

Secciones
Servicios
Destacamos
AMOR ÁLVAREZ (RESTAURADORA DEL MUSEO DE MÁLAGA)
Lunes, 12 de diciembre 2016, 12:15
Hace ya ocho lejanos años Rafael Puertas Tricas, director del Museo de Málaga a lo largo de más de tres décadas, se fue, en silencio, sin despedirse, con un sueño por cumplir.
Nacido en la provincia de Lérida, pero aragonés por adopción, se licenció en Filosofía y Letras por las Universidades de Zaragoza y Pamplona. Tras acabar su doctorado en Valladolid, sobre Iglesias Hispánicas de los siglos IV al VIII, se traslada a Madrid, donde no tardaría en sacar las oposiciones de Conservador de Museos. Su primer destino fue el Museo Provincial de Logroño, ciudad a la que se vincularía por un breve período de tiempo.
En 1974 llega a Málaga para ocupar la plaza de director del Museo de Málaga, con sus dos secciones: Bellas Artes en el palacio de Buenavista y Arqueología en la Alcazaba de Málaga. A partir de ese año, Málaga será un referente en su vida, se sentirá cautivado por una ciudad cosmopolita, por el carácter cálido de sus gentes, la bondad del clima y ese infinito azul del mar que tanto gustaba disfrutar. Es en esta ciudad, que no abandonaría más, donde comenzaría su aventura con el Museo de Málaga.
Luchador perseverante, bajo su dirección se adquieren numerosas obras, entre ellas destaca la Colección Loringiana; se publican los Catálogos del Museo de Pintura, Escultura, Orfebrería, Madera, Inscripciones Latinas y Árabes, entre otros. Como arqueólogo, presta especial atención a la Historia Antigua de Málaga, aportando numerosas contribuciones científicas. De esta rigurosa labor como investigador destacan los estudios de la Alcazaba de Málaga y, en especial, de la cerámica andalusí, y las excavaciones de la ciudad romana de Lacipo, la basílica paleocristiana de Vega del Mar y la iglesia mozárabe de Bobastro.
Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga, ocupó durante muchos años el cargo de bibliotecario. Fue también durante un breve período de tiempo delegado provincial de Cultura de la Junta de Andalucía, y ocupó durante los meses previos a su jubilación la presidencia de la Comisión Andaluza de Museos.
El final de su etapa profesional se vio marcada por el cierre y desalojo del museo y sus colecciones. Pero estas circunstancias le impulsaron a buscar, con valentía y gran determinación, el apoyo de diferentes colectivos sociales y profesionales con el objetivo de conseguir el palacio de la Aduana para Museo de Málaga, participando activamente en las movilizaciones ciudadanas que lograron este edificio como nueva sede del museo.
Arqueólogo, director de museo, académico, investigador riguroso, portavoz de la comisión ciudadana La Aduana para Málaga, fugaz delegado provincial de Cultura, miembro del Instituto Arqueológico Alemán, presidente de la Comisión Andaluza de Museos. todos estos cargos figuran en su extenso currículum. Director, compañero y amigo, de carácter conciliador y socarrón, decidió en su etapa final luchar por todo aquello en lo que creía y sentía. Su enorme generosidad y entusiasmo no deben olvidarse.
Fue Rafael Puertas una persona honesta, silenciosa y reservada, que cuando alzaba la voz lo hacía para proclamar una necesidad convertida en desafío personal, la de un museo para Málaga, un museo singular, como lo es el Museo de Málaga, con su propia identidad artística, que presentara su historia y colecciones, permitiendo que éstas perduraran a lo largo del tiempo. Ahora ese deseo se ha materializado en esta gran casa, donde continente y contenido, arquitectura y colecciones, se ofrecen al malagueño y al público en general para disfrutar del pasado y del presente de Málaga.
arecía que los responsables de la movilización sabían que el asunto iba para largo. Tal vez por eso decidieron que al frente de la manifestación, sosteniendo una pancarta en la que se podía leer «Queremos pintar algo», debían ir los más pequeños. Al fin y al cabo aquella era una lucha para que las generaciones futuras disfrutasen del Museo de Málaga en el lugar que le correspondía, en el Palacio de la Aduana. Exactamente diecinueve años después de la primera concentración en las calles del Centro, un viernes 12 de diciembre de 1997, los niños que encabezaban aquella marcha podrán, ya como adultos, ver su reivindicación hecha realidad.
Al día siguiente de aquel lluvioso viernes, este diario se hacía eco en su portada de la multitudinaria marcha, que juntó a unas 5.000 personas. Los malagueños se unían por primera vez para que las 2.000 obras del Museo Provincial de Bellas Artes salieran del almacén del Palacio de la Aduana. El presidente del Consejo Social de la Universidad por aquel entonces, Salvador Moreno Peralta, tomaba la palabra para leer un manifiesto que celebraba un «acto de afirmación cívica» en el que los malagueños «se sacudían el tópico de sociedad invertebrada». Moreno Peralta recordó también en su intervención otra gran manifestación ciudadana que se había celebrado 25 años antes para exigir una Universidad para Málaga.
