artista venezolano Isaac Dospuntos, un diseño que por primera vez sacaba al aire libre. El tramo de Molina Lario entre la Catedral y el hotel Málaga Palacio se transformó en una especie de cámara oscura algunos comercios, calles y hoteles apagaron las luces con el espectador en el centro y rodeado por cinco escenarios. Con la historia de un sueño de juventud de fondo y al ritmo de una música envolvente, cada plataforma se encendía con una propuesta artística: primero un violinista, después un bailarín de danza clásica, a continuación una flamenca (Luisa Chicano), le seguía un coro y terminaba una cantante lírica. Quince minutos en los que se potenciaban las sensaciones a través de proyecciones en la catedral y en los edificios colindantes, olores a fresa y musgo y un despliegue de globos y confeti como despedida.

Sensaciones nuevas también buscaba a Escuela de Arquitectura, una de las citas más demandadas cada Noche en Blanco por su originalidad. En esta ocasión, por partida doble. En su sede habitual, el patio del Rectorado de la UMA, instalaron V-Remtual: desde una plataforma a cuatro metros de altura colgaban 16 gafas de realidad virtual. Con la guía de 16 individuos envueltos de pies a cabeza en una malla roja, el participante se sumergía un par de minutos en un universo paralelo que le llevaba al fondo del mar rodeado de medusas, que le convertía en un ser minúsculo frente a arañas gigantes y que le colocaba de repente en el interior del jardín vertical del restaurante de José Carlos García en el Muelle Uno. Precisamente allí, realizaron los alumnos de Arquitectura la segunda intervención: 13.000 tiras de tela blanca construían un espacio de ensueño donde sonaba en directo música de clarinete y bailaban dos individuos con trajes de hojas, en consonancia con el olor a verde que desprendía el jardín vertical. «¡Me encanta! ¡No me lo esperaba!», exclamó Mercedes Oliva, de Palencia.

Decoración

Al lado, mil globos blancos iluminaban la fachada del Pompidou en la instalación Moleculaire; otros tantos globos de helio colgaban de la calle Echegaray simulando una nube de sueños y en la Marina un globo aerostático gigante servía de foco de atracción. Aunque de poco más:una barrera de seguridad lo rodeaba a varios metros de distancia, sin posibilidad de que el público se acercara.

Se intentaba que las actividades se ajustaran al motivo elegido por el público y evitar el todo vale de otras ediciones. Museos y colectivos hicieron lo posible por adaptarse al tema, despertando a los Romanov en el Museo Ruso (Pedro I el Grande, Catalina II y Nicolás II recorrían las instalaciones), bailando Sueños soñados en el CAC, escenificando El sueño de una noche de verano en la visita guiada al Parque de Málaga, convirtiendo en Casa insomne a la Fundación Picasso con los padres de Picasso recibiendo a los visitantes y musicando los sueños de quienes participaban en la actividad del Thyssen.

Fue también una noche en la que muchos cumplieron su sueño. Almudena Fernández se alzó con el primer premio de la Muestra de Artes Visuales MálagaCrea por su pintura Seti en un acto celebrado en el CAC. Y el malagueño BTA se impuso en la Semifinal de la Batalla de los Gallos.

Además se celebraba el sueño de un museo para la ciudad, la Aduana, que por primera vez se sumaba a la Noche en Blanco. El público abarrotó el acceso a la hora fijada de apertura, 21.30 horas, pero en el interior no se encontraron con lo esperado: «Nos hubiera gustado ver también los cuadros», decían Juan Carlos Marmolejo y Pilar Paniagua. Igual que muchos otros. Sorprendentemente, el Museo de Málaga abrió solo su patio, donde había música, y la galería de la primera planta, donde se colocaron velas. Hoy volverá a abrir sus puertas con normalidad. El museo no era solo un sueño, es una realidad.

* En esta información ha colaborado Fernando Torres

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