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Regina Sotorrío
Domingo, 12 de marzo 2017, 00:27
Lo que empezó como un aria de ópera acabó siendo un rock. O mio babbino caro de Puccini se transformó en un segundo en Sweet child o mine de Guns NRoses. Dos himnos de dos siglos diferentes unidos en una misma canción, sin reglas ni complejos. Y era solo el principio. Lo avisaban desde el mismo nombre, Music Has No Limits, y así fue: la música anoche no conocía fronteras en un Cervantes sin una butaca libre, el undécimo sold out de la gira española de este show.
El teatro se convirtió desde el minuto uno en una sala de fiestas donde se tocaba en directo la banda sonora de una vida, de la de cualquiera. Un hit tras otro encadenados durante casi dos horas y presentados al público con un envoltorio irresistible: un impresionante juego de luces, proyecciones envolventes, instrumentistas de primer nivel, potentes voces y una estética punk-rock-gótica que impactaba al primer vistazo.
No es un concierto al uso ni una sucesión de éxitos, Music Has No Limits es un espectáculo, una experiencia que atrapa al espectador por su intensidad musical y visual. Son canciones que todo el mundo conoce o reconoce, algunas veces de forma explícita y otras sugerida, pero la singularidad de esta propuesta está en la manera de interpretarlas.
Actitud
Por un lado porque en un mismo tema podían coincidir The Cranberries, Lady Gaga y el What is love the Haddaway con total naturalidad. Y por otro lado, por la actitud. La violinista atacaba el instrumento con la pose de quien toca una guitarra eléctrica en una concierto de rock. Y lo mismo el saxofonista, el batería, el bajista, el guitarrista y la dj, todos repartidos en diferentes niveles por el escenario.
A las teclas, Miguel Depáramo era más que el pianista.Como ideólogo y director creativo de este lenguaje musical, Depáramo hacía las veces de maestro de ceremonia, marcando el compás del espectáculo y jaleando al público para que participara del show.
Y el auditorio entró desde el principio. Primero con tímidas palmas y murmullos cuando reconocían la melodía, después saltando directamente de sus asientos como un resorte cuando tocaban el tema de su vida. Todos acabarían en pie, levantando las manos y moviendo todo el cuerpo desde el patio de butacas al gallinero. Highway to hell de AC/DC, Locked out of heaven de Bruno Mars y Freed from desire de Gala fueron la locura. Pero por allí pasaron, a su manera, Nina Simone, Celia Cruz, Michael Jackson, Adele, U2...
Tanto se metió el público en el show que poco le importó que hasta en tres ocasiones la tecnología del teatro fallara, se apagaran los proyectores y desapareciera el sonido. Acompañaron a voz en grito al cantante que interpretaba Feel de Robbie Williams cuando apenas se le oíay aplaudieron cada vez que algo no funcionaba en un gesto de apoyo. «Sois los mejores Málaga, gracias por entendernos», dijo entonces Depáramo. Que nada pare la fiesta.
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