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barquerito
Martes, 2 de mayo 2017, 00:26
Armada, pero terciada y desigual, la corrida de Daniel Ruiz fue de pobre escaparate. Los tres primeros no dieron en hechuras los mínimos del toro de Sevilla. Ni cuajo ni trapío. El segundo, que por la mano izquierda acusó resabios y se vino al bulto, se rajó a las primeras de cambio. El tercero, lesionado tal vez en una costalada antes de varas, claudicante, buscó las tablas también, pero no tanto, y más que embestir agonizó de pie. El primero, en fin, salió tocado de un volatín de los que rompen a los toros, pero galopó en banderillas. Un espejismo: noble, se tuvo mal y apenas, muy justitas las fuerzas.
Lugar. 8ª de abono. Primaveral. Lleno, 10.400 almas. Dos horas y veinte minutos de función. Un minuto de silencio en memoria de Manolo Montoliu, de cuya muerte en la Maestranza.
Ganadería. Seis toros de Daniel Ruiz.
Toreros. Rivera Ordóñez Paquirri, que se despidió de Sevilla, ovación y una oreja. El Juli, saludos y silencio. Cayetano, silencio y una oreja.
Los dos hermanos Rivera esperaron a porta gayola a sus primeros de lote y libraron de rodillas la larga cambiada de precepto. El tercero destocó a Cayetano en la reunión, ajustadísima. En pie, Francisco lanceó airosamente, buenos brazos, buen compás. En el recibo, los lances de Cayetano, lineales y bruscos, pecaron por exceso. Del quinto de ellos salió el toro rodado. También el galopito inicial del segundo fue equívoco. El Juli lo sujetó con lances templados, pero del que cerraba la serie salió el toro suelto y huido. Con media verónica singular por ser el único lance de lidia en ese punto, y por su belleza formal dejó en suerte al toro para la primera vara. Tras ella El Juli quitó por chicuelinas, tres, salerosas y apretadas, abrochó con media buena y, sobre el mismo viaje de salida de la media lanceó por delante para volver a dejar en suerte al toro. Muy bonito. Cayetano, primera salida, quitó por verónicas encajadas y discretas. José María Soler le puso al toro de El Juli un par de gran calibre: por la manera de llegar, por la reunión y la puntería, y sobre todo por la manera de salir. Una versión del canon rehiletero de Julio Pérez Vito.
Asiento sencillo
En los medios Francisco toreó con asiento sencillo el primero, que fue toro noble, pero mirón, desganado y derrengadito, y lo mató al segundo intento de estocada desprendida. Antes, había cumplido con facilidad y gusto un tercio de banderillas bien celebrado. Cayetano hizo caso omiso de los gritos de gresca con que desde el tendido 8 el sol justiciero de la Maestranza se reclamó en vano la devolución del inválido tercero y lo tumbó de un bajonazo. A cargo de El Juli y con el rajado segundo corrieron los momentos mejores de la primera mitad: sacarse al toro de la puerta de toriles, donde estaba, hasta los medios y buscarle ahí el cómo para sujetarlo con toques de suma habilidad, pero solo por la mano derecha. Tenaz trabajo, pero descolgado de hombros El Juli, que solo se enfadó en una tanda final de romperse con el toro. La música dio realce a la faena. Cuando concluyó la melodía del solo de trompeta de Dávila Miura, concluyó El Juli. Un pinchazo hondo, casi media, el toro en tablas no descubrió y se defendió, un descabello.
Cundía el desánimo. Abarrotada la Maestranza. Un par de peleas en sol. Gente agolpada en la bocana de un tendido no dejó de entrar hasta el arrastre del tercer toro. Cambió el decorado: mucho mejor hecho que los tres primeros, el cuarto, cuajadito y armónico, fue toro particularmente codicioso, pronto y repetidor. Embestidas humilladas y descolgadas. Por la mano izquierda no llegó a verse. Por la derecha, sí, y mucho. Francisco Rivera se acopló por esa mano. Faena de buena colocación, suelto el brazo y largo el trazo, el toro en la mano justamente. Una estocada. Y la oreja del toro de su adiós a Sevilla. Hace veintidós años, en la tarde de su alternativa y en la de repetición solo dos o tres días después. Francisco dio en Sevilla el paso mayor de su carrera con dos toros muy bravos: uno de Torrestrella y otro tremendo de Sánchez de Ybargüen. Y hasta hoy.
El quinto, colorado y talludo, levantado, casi 600 kilos, era, por lámina y hechuras, de los que no fallan en la ganadería de Daniel Ruiz. Este salió rana. Las manos por delante, blandura y genio en el caballo de pica, tan brusco que le quitó de las manos el capote a El Juli en un lance de brega, trallazos y más trallazos en la muleta. Nada que rascar. El Juli enterró una buena estocada al segundo viaje.
Bramó mucho el sexto, anovillado. Fue, después del cuarto, el de mejor condición de la corrida. Cayetano metió mentón y riñones en unos lances esdrújulos de recibo. Descalzo, redondeó un quite muy valeroso, abierto con la larga cambiada de pie, del repertorio de Antonio Ordóñez, y cosido con gaoneras muy ajustadas abrochadas con revolera y brionesa. Ahí se encendió el final de corrida. Iván García y Alberto Zayas banderillearon a modo. Luego, Cayetano sacó a Francisco a las rayas para brindarle el toro. Los dos hermanos se fundieron en un abrazo tan largo y estrecho que la gente batió las palmas con fuerza. Y, al cabo, una faena vibrante y emotiva.
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