Al lado del arquitecto, prestando su apoyo a la causa, representantes políticos y culturales como Manuel Alcántara, Antonio Soler, Eugenio Chicano, Pepe Bornoy y Antonio Romero. La pancarta más original aseguraba que también «Picasso estaría aquí». Aunque faltaban seis años para su apertura, ya se intuía que la ciudad tendría mucho antes un museo dedicado al genio malagueño -precisamente en el Palacio de Buenavista, el lugar que acogía las obras del Bellas Artes- que un espacio en la Aduana para exponer las colecciones que cuentan la historia de la provincia.
La comisión ciudadana a favor del uso museístico del edificio no tardó en convocar otra manifestación y en adoptar un símbolo: el 12 de febrero de 1998 una rueda de prensa en el propio palacio daba inicio a la campaña del lazo blanco, que culminaría el 5 de marzo con la segunda marcha.
Entre ambas fechas se sucedieron los constantes rechazos de Administraciones Públicas a los planes no solo de la ciudadanía, sino también de otro ministerio, el de Cultura, a favor de dotar a la Aduana de un museo. El organismo, por entonces dirigido por Mariano Rajoy, echaba por tierra cualquier posibilidad de que el edificio fuese otra cosa más que la sede de la Subdelegación del Gobierno pocos días después de la comparecencia de la plataforma promuseo. Ni siquiera contemplaban la opción de un uso compartido. La respuesta a las palabras del director del Museo de Bellas Artes de Málaga, Rafael Puertas, que aseguró en su momento que los informes técnicos de los arquitectos apuntaban al Palacio de la Aduana como el lugar idóneo para exponer las obras, fueron contundentes: «Cualquier otra opción (además de la de Subdelegación del Gobierno) para el Palacio de la Aduana debe ser descartada por su excesivo coste y total inadecuación a la actual edificación», afirmaba el escrito remitido al por entonces portavoz del grupo parlamentario socialista, Miguel Ángel Heredia.
El contraataque no se hizo esperar: el viernes 27 de febrero un grupo de artistas plásticos malagueños protagonizaron una protesta en la Sociedad Económica de Amigos del País. Sostenían lienzos en blanco «como símbolo de la nada» y representación del futuro que le esperaba al Palacio de la Aduana si el Gobierno no cambiaba su postura. En la foto que apareció el día siguiente puede verse a los artistas Francisco Jurado y Rafael Alvarado, al presidente de la sociedad, Vicente Granados; a la portavoz de la plataforma, Mariluz Reguero y al entonces presidente del Ateneo de Máaga, Antonio Morales, unidos bajo el balcón del edificio de la Plaza de la Constitución. Eran solo algunos de los protagonistas del movimiento cívico que plantaba cara al Gobierno y que reuniría solo unos días después a 6.000 personas en el mismo punto de la ciudad.
Esta vez fue un jueves, el 5 de marzo, el día en que el lema «Queremos pintar algo» se paseó por el Centro y llegó hasta la puerta de la Aduana. Otra vez los niños al frente de una movilización en la que se oyeron consignas contra la comisión interministerial que abogaba por la rehabilitación del convento de La Trinidad para convertirlo en el Museo de Málaga. De nuevo un alegato final, esta vez de la académica de San Telmo Rosario Camacho, que concluyó con la siguiente frase: «Trabajamos con la esperanza de que Málaga tenga en el plazo más breve posible un museo provincial digno».
La disputa se prolonga
Pero la lucha se iba a prolongar y las páginas de este diario, especialmente en ese año 1998, iban a ser testigos de la misma. La disputa entre Gobierno y Junta de Andalucía a cuenta de la Aduana era casi diaria, y la comisión ciudadana se hizo oír en la puerta del Ayuntamiento y en los plenos poco antes de la convocatoria de la tercera manifestación, el jueves 21 de mayo. Fue la marcha menos concurrida -alrededor de un millar de personas-, pero la más ruidosa, pues culminó en un concierto de rock y la lectura de un manifiesto por parte del director de la ONG Pangea, Braulio Muriel. Seis meses después, en noviembre, la exposición 'Obras maestras del Museo de Málaga' ocuparía el salón de Columnas del Palacio de la Aduana en lo que sería un espejismo compuesto por 52 de las más de dos mil obras de los fondos. En ese momento, la intención del Ministerio de Cultura era que la colección pudiera visitarse temporalmente en la Aduana mientras terminaban las obras en La Trinidad, que se esperaba que concluyeran en 2002.
La cuarta manifestación iba a cambiar el curso de los acontecimientos. Ya con el apoyo del PP de Málaga y con la inclusión en la pancarta de la cabecera de la marcha de la petición de un museo de Bellas Artes «y Arqueológico», unos 8.000 malagueños formaron una columna que volvió a realizar el mismo recorrido el 18 de enero de 2001. Esta vez el encargado de cerrar la marcha fue el poeta y articulista de SUR Manuel Alcántara. El titular al día siguiente era la rúbrica de la victoria cívica: «El Ministerio de Cultura cede y se une a la petición de la Aduana para museo». Las cosas del Palacio seguirían yendo despacio durante varios años: en 2003 el Gobierno cedió la planta baja del edificio y en 2005 se firmó el acuerdo para el uso cultural de todo el inmueble. Pero para entonces Málaga ya había conseguido pintar algo, y diecinueve años después de aquella primera movilización tendrá su valiosa colección de arte y arqueología a la vista de todos.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.