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Nieves Rosales, en un aula del Conservatorio Superior de Danza donde imparte clases de flamenco.
«Hoy parece que cualquiera es bailarín de contemporáneo, pero no todo vale»

«Hoy parece que cualquiera es bailarín de contemporáneo, pero no todo vale»

Nieves Rosales. Bailarina. La bailarina, Premio Lorca a la mejor intérprete femenina de danza, pone hoy en escena en la Cochera Cabaret ‘Elías. Ensayo sobre el olvido’

Regina Sotorrío

Jueves, 16 de marzo 2017, 00:39

Nieves Rosales atiende en la media hora de descanso que le queda entre clase y clase. Por las mañanas imparte flamenco en el Conservatorio Superior de Danza. Es su disciplina principal, su «sentir», pero ella no es bailaora.Al menos no la de peineta y lunares que muchos han estereotipado. Ella experimenta con los límites del cuerpo, se contorsiona y contonea para contar una historia a través del movimiento. Lo mismo taconea que clava una postura de danza clásica. Una habilidad para moverse entre estilos sin desvirtuarlos que le valió el año pasado el Premio Lorca del teatro andaluz a la mejor intérprete de danza contemporánea. Hoy despide de Málaga su último montaje, Elías. Ensayo sobre el olvido, en la Cochera Cabaret.

¿Ha cambiado algo tras el Premio Lorca del teatro andaluz?

Pensaba que no iban a cambiar mucho las cosas, pero a nivel mediático sí lo han hecho. Ahora siento que hay más interés en lo que hago. El premio ha dado visibilidad al trabajo. Antes incluso de estrenar Elías, la obra ya estaba vendida.

¿No le parece injusto? Puede estar trabajando durante años que si no llega un premio...

Es totalmente injusto. Mi trabajo sigue siendo el mismo, y mi implicación y mi compromiso con la creación siguen siendo los mismos.

No sé cómo llamarla, ¿bailarina o bailaora?

Tampoco lo tengo muy claro (ríe). Mi disciplina es el flamenco, yo parto desde ahí siempre porque es mi sentir, pero yo me encajo en el perfil de bailarina porque creo que tenemos que tender a ser lo más completos posibles y me gusta trabajar desde el contemporáneo, hacer mi barra de clásico y bailar español.Creo que cuanto más completa sea yo, más calidad va a tener mi trabajo. Por bailaora la gente entiende el concepto estereotipado de la peineta, la flor y los lunares, y yo ahí no estoy. Pero es más mirándome hacia fuera que hacia dentro. Yo sé que soy bailaora, que el eje de todo mi trabajo es el flamenco.

De hecho, es profesora de flamenco en el Conservatorio Superior.

Y yo cuando encaro un montaje lo hago desde el flamenco. Lo que pasa es que después creo que se me queda corto a nivel de investigación y experimentación. Ahí es donde intento abrirme a otras disciplinas que me hacen crecer.

¿Qué cuenta en Elías.Ensayo sobre el olvido?

Elías, basado en un texto de Pablo Bujalance, cuenta la historia de alguien que quiere olvidar cosas que no puede olvidar y al contrario. Habla de esos compartimentos de la memoria que abrimos y cerramos casi sin control. Hay muchas cosas que tenemos guardadas y ojalá las olvidásemos, y cosas que se nos olvidan y nos encantaría recordar. Elías es un recorrido por esos cajones de la memoria.

El partir de un texto, ¿lo hace también más accesible al público?

Yo creo que sí. Siempre tenemos el handicap de que la gente piensa que no lo va a entender. Como no se usa la palabra, hay gente muy reacia a ver danza. Si además nosotros nos metemos en nuestra pompa como creadores y partimos de una idea abstracta, de un sentimiento nuestro, creo que le dificultamos al público la entrada. Sin embargo, cuando hay un texto, cuando el público tiene algo a lo que sujetarse y entra con su sinopsis, es más fácil entender qué contamos. Aunque después haya muchos lugares a los que el público tiene que llegar solo, porque la danza no te lo da todo masticado, no tenemos esa posibilidad y no la queremos.

¿Los propios artistas de danza son a veces culpables de alejar al público? Por ese estar en su pompa que comenta.

Sí. Ahora estamos en un momento en el que se trabaja mucho con el contemporáneo pero desde el desconocimiento de la danza contemporánea: ahora cualquier cosa es contemporánea y cualquier cosa es excusa para montar un espectáculo.

Y no todo vale.

Cualquier cosa no vale, tiene que tener un concepto, un trabajo previo. Y siento ahora mismo que cualquiera es bailarín de contemporáneo, sin serlo, y cualquiera te monta un espectáculo de contemporáneo. Hay pocos trabajos con consistencia real de la técnica y con intención de querer contar una historia.

Usted está en contacto con los jóvenes a través del conservatorio. ¿Por qué no llenan las salas?

Me lo preguntan un montón de veces y nunca sé qué contestar. Creo que los bailarines son el peor público de danza que tenemos. Luego queremos que vengan a vernos pero nosotros no vamos a ver nada. Esa regla no escrita de yo voy a verte si tú vienes deja de funcionar. Es una pena.

Un artista circense me decía que el circo ya no es la hermana pobre de las artes escénicas, que ha superado en visibilidad a la danza.

Y es verdad. Tiene que ver con esa individualidad tan fea que tenemos los bailarines, quizás por ese trabajo del bailarín solo frente al espejo. Pero no hay unión en el mundo de la danza, al menos yo no la siento.

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