‘The Twilight Zone’.

¿Quieres conocer tu futuro?

miguel ángel oeste

Lunes, 8 de mayo 2017, 00:36

¿Quién no ha pensado alguna vez en tener una máquina para predecir el futuro? Incluso para viajar a él o al pasado para arreglar el presente. El presente que es lo único que tenemos. Aunque a medida que cumplimos años somos más que nada memoria y el deseo de lo que no conocemos. Ya lo hizo Marty McFly (Michael J. Fox) en aquellas películas de Robert Zemeckis, Regreso al futuro. Y es que, posiblemente, a una mayoría de la humanidad le gustaría conocer el futuro. Al mismo tiempo que le gustaría saber qué sucederá y cómo le irá, le puede paralizar el miedo por lo que vendrá si es negativo. La voluntad del hombre esclavizada por la máquina. Porque siempre (o casi) hay una máquina que prediga el futuro o nos transporte a lo próximo. El dominio del futuro y su tiranía. Que puede manifestarse en un viaje temporal (hay numerosas películas y series sobre esto, además de la obligada referencia a H.G. Wells) o en otro más aterrador, porque el viaje es mental; uno no se mueve de un sitio, y, sin embargo, el viaje resulta agotador, desasosegante.

Publicidad

Una de las series que mejor ha tratado y reflejado esos efectos es The Twilight Zone de Rob Serling. Una serie antológica de cinco temporadas. Y uno tiene la sensación de que nunca se habla lo suficiente de esta ficción de la que beben otras, sin ir muy lejos Black Mirror, o directores como Steven Spielberg. The Twilight Zone es una maravilla que sabía (sabe) reflejar las inquietudes de la sociedad con habilidad resultando turbador y verosímil, hablase en tono naturalista o en clave más fantástica o directamente dentro del género de ciencia ficción. En la segunda temporada (que no es la mejor, quizá la más débil por problemas presupuestarios), hay, sin embargo, algunas piezas magníficas. En el episodio 7 de esta temporada, titulado Justo a tiempo, escrito por Richard Matheson con una precisión suiza, se plantea la cuestión del futuro de un manera perspicaz, brillante, penetrante. Una grúa transporta el coche de unos recién casados que van de luna de miel, Don Carter (William Shatner) y Pat Carter (Patricia Breslin). Los deja en un garaje de una ciudad de Ohio. El mecánico les dice que la pieza tardará unas cuatro horas. La pareja seguida por un travelling cruza la calle en dirección a un café mientras conversan cariñosamente y Don se pregunta si le ascenderán en su trabajo. Su mujer le dice que sí, pero él tiene dudas, su competidor tiene más experiencia. Al entrar en el café ella echa una moneda en la máquina de música, bailan unos instantes, deciden sentarse en una mesa donde hay una máquina: El adivino místico. Don es una persona supersticiosa. Echa una moneda a la máquina y le pregunta si le van a ascender. Le dice que sí. Llama a la oficia y se lo confirman. Entonces le pregunta si les pasará algo. Si no te vas pronto, responde el aparato. A partir de este instante el tono naturalista y jovial vira gradualmente y se vuelve tenso, fúnebre, una pesadilla cercana a una película de David Lynch. La narración sube el voltaje desde la escritura y el ingenio para hacer aflorar la debilidad de hombres y mujeres y los terrores que todos, todos, tratamos de mantener encerrados. A la pregunta de si saldrán de ese lugar, la respuesta ambigua de la máquina los trastorna aún más. El final es tan demoledor que parece anticipar aquella maravilla posterior de Luis Buñuel, El ángel exterminador. Porque si Don y Pat consiguen vencer los miedos, la entrada de otra pareja atrapada por la máquina y el futuro cumple la misma profecía de la serie: «Todo es posible en la Dimensión Desconocida». Una de las series más creativas de la Historia.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad