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miguel ángel oeste
Lunes, 6 de febrero 2017, 00:40
UNO. Archie Andrews es toda una referencia en Estados Unidos. Un personaje creado en 1941 por John L. Goldwater comparable a otros iconos de las viñetas como Spiderman o Batman. El primer cómic de Archie estaba escrito por Vic Bloom y dibujado por Bob Montana. Lo más llamativo es que sus historias blancas y costumbristas han sabido reinventarse desde entonces. Sin embargo, en España, Archie y sus principales amigos: Betty, Verónica y Jughead apenas son conocidos. El pasado octubre, Norma Cómics, adelantándose al estreno de la serie, publicó el primer volumen de las historias escritas por Mark Waid y dibujadas por Fiona Staples, Verónica Fish y Annie Wu, en las que se moderniza al personaje. Y también editó El más allá de Archie: Fuga de Riverdale, con guión de Roberto Aguirre-Sacasa y Francesco Francavilla.
DOS. Precisamente, Roberto Aguirre-Sacasa, director creativo de Archie Comics, es el creador de la adaptación televisiva junto a Greg Berlanti (que tiene experiencia adaptando cómics de superhéroes de DC como Arrow o Supergirl). Riverdale mantiene el núcleo original de amigos, sus ecos pop vinculados al presente en el retrato de la amistad, las envidias, romances, bailes, vida de instituto, animadoras, fútbol americano, juegos posmodernos de citas y metareferencias explícitas. Es decir, elementos que pueden rastrearse en las series de teenagers. Pero esta ficción televisiva, a diferencia de las viñetas, vira hacia lo oscuro, introduce ironía y hasta cierto sadismo, además de un asesinato. De hecho, a partir del piloto, se intuye que las cloacas de los secretos del pueblo y lo que esconden sus habitantes se convertirán en uno de los ejes sobre los que la acción confluya.
TRES. Así, Riverdale se aleja del tono más amable y confidente del cómic al introducir un asesinato, el del gemelo Jason Blosson el 4 de julio; el sexo y las masturbaciones, que son tratadas con normalidad; la relación entre una profesora y un alumno, la del propio Archie con su profesora de música, Grundy (Sarah Habel); amigos gays, juegos lésbicos entre Betty y Verónica en la prueba de animadoras, madres controladoras, padres encarcelados por fraude, crueldades y enfermedades en un lugar donde nada es lo que parece porque todos ocultan algo.
CUATRO. La serie de Aguirre-Sacasa y Berlanti bebe de los folletines adolescentes que cualquiera ha seguido en su juventud, como si se tratase de un Falcon Crest o Dallas juvenil. Ahora no queda bien decir que en los noventa, además de seguir comedias como Friends o series de suspense como Twin Peaks que tienen la bendición generalizada de crítica y público, se seguían dramas juveniles como Sensación de Vivir, y luego Dawson Crece y One Tree Hill. Historias en pequeñas localidades que giraban alrededor de un grupo de amigos, sus romances, deseos y el inevitable paso a la madurez. Si aquellas ficciones conectaban con el momento en el que se emitían, en un intento de reflejar las inquietudes de jóvenes de diversa condición, Riverdale continúa esa senda y se adecua a los millennials y a otras series recientes como Pretty Little Liars o Gossip Girls, aunque sus resonancias, en realidad, resultan superficiales. Más trivial, mero juego de marketing y de definición de los tiempos, es querer equipararla a Twin Peaks porque en el piloto haya un asesinato sobre el que parece girará esta temporada.
CINCO. La escritora favorita de Betty Cooper (Lili Reinhart) es Toni Morrison. Verónica Lodge (Camilla Mendes), la pija que intenta redimirse y llega de Nueva York se define a partir de la obra de Truman Capote (me siento como A sangre fría) o Woody Allen (soy la nueva Blue Jasmine). Jughead Jones (Cole Sprouse) escribe la novela sobre ellos. Archie (KJ Apa) es el deportista que quiere ser músico, en esa dicotomía entre deporte y arte tan recurrente en el imaginario juvenil de Estados Unidos donde referencias y acciones son explícitas. El mundo adulto y familiar apenas está esbozado en el piloto, aunque ya se intuye que el pasado aflorará para poner a unos y otros enfrentados porque los recelos son evidentes. Entre ellos se encuentra Luke Perry (aquel joven rebelde de Sensación de vivir), como el padre de Archie.
SEIS. Habrá que ver qué tono sigue la serie, pues en el piloto titubea, sobre todo, entre el suspense y el melodrama juvenil, mientras que su juego metaficcional y el uso de personajes tipos y situaciones lo desarrolla con plena consciencia del sitio que pretende ocupar.
SIETE. Ahora que los héroes puros han dejado de ser los protagonistas, dejando paso a los antihéroes y a los personajes de moralidad difusa, hasta el pelirrojo más famoso de la nueva América de Donald Trump, Archie, parece distinto, alguien que tiene sus secretos y que esconde verdades. Riverdale aspira a ser una ciudad inquietante que contagie oscuridad, el reverso de Sugar, sugar, la canción de la serie animada The Archies, porque Archie, al igual que cualquier joven de este siglo, es alguien insatisfecho que busca y se busca.
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