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Gema Matarranz y Alejandro Vera, sobre el escenario del Cervantes.
Lorca, de puño y letra

Lorca, de puño y letra

La compañía Histrión pone en escena la correspondencia personal del poeta granadino sobre las tablas del Cervantes

Txema Martín

Miércoles, 25 de enero 2017, 00:36

Sobre el escenario vemos representado un pequeño salón que podría estar en cualquier vivienda andaluza. Podría ser incluso la casa de Luis Rosales, donde Federico García Lorca se escondió huyendo de una sentencia de muerte que terminó atrapándole vilmente. Una voz en off nos informa de la situación, y pronto aparecen por el patio de butacas dos actores todavía sin personaje que nos quieren decir algo. Son Gema Matarranz, una actriz superdotada con más de diez premios nacionales a sus espaldas, y Alejandro Vera, un artista joven y versátil cuyo talento alcanza también el cante y el baile. Mientras nos explican dónde y cuándo estamos, retiran con ritmo el apacible decorado que parece derrumbarse hasta convertirse en una oscura celda. Ahora la pared del fondo está llena de registros. Hay unos archivos metálicos como la cámara acorazada del Centro García Lorca, que junto al Cervantes colabora en la producción de la obra, y que por cierto sigue esperando que el legado del poeta vuelva a su ciudad, Granada. Ahora estamos cerca: en el pueblo de Víznar, donde 60 minutos después Lorca sería ejecutado a tiros por un régimen malhechor.

Pero no nos quedamos ahí. Vamos a ir muy lejos porque todo lo que se hace sobre Lorca incluye movimiento, pasión, la versatilidad de los más de mil Federicos. La obra circula por diversos puntos de su biografía y por los lugares que dejaron huella en el poeta. Vamos a la Residencia de Estudiantes, en Madrid, que sería el detonante de tantas cosas. Vamos a La Habana. Vamos a Nueva York, por supuesto, un lugar de alambre y muerte, la epopeya geográfica del capitalismo y un viaje que fue el más útil en la vida del granadino. Viajamos mediante cartas. Nos desplazamos en el tiempo y la memoria mediante la literatura epistolar, que acabó con la intimidad de los genios al convertirse en dominio público. Vamos a muchos lugares y somos muchas personas.

La familia y los amigos

La correspondencia une todas las facetas de Lorca, y a él con sus seres queridos. Primero, con su familia. Poco después con sus amigos, que eran muchos porque Lorca fue ante todo una persona divertida, amante de la música y de las barracas, pero también un poeta que se encerraba a solas con sus inseguridades. El poeta perseguido hasta la muerte. El amante de Dalí o de aquel periodista rubio que dicen que fue su perdición.

Los actores se intercambian roles durante toda la función en un baile de géneros y personalidades que funciona gracias a la soltura de sus intérpretes. Les dirige Juan Carlos Rubio, cuyo anterior trabajo con la compañía Histrión ya le valió dos nominaciones a los Max. Esta obra, representada ante un teatro que superaba la mitad de aforo, tiene para su completo disfrute el lastre de su propio desorden; le toca al espectador armar el rompecabezas que se le propone y esa tarea no está exenta de dificultades. Hay muchos fragmentos, tantos que a veces ni siquiera sabemos quién nos habla ni lo que estamos viendo. Pero eso es lo de menos, porque las piezas de este puzle son tan exquisitas como todo lo que ha tocado Federico.

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