Y hubo un pueblo, hace ya tiempo, que siguió el proverbio: «Después del pan, la educación es la primera necesidad del pueblo». Y hubo un pueblo, hace ya tiempo, que hizo suya la sentencia del poeta: «Bien está que todos los hombres coman, pero también es necesario que todos los hombres sepan». Y ese pueblo supo que la cultura no solo es el vínculo mas poderoso que existe y ahí que constituya el fundamento de la identidad de los pueblos, sino que además, es el motor de la creación, del progreso y de la modernidad. Supo que la cultura y la educación garantizan la libertad, la igualdad y la dignidad humana y de ahí que sean unas exigencias democráticas. Y supo que sin educación no hay futuro posible; y que sin cultura no hay identidad, ni emoción, ni belleza, ni excelencia, ni tampoco sueños.
Publicidad
Pues bien, todo esto, que para algunos aún no es suficientemente entendido, fue fácilmente comprendido por el pueblo malagueño. E igualmente entendió que la voz del pueblo es la que tiene que dirigir el destino y la que tiene que iluminar los espacios. Y entonces, todo un pueblo reclamó un lugar para exhibir y exponer los fondos arqueológicos de Málaga y provincia, así como las obras de arte que habían sido 'desalojadas' del Palacio de Buenavista para instalar en él el Museo Picasso. Y todo un pueblo señaló a la Aduana, un edificio emblemático del siglo XVIII, sede entonces de la Subdelegación del Gobierno, como el lugar idóneo para albergar tanta riqueza cultural. Y esta es la increíble historia de un movimiento popular en defensa de su cultura, que carece de precedente alguno.
La democracia exige que la gente crea que puede alcanzar y conseguir sus objetivos con sus peticiones, sus reivindicaciones o con sus exigencias. En Málaga esa evidencia la hicimos realidad, triunfó la política y triunfó la sensibilidad de unos políticos que captaron en su día lo que significaba para la cultura y para la ciudad el Museo Arqueológico y de Bellas Artes. Todo un pueblo, pacíficamente, con razones y argumentos, supo transmitir lo que encierra el conocimiento, la cultura y el arte; supo transmitir lo que significa el encuentro con el pasado, con la belleza y con la vida misma; supo transmitir lo que significa el encuentro con la historia, con nuestra identidad, con la magia y con la verdad; supo transmitir lo que significan los volúmenes, los colores, las formas y los detalles de la pintura, que se encuentran en la vida, y que hay que saber desvelar. El arte, y así se comprendió, no es cosa de unas cuantas personas, de unos pocos, el arte es para todo el mundo, porque todos tenemos la capacidad de sentir la belleza y todos tenemos la capacidad de sentir emociones.
Entonces, conseguimos rescatar el valor de la política, como única herramienta que tenemos para transformar la realidad y conseguimos un hermoso sueño, que nos traerá muchos beneficios económicos pero que no nos puede hacer olvidar nunca, que la cultura es un fin en sí misma y no un medio para un fin.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.