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Vigilancia intensiva sobre el ‘Guernica’

Vigilancia intensiva sobre el ‘Guernica’

El equipo del Reina Sofía analiza a diario el estado del cuadro, que se mantiene «estable»

iñaki esteban

Domingo, 2 de abril 2017, 00:16

El Guernica de Pablo Picasso se convirtió desde el momento de su primera exposición, en 1937, en un símbolo contra la guerra. Ningún cuadro ha tenido tanta repercusión social. Y esa misma onda expansiva ha sido la causa de su deterioro.

Hasta 1942 viajó de Oslo a Leeds y de Nueva York a Nueva Orleans, entre otras muchas ciudades, para recabar fondos para los exiliados republicanos. De 300 kilos de peso y unas medidas de 3,50 metros de alto por 7,80 de ancho, cuando terminaba la muestra el lienzo se desclavaba del bastidor, se enrollaba y en la siguiente parada se volvía a clavar: una tortura para la obra.

Después de que Picasso lo dejara ese año en custodia al Museum of Modern Art (MoMA), bajó el ritmo de los viajes, si bien aún tuvo que aguantar una gira por Europa a mediados de los cincuenta. En 1958 se quedó en el MoMA, hasta su último vuelo a Madrid en 1981.

Por todos estos movimientos, las heridas de la pintura son ya tan históricas como el cuadro que lanzó un grito de horror al mundo por la destrucción de Gernika, ahora hace 80 años. Para conmemorar el aniversario del bombardeo por la aviación nazi, el Museo Reina Sofía de Madrid, su sede ya definitiva, inaugurará el próximo 3 abril la exposición Piedad y terror en Picasso. El camino a Guernica. Aborda la visión del artista malagueño sobre la guerra aérea y la iconografía del terror y del dolor derivada de su potencial destructivo.

Cuidar y conservar este lienzo se ha convertido en una obra de arte y en una exhibición tecnológica diaria en la que trabajan las 22 personas fijas, y algunas eventuales, del departamento de Conservación y Restauración del Museo Reina Sofía dirigido por Jorge García Gómez-Tejedor.

Los dos millones de visitantes que se detienen frente al cuadro cada año suponen un factor de riesgo controlado por un hilo metálico que marca una distancia a los espectadores para que no se puedan acercar demasiado a la tela. «Hay un motivo de seguridad obvio, pero también uno de conservación. Si los visitantes pudieran aproximarse a centímetros de la pintura, el aliento y las motas de saliva le perjudicarían», explica García Gómez-Tejedor.

Sin cristal protector

Cuando el Casón del Buen Retiro acogió el cuadro, colocaron delante del cuadro un cristal blindado para evitar ataques. Llegó a España el 10 de septiembre de 1981. Meses antes, el 23 de febrero, un grupo de militares había intentado derrocar al Gobierno democrático. La extrema derecha actuaba en España y el Guernica podía ser su objetivo. De nuevo, el cristal se había puesto por seguridad pero también facilitaba su conservación. Con el movimiento a su actual ubicación, en 1996, decidieron quitarlo para que el mural luciera en todo su esplendor.

Una criatura tan grande y delicada necesita protegerse de factores externos. «La iluminación es moderada y está filtrada para evitar rayos ultravioletas. Realizamos controles de la calidad del aire y los resultados se encuentran dentro de los niveles óptimos. Tenemos un sistema para que la humedad y la temperatura estén distribuidas de igual modo por todo el cuadro», detalla García Gómez-Tejedor.

Un restaurador pasa un par de veces más a la semana para controlar su estado, como se hace con el resto de las obras. El martes, día en que el museo permanece cerrado al público, se hace la revisión más a fondo con brochas suaves y plumeros para ver si hay polvo. Cada mes se inspecciona con una escalera y cada diez años se hace una limpieza por el reverso para controlar las concentraciones de polvo. «La vida desgasta, pero no hay problema. Sí que hay zonas con craquelados, con crestas que empiezan a levantarse, pero sin riesgo de desprendimiento. El Guernica se encuentra en una condición estable», dictamina el responsable del Reina Sofía.

En 1997 se realizó un estudio sobre el estado del cuadro dirigido por Pilar Sedano. En 2006 lo radiografiaron entero, «de un solo disparo y de toda la superficie». «Superamos ese reto y estamos muy satisfechos. Hemos digitalizado el resultado», incide el restaurador. La conservación del Guernica exige conocer los documentos de la época y las tecnologías más avanzadas. «Las fotos que sacó Dora Maar, amante de Picasso, cuando hacía el cuadro son de una gran utilidad porque nos permiten conocer las capas de la obra e interpretar mejor su estado».

En 2012 realizaron un barrido con un escáner especial, un proyecto financiado por Telefónica del que salieron cinco millones de imágenes. «Las seguimos analizado e interpretando los repintes, las modificaciones, las desviaciones respecto a los colores originales. Acabaremos a final de año».

García Gómez-Tejedor desaconseja cualquier movimiento del cuadro, «por su formato, delicadeza, complejidad». Las Juntas Generales de Álava, el pasado 15 de marzo, aprobaron con los votos de EH Bildu y el PNV pedirlo para exponerlo en Gernika. De momento, no ha llegado la petición ni al Reina Sofía ni al Ministerio de Cultura.

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